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Rafael Tamarit, arquitectura atemporal

La obra del arquitecto Rafael Tamarit será objeto de una muestra en el Colegio de Arquiectos de València

Rafael Tamarit, arquitectura atemporal

Fue alumno de Alejandro de la Sota en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Y compañero suyo, una vez acabada la carrera, en el departamento de Proyectos, de lo cual se congratula. Rafael Tamarit (València, 1939) ejerció asimismo la docencia en aquella primera Escuela de Valencia sita en la plaza de Galicia, en pleno Palacio de la Exposición. Se lo pidió su primer director, Román Jiménez. Allí coincidió con Emilio Giménez y Juan José Estellés.

Tamarit es conocido sobre todo por su relación con porcelanas Lladró. Aunque haya sido mucho más que eso. En la primera tienda que hizo para esta firma a mediados de la década de 1960 ya se observa el impulso de una arquitectura desprovista de ornamento que deja a la vista la desnudez de los materiales. Y unos acabados impecables. Porque si hay algo que define a la perfección su trabajo es su obsesión por el acabado. Lo mismo que critica en el que fuera uno de sus más destacados alumnos: Santiago Calatrava.

Cabe decir algo similar para los trabajos de interiorismo -en un tiempo en que la profesión de interiorista aún no se había establecido- que llevó a cabo en la misma época: el de Pavimentos Guillen (1967), con una escalera revestida de chapa que remite al organicismo de Aalto; o el de la tienda Clive (1973), con su gran cartelón en la fachada, hasta hace muy poco tiempo en los bajos del edificio Patuel Longás de Javier Goerlich en la calle Ruzafa. En este encargo, como en tantos otros, Tamarit diseñaba todo, «hasta el papel de envolver».

Una de las pocas publicaciones canónicas de la historia de la arquitectura valenciana del siglo XX, 20 x 20. Veinte obras de arquitectura moderna, que coordinó Carmen Jordá con motivo de una exposición homónima (en la que tuvieron cabida asimismo obras de Viedma, Mauro Lleó o Moreno Barberá), recoge el Edificio Hermanos Lladró que nuestro tracista proyectó con Hervás Lorente para su construcción en Tavernes Blanques. En su fachada, con vanos que traen a colación al movimiento moderno, aparece el gres de color azul de la extinta fábrica Nolla. A Tamarit le ha interesado siempre el contraste entre el clasicismo de las piezas de esta marca de porcelanas y unos diseños más rompedores, los suyos.

Otros proyectos presentes en el imaginario colectivo de nuestro arquitecto es el Edificio Novedades (1976) en el chaflán del Paseo de Ruzafa con la calle Santa Clara. O el centro comercial Nuevo Centro de la avenida Pío XII.

A Rafael Tamarit le gusta hablar de sus proyectos. Cuando le preguntamos por Hache Muebles, la tienda de mueble moderno que puso en marcha la familia Huarte, dueña de una de las constructoras más importantes a mediados del siglo pasado, Rafael, que trajo a Valencia una filial, trata de hacer memoria y se pone a buscar unas fotos. La tienda, recuerda, estuvo en Convento San Francisco, número 3, «detrás del Cine Rex». En ella tenía a la venta lámparas de Miguel Milá o José Antonio Coderch (aquella Disa que el arquitecto envió, orgulloso, a Picasso); y, por supuesto, muebles que no se veían en las otras tiendas de la ciudad por aquel entonces.

El también arquitecto Miguel Pecourt dejó constancia en uno de sus escritos de la melomanía de Rafael Tamarit. Basta entrar a su despacho de Alboraia para encontrar, entre carteles de la ETSAV y libros relacionados con la profesión (los de Alberto Peñín sobre Luis Albert Ballesteros o el imprescindible Valencia 1874 - 1959. Ciudad, arquitectos y arquitectura), cientos de discos de los más diversos compositores: los J.S. Bach, Domenico Scarlatti o Johannes Brahms. Incluso repetidos. Tales son sus pasiones: una arquitectura y una música que se quieren atemporales.

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