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Hay amores distintos pero no imposibles

Muy pocas veces alguien se encara con un género mayor como la novela de adultos -entiéndase la novela para mayores sin reparos y no el relato de proezas sexuales- y ese autor, digo, escribe -torrencialmente, nos ha confesado- sin renunciar a una voz propia, más aún buscando con ahínco ese premio gordo.

Poco importa que hubiese una intentona previa de la que prefiere no hablar (me lo dice con pudor, casi suplicando que no siga por ahí), Enero y tú desnuda de Álvaro García Hernández tiene ese tono singular de la verdadera tarea literaria y€¿qué más puedo decir? Pues que en la pequeña mitología de los suplementos de literatura, cuentan que Enero y tú desnuda pasó por encima de las obras que hacían cola desde seis meses antes mendigando un poco de atención del crítico J. Ernesto Ayala-Dip, el señor de El País.

Álvaro es un valenciano de San Antonio, la de Requena no la de Tejas, profesor de lengua y literatura españolas, que alimenta el blog Diario de un dios equivocado (al demiurgo sólo le es dado crear una apariencia de vida que nos cuela su habilidad de prestidigitador).

Es la primera vez que trato con un autor que tiene en el planeta digital su segunda residencia y no parece lamentarlo. Un autor que ha obtenido reconocimientos y premios por León Kamikaze, El lenguaje de las lentejas, TQMC? y otras obras de literatura infantil y juvenil. De hecho estaba tan seguro de la novela León Kamikaze que se tatuó la portada antes de ser premiada (dos veces).

El blog y sus escarceos digitales no son para Álvaro un tablón de anuncios o un gabinete de relaciones públicas. También funciona como barbecho sobre el que volver o como un semillero de donde obtener plantones. O sea otro soporte más para la literatura seria. He leído algunos de sus diálogos y tienen ese aire fragmentario, apresurado, efectivo, de conversaciones captadas en el rellano o en el autobús, que abundan en la novela y que casi obligan al lector a completarlas y atribuirlas. Palabras en el puro hueso, rótulas con las que articular la irrupción de los personajes, el engrane de las emociones. Literatura de whatsapp con chicha.

Enero y tú desnuda es realista aunque juegue a despistar desde el principio. El protagonista está loco, pero técnicamente, no: es paciente psiquiátrico bajo tutela judicial. Los disparates continuos se agradecen desde que en las primeras páginas tienes la certeza de que has sido invitado a asistir a un festival de despropósitos, a un divertido desparrame muy bien compensado por rachas de un lirismo desgarrador de buena ley, cosas que hay que trabajarse bien pues estos locos -ya vamos ampliando el campo de visión- tienen más que ver con Eugène Ionesco que con Eduardo Mendoza. Como cuando escribe, casi al principio: «Emilio no tiene nombre de vender droga» (pues no, doy fe).

Por esta novela desfilarán un tractor lento, okupas, la ruta del bakalao, las drogas legales o no, una Lolita, perros para acariciar, un hermano tonto, una catapulta y una ex, un viejo sabio. Y este diagnóstico genial: «¿Qué tipo de especímenes humanos pueden ir a kárate un jueves a las nueve de la mañana? Pues somos siete».

Es una novela generacional porque no tiene más remedio. Aquí no hay notas sociológicas sino seres que encarnaron por fechas parecidas, fueron lanzados al tobogán de la existencia con toda clase de parabienes y luego les largaron un tocomocho. La crisis de las hipotecas o lo que queda del ayer en el futuro.

Transcurrida, muy felizmente para el lector, las dos terceras partes de esta más que interesante novela, que avanza leve y eficaz como pidiendo paso por favor, se produce un cambio, una redención que discurre sobre terrenos algo movedizos, pero que reivindica el papel del héroe y no hay héroe sin renuncia. Y la novela, de repente, regresa a la realidad. Por lo visto es un pecado español que se transfunde de una generación a otra. Francisco Umbral lamentaba que Jardiel Poncela o Mihura encadenasen sublimes disparates para luego meterle razón al cuadro alucinado del principio. Si el autor nos regala otra historia hermosa y herida como la que he leído quizás corrija alguna pequeña fuga de sentido y nos regale más de esos momentos felices para el goce de la lectura como tiene, en abundancia, Enero y tu desnuda.

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