Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

De la memoria gloriosa y el olvido

Artistas como Bruno Lomas entran pocos en nuestra historia musical contemporánea

De la memoria gloriosa y el olvido

Fue el mejor cantante de rock de la historia musical española. Había nacido en Xàtiva el 14 de junio de 1940. El 17 de agosto de cincuenta años después, su coche se estrelló contra un camión aparcado en la autopista. Ahí acabó la vida de un artista enorme. Hablo de Bruno Lomas, que dejó atrás muchos discos, un par de películas y un olvido que él menos que nadie se merecía.

Empezó su trayectoria musical en los años sesenta (del pasado siglo, claro). Un grupo de amigos para un conjunto musical: Los Milos. Sus colegas: Salvador Blesa y Vicente Castelló. Luego, Pascual Olivas sustituiría a Blesa cuando éste se fue a la mili. Fueron lo más en la escena valenciana de esos momentos. Mogollón de fans. En conflicto con otro grupo y sus fans particulares: Los Pantalones Azules, que eran Víctor Ortiz y Tito Pemán. El que se llamaba todavía Emilio Baldoví y otros músicos se fueron a probar suerte en Francia. Allí actuaron en el Olympia de Bruno Coquatrix. El empresario les cambió el nombre: Bruno et ses Roqueros. Nada menos. Cuando regresaron a España y por un lío con su anterior casa de discos, ya se llamaron como hasta muchos años después: Bruno Lomas y los Rockeros. Grabaron los que, para mí, fueron sus mejores discos. En 1966 se separaron y cada cual siguió su camino. Los Rockeros fueron, también para mí, uno de los mejores grupos de aquel tiempo. Su música era metálica, limpia, y me recuerda siempre a la de los Shadows, el grupo que acompañaba a Cliff Richard. Otras versiones dicen que se parecían más a los suecos Spotnicks.

Hasta finales de aquellos sesenta fue Bruno Lomas el no va más. Salía en todas las revistas, en todos los programas de televisión, ganó festivales y, como decía antes, rodó algunas películas, eso sí, malas de campeonato, como las de su admirado Elvis Presley. Luego llegaría la cuesta abajo. El olvido. Los bailes amenizados por su música enlatada en aquellas viejas casetes con el playback dentro. Precisamente, la noche de su muerte iba a actuar en una urbanización de Llíria, en el Camp de Túria. Lo que Bruno Lomas fue, en su vida y en su obra, antes de aquella fatídica noche de agosto, lo cuenta como nadie podría hacerlo Vicente Fabuel en el libro Bruno Lomas. Tú me añorarás. Y digo como nadie porque conoce la obra del músico al dedillo y porque conozco a poca gente que se apasione tanto cuando encara algo que le gusta. Bien que lo apunta Voro Contreras en Levante-EMV: «no todos los musicólogos y «rockólogos» son iguales, y seguramente ninguno puede unir el nivel de erudición, la capacidad crítica y la pasión que muestra Vicente Fabuel en Bruno Lomas. Tú me añorarás, la biografía musical del rockero valenciano que acaba de publicar la editorial Milenio».

Para el olvido se esgrimen tres circunstancias: que era muy de derechas y la democracia le pasó cuentas, que nunca dejó de vivir en València (todo se cocía en Madrid y Barcelona) y que estuvo mal aconsejado en su vida y en su trayectoria artística. Yo lo conocí cuando ya no estaba en las agendas. Le hice varias entrevistas para la radio. Me pareció un tipo entrañable, con hechuras de adolescente, anclado en un pasado cuya gloria nadie habría de robarle nunca. Hay un detalle que suena a rara paradoja: sí, era una persona de derechas, pero las autoridades de derechas que tantos años gobernaron en nuestra tierra nunca rindieron ningún homenaje a su memoria. Sencillamente porque Bruno Lomas no era en realidad uno de los suyos. Su manera de vivir -siempre a su bola- no se correspondía con esa doble moral que cunde en la burguesía de aquí y de todas partes. Cuando escucho a Sento, el bajo de los Rockeros hasta su separación y uno de mis mejores amigos, contar anécdotas de aquellos años, me parto de la risa. Y guardo como oro en paño la recopilación de la obra completa de Bruno Lomas y Los Rockeros que me regaló Cuco, ese inmenso solista que hacía hablar a la guitarra en todas las canciones. Para cerrar esta crónica, una confesión que también hago en el magnífico libro de Vicente Fabuel: cuando escucho Rogaré, Verano llegó o El mensaje, me convenzo aún más de que artistas como Bruno Lomas entran pocos en nuestra historia musical contemporánea.

Compartir el artículo

stats