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Culturas globales

Netflix, la poderosa plataforma de contenidos por Internet, ha adquirido varias películas nigerianas, entre otras The Wedding Party I y II, de la directora Kemi Adetiba, y Lionheart, de la directora Genevieve Nnaji. Al mismo tiempo, Vivendi Canal Plus, el grupo francés, ha comprado Iroko TV, la mayor empresa mediática de entretenimiento de Nigeria. ¿Pero esto qué es? -dirán algunos- ¿A dónde vamos a parar? ¿Desde cuándo los países tercermundistas aparecen en las páginas de economía de los diarios para algo más que para las cotizaciones bursátiles de sus materias primas? Pues ya ven, Nigeria, ese país africano que es un pozo de petróleo -explotado a conciencia por las empresas occidentales- produce algo más que hidrocarburos e inmigrantes destinados a morir en las pateras, produce cultura. Y lo hace en cantidades masivas: cada año se filman unas dos mil quinientas películas en Nollywood, lo cual sitúa a Nigeria en la segunda posición de la lista mundial, detrás de Bollywood (la India), pero delante de Hollywood (y no digamos de los países europeos). El mundo está cambiando mientras aquí no nos enteramos o, lo que es peor, nos miramos obstinadamente el ombligo para ver si en las profundidades del agujerito encontramos nuestras raíces (?).

Bueno, bueno, no se enfaden, algo de razón no les falta. Ya sé que esas películas suelen ser comedias sentimentales para consumo de gente sencilla e ingenua, nada que ver con la alta cultura. Pero, miren, habría mucho que decir sobre la «alta» cultura. Los franceses llaman haute moyen âge al periodo comprendido entre 476 y 1000 con el sentido de antigua edad media, no con el valor elitista de esta palabra en haute couture (ya saben: aute cuture, que diría Rosalía). Es decir, que haute es un vocablo polisémico que significa unas veces «alto» y otras «antiguo». Por eso, en español, cuando se tradujo haute moyen âge se interpretó en el sentido «antiguo», pero se escribió alta edad media con la connotación positiva que no le correspondía. De ahí alta cultura, que es un disparate. Mientras que la alta costura resulta inevitablemente elitista, la alta cultura no puede serlo en ningún caso porque la cultura la hacemos todos, consiste en cultivar el espíritu, como otros cultivan el cuerpo. Y si no existen la alta gimnasia o el alto balonmano y ni siquiera el alto montañismo, ya me dirán por qué tiene que existir la alta cultura. A no ser que nos refiramos a la cultura antigua, como pasa con la primera parte de la edad media. Ahora sí, existe una alta cultura, que sería la anterior al refinado mundo de la Ilustración. Pero esta cultura no era elitista. Se podría decir que el Quijote fue un best seller de la época que gustaba a todos y que, como la mayoría eran analfabetos, más que leerse, se recitaba en público, algo así como una serie de televisión avant la lettre. Lo dice el propio Cervantes en la segunda parte de su libro y abundan testimonios de otros autores. Por ejemplo, Tito Cusi Yupanqui, un escritor indígena que aparece en las crónicas, afirma que «los españoles hablaban a solas con unos paños blancos», es decir que sostenían folios en la mano y los recitaban.

Vuelvo a Nollywood y a Bollywood. Los europeos estamos viviendo el final de una época y me temo que nos coge anímicamente poco preparados para afrontarla. Se acabaron los buenos tiempos en los que la economía se regía desde Wall Street: ahora si el Shangai Composite estornuda, nosotros pillamos una neumonía. También toca a su término la hegemonía política y militar de Occidente, que recula en todas partes mientras China, Rusia y hasta Turquía toman posiciones. Y ahora, para colmo, la cultura. ¿Acaso se nos están subiendo a las barbas los asiáticos, los africanos y los latinoamericanos? Pues sí, es justamente lo que sucede. porque entendieron perfectamente que la cultura es para todos y que la parcelación -económica, política o cultural-, representa un signo inequívoco de decadencia. A ver si espabilamos.

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