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Historia

Cuando el Magisterio se cuela por la celda

Dos tarjetas postales desde la Prisión en el archivo de Rafael Solaz

Cuando el Magisterio se cuela por la celda

Poco a poco el archivo del bibliófilo valenciano Rafael Solaz va sacando a la luz más documentos de notable interés. Se trata de referencias -de algunas de las cuales ya nos hemos ocupado en estas mismas páginas- a aquellos años, a partir de 1939, en que la represión implacable del régimen impuesto por la dictadura llevó a tanta gente a las cárceles, al exilio y a las fosas comunes. Son líneas escritas en tarjetas postales desde prisiones, en particular la Modelo de València. Notas apresuradas, en general, y de apretado contenido para aprovechar el poco espacio y ceder un tanto a la necesidad de contar muchas más cosas entre lo que no podía decirse: el sello de la censura está presente como algo natural e inevitable en todas ellas. Una de éstas la envía Elvira Alonso Sentandreu, domiciliada en el Camino de Benimaclet, a su hermano Jesús, preso en la Galería 2, Celda 171 de la Cárcel Modelo de València. El matasellos es del 19 de octubre de 1940, aunque la nota lleva fecha del día 18, exactamente dos días después de que se estableciera ese campo de concentración urbano que fue el gueto judío de Varsovia. Escribe Elvira -probablemente ajena a esos recientes avatares en Europa- que irán «a lo de la Medicina» pues «es una barbaridad que estés así sin cuidado de ninguna clase». Se refiere también a una Sra. de Descals quien envía a su marido, igualmente preso, una fiambrera diaria «con la media pataqueta». Añade que «El termo puede faltar algún día porque rompieron uno» y que «mientras den algo de pan en el horno no le faltará». Finalmente, le comunica a Jesús, en relación con ciertos libros, un tranquilizador «no padezcas, están bien conservados».

Jesús Alonso Sentandreu fue un prolífico autor de artículos en diversos medios, entre ellos Levante-EMV. Nacido en Rublacedo de Arriba, comarca de la Bureba (Burgos) en 1911, de madre valenciana y maestra de profesión, va a seguir los pasos maternos: se dedicará a la enseñanza tras vivir el final de su infancia y primera juventud en Alcoi. Resulta muy revelador lo que cuenta y recopila en un libro, publicado en València en el año 2002, de elocuente título, ¡Superviviente! 1936-41...

Refiere aquí su peripecia vital durante esos años. En Castelló de la Plana -tenía su plaza de maestro en Gátova- funda el Sindicato de Profesionales Liberales, adscrito a la CNT. Es, sin embargo, contrario a la FAI e ingresa en el Partido Sindicalista, de Ángel Pestaña. Llamado a filas nos cuenta que prefirió «ingresar, no en la Academia militar de Paterna, sino en la de Comisarios de Valencia, dirigida por un socialista, hermano de Laín Entralgo, ubicada en una casona de la calle Gobernador Viejo». Es nombrado Comisario de Guerra de Intendencia de la Comarcal Almería-Granada y cuando es trasladado -también como Comisario- al 104 Batallón, 26 Brigada Mixta, en el frente de Somosierra, dirá: «Algunos días, el hielo del pelo impedía peinarse».

Participa activamente en el golpe del coronel Casado, en marzo de 1939, una maniobra -que se revela completamente inútil- para pactar las condiciones de la rendición. Más tarde será crítico con esta decisión: «Arrepentidos de nuestra voluntaria entrega, pensamos que el jefe del Gobierno, ilustre catedrático Negrín, tenía razón. Para terminar dignamente no había otro camino que resistir». Tras la guerra pasa por campos de concentración, cárcel de Burgos, prisión de Valdenoceda, Yeserías, el penal de Chinchilla y, finalmente, València, donde será juzgado. De su poco cómoda estancia en la Modelo de nuestra ciudad cuenta «cómo en la Celular valentina, Ángel -de la ilustre familia de los Gaos, joven abogado y destacado orador comunista, bien autorizado- anduvo de celda en celda de proselitista católico para salvar el pellejo». Es evidente que no sería el único en intentar sobrevivir con cierta dignidad... Alonso es condenado a doce años de prisión mayor más «las Penas Accesorias que suponían destitución de mi puesto oficial, no ejercer la profesión docente, destierro, no ostentar cargos públicos, etc. Es decir, la guerra continuaba para los vencidos y purgados, condenados al silencio». Su destierro, por cierto, le lleva a Quatretonda que, años después, le nombrará hijo adoptivo. No cumple íntegramente la condena y podemos verlo, ya en los años 50, como un conspicuo miembro del Centre Excursionista de València. En la transición será cofundador de la Asociación Española de Escritores de Turismo, manteniendo siempre su estrecha vinculación con las Escuelas de Artesanos, de las que redactó unas Crónicas. Quien había escrito, durante la guerra, en periódicos como Fragua Social, La Voz del Combatiente o Somosierra. Órgano de la 26 Brigada Mixta derivará políticamente hacia la Unión Regional Valencianista, abrazando los postulados secesionistas (desde el punto de vista lingüístico) y anticatalanistas de la Real Academia de Cultura Valenciana.

Jesús Alonso Sentandreu murió en València en 2005. Miembro de la Asociación Fotográfica Valenciana y también de Archival (Asociación para la recuperación de los centros históricos de Valencia) poseía nutridos fondos bibliográficos y documentales que donó a la Biblioteca Valenciana.

Dos años antes de que fuera escrita esta postal de Jesús Alonso, llega a la Plaza del Esparto, 3 otra nota. La envía A. Lozano a su esposa Rosario V. de Lozano, desde la Prisión Central de Guadalajara, el 28 de agosto de 1939, añadiendo en el encabezamiento el obligatorio «Año de la Victoria». Si bien está redactada en castellano, comienza con un (respetando la ortografía) «Chiqueta meua» y se despide con un «De vuestro chiquet». Hay algo particularmente triste en su contenido: «Muchas cosas te diría de ti y de nuestro hijo que ha de venir, pero sólo con saber que ocupáis los dos mi constante pensar te será suficiente». Nos queda la duda de si Lozano conocería el estado de su esposa antes o después de su detención, lo cual no resta un ápice a lo penoso de una situación que podemos perfectamente calibrar. Al final solicita información sobre «el resultado de las gestiones».

Hay algo, sin embargo, en esta comunicación que nos activa el recuerdo, una memoria de tiempos más recientes. Debajo de la dirección aparece una información postal relevante e inequívoca: «Clínica de Bebés». Efectivamente, en la plaça de l'Espart esquina con el carrer Cavallers se encontraba, y hasta los años 90, este taller de reparación de muñecas, tan conocido en la ciudad. En su escaparate podía verse toda una panoplia de figuras de cerámica, de plástico, que con inquietante aspecto se ofrecían a la vista del viandante. Muñecas sin manos o sin brazos, sin piernas, sin pelo o sin ojos, unas junto a otras. En ese caluroso verano de 1939, A. Lozano envía a esta dirección, a su esposa embarazada, unas líneas desde la Prisión de Guadalajara y la antigua «Clínica de Bebés» se nos aparece como una gran metáfora de ese momento: demasiadas vidas fragmentadas, unas junto a otras, viendo cómo las alzadas manos de algunos querían cegar la visión e impedir todo movimiento. Pero ahí, frente a la Farmacia Cañizares, también especializada en reparar cuerpos, convivían los restos de honorables figuras devenidas para algunos en peleles, títeres y monigotes por mor de lo quebradizo de algunas resistencias, pero con la esperanza de volver a su esplendor.

El 28 de agosto de 1939 fue lunes. El viernes de esa misma semana Alemania invade Polonia. Comienza esa otra Gran Guerra que tampoco va a significar el fin de la dictadura. Entre los juguetes rotos de la «Clínica de Bebés», en la plaça de l'Espart, se esperaba el nacimiento de un bebé cuyo padre se hacinaba en una lejana cárcel, en el centro de una península abandonada a su suerte.

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