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Viñetas raras

Tebeos para unos días raros

«Queridos difuntos», «El Buen padre» y «Barrios, bloques y basura», un trilogía urbana contra las obsesiones presentes

Tebeos para unos días raros

Las coincidencias son siempre buen combustible para la psicosis paranoide conspirativa. Por mucho que los estadísticos apelen a Bayes y los variados recovecos que la probabilidad recorre, el ser humano necesita urgentemente percibir una causalidad tranquilizadora que transite por la seguridad de la conspiración y no por el abismo del azar. Hagan ustedes cuentas de la mezcla de preocupantes coincidencias que la última obra de Lorenzo Montatore acumula: en la misma semana que nos enteramos de muerte de Max Von Sydow y que el mundo parece acercarse a un vírico ApocalipsisTM retransmitido en directo y al minuto cual partido de fútbol, aparece Queridos difuntos (Sapristi Comics). Una protagonizada por una discípula de la muerte que jugaba al ajedrez, haciendo lo mejor que sabe hacer, llevarse a gente al otro barrio. Pero dejen de lado las teorías conspiratorias y lean, porque entrar en la propuesta de este autor es meterse en una montaña rusa de emociones y sensaciones. El que ya nos deslumbrara con su debut en La muerte de Román Tesoro (De Havilland) y firmara un sorprendente descenso al esperpento dopado de potente farmacopea en ¡Cuidado, que te asesinas! (La Cúpula), vuelve con una obra absolutamente única: una profunda reflexión sobre la muerte y el destino que se construye sobre influencias tan variadas como Bergman o la cortante ironía de Azcona, pero con la arquitectura de una mezcla contranatura entre la mejor y más disparatada Escuela de Bruguera, la de Manuel Vázquez más surrealista y mordaz, y el mundo de los videojuegos de Nintendo. Los escenarios de Mario Bros como fondo de la búsqueda de nuevos clientes para la guadaña resultan tan perturbadores como sorprendentemente adecuados para una reflexión que transforma la única realidad de la que el ser humano no puede escapar (vale, incluyan los impuestos ahí) en un juego infinito para recoger monedas que nadie sabe muy bien para qué servirán. El mejunje puede parecer extraño, pero les aseguro que el resultado es pura lisergia fascinadora, contundente€ Inspiradora, si me apuran. Porque el «tiemble después de haber reído» que publicitaban en La Codorniz es más cierto que nunca: Montatore juega con la sátira y la ironía, pero su reflexión es demoledora y de una profundidad inesperada, que se multiplica en estos tiempos de miedos y psicosis. Sin duda, uno de los tebeos del año.

Ojo que Sapristi demuestra buen tino este mes en su selección con la edición de la obra de una joven autora que ya venía avisando en fanzines de su potencial: Nadia Hafid. Su salto a la novela gráfica, El Buen Padre, demuestra que lo que se intuía en la distancia corta es válido también para el largo recorrido. Su estilo minimalista, de línea clara y geométrica, construida sobre el uso de un color potente y omnipresente, es perfecto para abordar una historia poliédrica y compleja que testimonia el proceso de la deconstrucción cotidiana de una familia. La aparente sencillez gráfica esconde una avalancha de sentimientos y sensaciones, cuyas causas componen el tejido de una realidad social inaguantable: paro, racismo, rechazo social, aporofobia o machismo van creando un escenario de reacciones íntimas que afectará a toda la familia. De aquellas vendrán la depresión, el distanciamiento, la paternidad sobrepasada, el fin del amor, el abandono€ Sin apenas diálogos, Hafid borda un retrato fidedigno de la realidad de una sociedad en derrumbe, de una hipocresía colectiva que etiqueta como fracaso personal lo que en verdad es la certificación de la falsedad absoluta de eso que llamamos «sociedad del bienestar».

Y para completar trilogía urbana, no se olviden de la maravilla firmada por Julia Wertz: Barrios, bloques y basura (errata naturae). Un recorrido sentimental (y escatológico) por la ciudad de Nueva York, desde un amor profundo urbanita, que une pasado y presente a través de la manía del ser humano por dejar residuos allá por donde va.

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