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Aute: unas flores en mi tumba

Es mucho más que un libro, es un volcán a punto de estallar en cada evocación

Aute: unas flores en mi tumba

La muerte de Luis Eduardo Aute (Manila, 1944; Madrid, 2020) el pasado 4 de abril, ha puesto de manifiesto que el artista -lo era en un sentido total de la palabra- deja millares de fans (admiradores y seguidores), amén de un puñado de colegas y amigos del alma; incluso detractores, envidiosos de su talento. Animosamente (como diría el maestro) me encuentro entre los primeros y tuve el placer de tratarle fugazmente.

Aute hizo de todo y casi todo lo hizo bien, aunque por pose y convicción le gustaba negarlo. Presenció la entrada de los estadounidenses, vencedores del Japón en Manila; se trasladó en los cincuenta del siglo XX al Madrid franquista; viajó a los Estados Unidos de América, y en los sesenta se trasladó a París (capital entonces de la cultura) para «respirar aires de libertad inexistentes en España». Insistía en sus entrevistas: «Cometí muchos errores y equivocaciones. Es la única forma de aprender para llegar a hacer algo que valga la pena».

Fue un muy apreciado pintor y dibujante, exponiendo en numerosas ocasiones con buenas críticas; fue, mal que le pese no haber tenido el reconocido máximo como pintor, un autor o cantautor muy famoso con decenas de canciones y poemas, algunos geniales, que interpretó el mismo, sin fortuna, en sus comienzos, pero que le dieron a conocer. La fama le llegaría través de las interpretaciones de la popular cantante Massiel de Rosas en el Mar o Aleluya, tema, el último que daría proyección internacional.

Sus canciones, penetradas por una poesía bella e inquietante, influida por tipos como Bob Dylan, sobre el amor, la rebeldía personal o la lucha por las libertades, incendiaron de inconformismo, inquietud social y angustia personal, los últimos años de la Transición política a la democracia, siempre sometidos al influjo de una sexualidad desbordante, contradicciones e indisciplinas y un singular gamberrismo del lenguaje que le encantó practicar. También estaba el cine, pasión que no pudo convertir en oficio pese a los cortos que hizo y una película de animación que optó a los Goya; pese a haber trabajado con figuras como Mankiewicz.

Aute peleó , más allá de sus pinturas, con su guitarra, sus canciones y «poemigas», elevando lo artístico y cultural a extremos de arrojo, pulsiones vitales e ingenio a los que pocos artistas llegaron nunca. Fue todo un mundo, un océano existencial de pasión que trató de vivir a su aire. Su álbum Albanta, por ejemplo, bien lo refleja y allí es donde encontramos Al Alba, convertida por militantes marxistas-leninistas de los 70 en más que una canción, un homenaje a los cinco fusilados del 27 de Septiembre de 1975, los últimos condenados a muerte, fusilados por la dictadura de Franco. Sin embargo, y según declaró Aute en una de sus últimas entrevistas (Véase en www.lennon.es /2016): «No la escribí „la canción„ pensando en la pena de muerte ni en una ejecución concreta. Era una canción de amor desesperada (?) y fue Rosa León, al interpretarla, quién le dio el sentido»; el que se le atribuye. Aute, una noche de marzo de 2015, tuvo a bien contarme, los más íntimos detalles del asunto. Fue en l'Eliana, rodeados del más propicio de los ambientes.

animaLhadas (editado por Siruela en 2005), se convirtió en un libraco, un tomo enorme en peso, tamaño e intenciones; un libro singular (hasta entonces había publicado libros mucho más breves), que nos permite atisbar al todo Aute por dentro y en su verdadera salsa de juegos verbales. animaLhadas, reune tres de sus más singulares libros: animaLuno, animaLdos y animal3D. Son 758 páginas increíbles. Asistimos a un verdadero torrente y derroche de imaginación verbal; a una aventura plástica y surreal donde las palabras («poemigas» o canciones) se entrecruzan, chocan, se convierten en imágenes que adoptan forma espirales, en cruz, de figuras simbólicas o juegos visuales realizados con total armonía dentro un aparente caos.

animaLhadas es mucho más que un libro «indisciplinado» como reconoce Aute. Es un volcán a punto de estallar en cada evocación o sugerencia. Todo realizado con «técnicas radicalmente artesanales y unas gafas para ver en 3D». Es difícil encontrar una propuesta artística y estética de este calibre y dimensiones (los textos son, no obstante, muy breves) que promuevan a las más encontradas emociones pero también a la reflexión. Un libro apto tanto para personas poco o nada avezadas a las aventuras culturales, como para las más conspicuas y exigentes mentalidades abiertas a lo imposible. Y esto se puede decir de muy pocos libros. Es casi imposible encontrar algo más enervante y divertido, en plena crisis del coronavirus que nos azota, como estas animaLhadas que tanto placer infunden.

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