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La monarquía del miedo

La globalización ha producido sensaciones de impotencia en millones de personas. Basándose en una combinación de ejemplos históricos y contemporáneos, Nussbaum proporciona su propia hoja de ruta

La monarquía del miedo

La situación que vivimos estos días, a raíz de la pandemia del coronavirus, puede multiplicar las incertidumbres que ya estaban insertas en nuestra sociedad globalizada. Pero también radicalizar el miedo, un sentimiento que es nuclear en este libro de Martha Nussbaum. En efecto, la filósofa norteamericana ya veía en este ensayo que el miedo es uno de los síntomas de la crisis política actual. Y si ahora se acrecienta, parece pertinente conocer su tesis.

Mi primer acercamiento a Nussbaum se produjo a raíz de la lectura (siempre recomendable) de La fragilidad del bien (Ed. Antonio Machado). Venía a reivindicar en este libro que, frente a la razón autosuficiente, la peculiar belleza de la excelencia humana se encuentra en la vulnerabilidad. Y si la tradición ilustrada busca un ámbito inmune a los asaltos de la fortuna, Nussbaum reivindica el valor ético de las partes «irracionales» del ser humano: los apetitos, sentimientos y pasiones.

Si bien, Nussbaum vuelve a pecar de unilateralidad, es decir, en restar peso a la razón y quedarse en la intemperie de los sentimientos (cada persona es una unión de intelecto y deseo, de razón y sentimiento), considero que siempre es sugerente acercarse a su filosofía.

Este libro, que nace a partir de un análisis de las repercusiones de la llegada de Trump a la Casa Blanca, tiene como base la definición de Aristóteles que describe el miedo como «un dolor ante la aparente presencia de algo malo inminente, combinado con la sensación de que eres incapaz de evitarlo». Para la explicación de sus efectos negativos, apuesta por la figura del monarca absoluto frente a un niño indefenso. Y esto conlleva una preocupación: el grado de polarización de los pueblos, que se produce por ese miedo, abraza un sentimiento de indefensión, además de generar resentimiento y un afán por buscar culpables. Se culpa a los inmigrantes. Se culpa a otras razas. Se culpa a la élite cultural. Se culpa a los medios€

La profesora de la Divinity School de la Universidad de Chicago subraya que la globalización ha producido sensaciones de impotencia en millones de personas en Occidente. Ahí está la creciente presencia de la tecnología en nuestra vida pública y privada, de unas redes sociales que son «jueces implacables de la realidad, al tiempo que herramientas políticas que sirven para todo menos para el debate y la reflexión».

A partir de ejemplos históricos y contemporáneos, Nussbaum desenreda toda una maraña de sentimientos (la ira; el imperio de la envidia; sexismo y misoginia...) y nos propone una brújula para ayudarnos a salir de la intoxicación que produce tanta información negativa. Vivimos, según Nussbaum, de estímulos distorsionados aprovechados por la política y sus hacedores.

«Miedo amorfo»

Los llamamientos de Trump tienen como objetivo provocar un «miedo amorfo» entre sus audiencias, frecuentemente alimentado por una retórica imprecisa y alarmista. Frente a todo ello, Nussbaum propone una filosofía que, lejos de oponerse a la emoción en la vida, tanto personal como pública, cree que cualquier emoción, incluso el miedo, o la ira, tiene dos caras. El miedo no es anti-deliberativo, puede motivar la deliberación, pero su utilización a modo de una monarquía absoluta puede socavar las capacidades de sus súbditos para confiar los unos en los otros, y para mermar su disposición a actuar colectivamente contra la tiranía. No es la eliminación, pues, de la emoción lo que se persigue, sino una educación de emociones frente a un analfabetismo emotivo.

Figuras como I. Kant, M. Luther King y Nelson Mandela le ayudan para inspirar acciones esperanzadoras, como las que pueden brotar de las artes, del diálogo crítico, de los movimientos de protesta o de las teorías de la justicia. Urge el rescate de valores, para lo que Nussbaum extrae una cita Wayne Dyer, extraída de su libro Piensa diferente, vive diferente (Debolsillo) «Te insisto en que te esfuerces por elegir para cargos públicos, en todos los niveles, a personas que transmitan sensibilidad y bondad en sus mensajes».

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