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Marta Sanz: "Escribo sobre cómo siguen corroyendo losóxidos del franquismo"

"Tras el confinamiento se ha puesto de manifiesto que seremos una sociedad convaleciente en la que las brechas de desigualdad habrán aumentado"

Marta Sanz: "Escribo sobre cómo siguen corroyendo losóxidos del franquismo"

Marta Sanz (1967) escucha a quienes aún hoy hablan desde el interior de las fosas de la Guerra Civil y desentierra cicatrices políticas y humanas. Con trazos, dice, «de novela negra y western, terror y cuento de hadas», voluntad de denuncia y un estilo pretendidamente barroco y exigente, cierra con pequeñas mujeres rojas (Anagrama) su trilogía del detective gay Arturo Zarco que inició con Black, black, black. Él está ausente, pero es su bella y coja exmujer, Paula Quiñones, quien hurga en la historia.

P ¿Necesitamos dar voz a los asesinados para cerrar las heridas del franquismo?

R Lo que hace que la realidad que nos ha tocado vivir sea tan violenta es que no hemos saldado cuentas con nuestro pasado más negro y traumático. Con este libro quería evitar esa mala memoria marcada por bulos y mentiras y por la reinterpretación libre de los hechos históricos por parte de sectarios y para reivindicar la memoria, porque el pasado no es algo exótico, sino lo que define las redes que sustentan el presente y nuestra proyección al futuro.

P Paula Quiñones, guapa y coja, fuerte y frágil. ¿Qué simboliza?

R Quería una mujer que saliera del estereotipo de belleza canónica, con torceduras e imperfecciones. Comprometida, inteligente, con sentido cívico, que sabe de números, pero que cuando se enamora se convierte en frágil, vulnerable y pequeña, de ahí la pe minúscula del título, que invita a que la literatura sea un espacio travieso y transgresor. Ella es un hilo conductor con la otra pequeña mujer roja, Julita Melgar, que representa a aquellas mujeres que a lo largo de la historia, por su imaginación, afán de libertad, excentricidad, curiosidad erótica, por querer ser peonas camioneras o cantantes, han sido encerradas en el baúl de las locas.

P «Las mujeres muertas y los niños perdidos» son casi un personaje más.

R Es un orfeón. Tienen un humor sardónico, negro, maligno. Para sacar los relatos de memoria de ese espacio de sentimentalismo o solemnidad, busqué esa voz fantasmagórica y jugué con ella para hacer visibles aquellos hechos. El embrión estaba en mi poemario Vintage, en el poema «Huesos», donde ya hablaban las mujeres muertas y los niños perdidos y donde relacionaba la memoria personal con la colectiva.

P Las páginas respiran violencia, hostilidad, maldad.

R Está relacionado con mi visión de la literatura y del género negro, y su capacidad de crear atmósferas opresivas. Este libro es profundamente político porque es profundamente literario. Un libro no es violento u opresivo solo porque enfoque muertes, asesinatos, feminicidios; sino por cómo lo representa quien lo escribe. Es fundamental que la representación de la violencia contra el cuerpo de las mujeres se sustente en la crueldad, para que sea un golpe ético y provoque reflexión. En estos tiempos vertiginosos, la literatura debe distinguirse por la inventiva en el lenguaje y la palabra.

P Revela una violencia contra las mujeres que no es precisamente cosa solo del pasado.

R Quería visibilizar la fragilidad y vulnerabilidad de quienes son débiles porque el mundo en que viven los estigmatiza como tales. Eso une a los perdedores y perdedoras de la guerra con las mujeres que son hoy permanentemente minusvaloradas por el espacio público y eso hace que sean maltratadas y asesinadas en el espacio íntimo. Desde el poder y las desigualdades económicas se generan estructuras culturales que las hace perdedoras. Y los dos grandes caballos de batalla de esta ultraderecha que repunta, donde despliegan sus discursos más estigmatizados, son el feminismo y la recuperación de la memoria democrática.

P ¿De ahí su denuncia política?

R Es una novela política porque enfoca realidades presentes: cómo siguen corroyendo los óxidos del franquismo. En un mundo en que no pensamos las cosas dos veces, en que se privilegia la viscerabilidad frente a la racionabilidad, invita a los lectores a leer de modo no precipitado, a esa idea de 'lea despacio' [que acompaña el título de varios capítulos], con sentido crítico. Habla de cosas que siguen metiendo el dedo en la llaga. Pensé que tras el confinamiento estos temas podrían parecer frívolos, pero en absoluto: se han multiplicado las denuncias por violencia de género y se ha puesto de manifiesto que seremos una sociedad convaleciente en la que las brechas de desigualdad habrán aumentado.

P Descubre a delatores movidos por la avaricia durante la Guerra Civil. ¿Es aún tema tabú?

R El dinero es uno de los grandes temas de la novela negra: la mezquindad la avaricia, la corrupción. Quiero generar la pregunta: ¿de dónde vienen los grandes capitales amasados en la guerra y la dictadura? Historiadores y periodistas tienen hoy mucho que investigar.

P Delatar a los vecinos. Durante el confinamiento estuvo a la orden del día.

R Sí. ¿Delaciones o actos cívicos? Dos nombres para una sola acción según el momento. La figura del delator me interesa literariamente. Esos días hubo muchas cosas en que pensar, como por qué en plena pandemia nos parece reprobable que los estados puedan ejercer mecanismos de control y vigilancia sobre la ciudadanía, cuando lo que quieren es protegerla, pero no nos parece sangrante hacer el tonto en internet, exponernos y colgar vídeos y tolerar que nos entren anuncios de algo que hemos hablado con un amigo.

P ¿El género negro es el mejor para la crítica social?

R Escribí Black, black, black desde mi admiración por los clásicos del género negro. Me impresiona cómo forjaron un estilo propio para la denuncia política y de la corrupción y putrefacción de los sistemas. Pero también lo escribí por el desencanto ante un género negro que se ha rutinizado y acomodado demasiado, que ha convertido a los lectores en clientes a los que hay que complacer con fórmulas tremendamente previsibles. Mi trilogía es negra y critica eso. Por eso no sigo la serie, no quiero un público fiel, sino lectores intrépidos que quieran ser retados por lo que escribo.

P ¿Qué autores contemporáneos le gustan?

R Me gustan David Peace y James Ellroy.

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