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La mágica intensidad de Francisco Montesinos

La mágica intensidad de Francisco Montesinos

La València de los ochenta fue una explosión de modernidad donde Francis Montesinos ejerció de alcalde del color. El modisto llevaba varios trienios en el taller y la corriente de mediterraneidad que impulsó la ciudad hizo que algunos de los embajadores de la «movida» central toparan con sus estampados diseños. Su estudio en Ciutat Vella se convirtió en la embajada del nuevo país de los colores, también de las flores y la luz. Todo venía en el mismo paquete. Tenía cola de modelos, actores, cantantes y literatos. Recuerdo como si fuera ahora ver en una mesa de la horchatería de la esquina de plaza de la Mare de Déu a Antonio Gala, con bastón y fular incluido, compartiendo mesita circular plateada con Francis Montesinos en una luminosa mañana otoñal. Luego llegaron sus desfiles, su escalada al Olimpo, y alguna recaída. Pero él mantuvo su casa abierta y siguió trabajando, mucho, pese a que su nombre empezaba a codearse en los mejores salones de la moda de Europa. El hijo de la tienda de tejidos había llegado a la cima.

«Gracias a Francis Montesinos, hemos aprendido a amar más y mejor la vida, porque nos la ha sabido entregar con aquello que la hace más valiosa: su mágica intensidad», escribe el poeta Paco Brines. «Hagamos más hermosos al hombre y a la mujer, detengamos la vida en el filo emocionante de la trastornada juventud», remata. Nada mejor que añadir.

Desfilar por la exposición «50 aniversario: València, seda y fuego» del MuVIM es pasear por la fuerza creadora de Montesinos desde sus inicios. Con la elección del mejor tacto de tela para el estampado más atrevido. Esa exaltación a la mujer como diosa poderosa y la dedicación al lado femenino del hombre. Esa teoría que necesitaría varias tesis doctorales de universidades anglosajonas se condensa en dos piezas conjuntadas. Un éxito sin precedentes, porque el diseñador solo necesita hilo y dedal para presentar sus credenciales.

El progresismo de Montesinos nunca estuvo bien visto entre la cultureta beata. Siempre se ha salido de los patrones y ha rechazado la intolerancia, además huye del costumbrismo en el que siempre cae el nacionalismo. A principios del verano, más de cien intelectuales alzaron la voz contra el auge de la intolerancia de la izquierda. El modista podría dar conferencias junto a Margaret Atwood, Noam Chomsky y J.K. Rowling. Por cierto, habría que investigar si la capa de Harry Potter está inspirada en algunos de sus modelos.

La transgresión es una obligación intelectual. Un papel reservado para los oficios artísticos en las sociedades agrícolas. Y siguiendo la estela de los cartelistas y escenógrafos de principios de siglo XX, Montesinos convierte la libertad mediterránea en su gran diseño. Eso recoge la muestra del MuVIM, como la eclosión entre el vanguardismo y las corrientes populares han influido en sus colecciones, como la de «Dressater» de Berlín Cultural (1988) y la ya mítica de la Plaza de Toros de las Ventas (1985), con la presentación de su marca personal «Made in Spain». Figuras repletas de cármenes, vírgenes, pelotaris o toreros que expresan y determinan su identidad.

El universo «montesiniano» revisa las costuras de reconocido Balenciaga, el diseñador vasco que creó la escuela de la alta costura europea, y que por cierto murió en Xàbia. Al modista de Guetaria incluso sus paisanos tradicionalistas le reconocen el prestigio, y ya hemos visto películas y series donde destacan su glamour. Esperemos que la exposición del MuVIM sea el inicio del interés por el revolucionario de los colores.

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