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Los Yesares, en alemán

Los Yesares, en alemán

Aquel invierno (2005) pertenece a un ciclo de cinco novelas de Alfons Cervera, que fueron publicadas entre 1995 y 2005, comparten el mismo lugar - Los Yesares, un pueblo de la Serranía -, casi siempre la misma época del año - invierno, con lluvia y frío -, y los mismos personajes que inevitablemente llegan a tocar el corazón de los lectores. El tiempo narrado de la novela abarca varias décadas, desde la inmediata posguerra, período del terror y de la venganza, hasta principios de este siglo, aproximadamente 2003. El gran tema es la memoria, la de los vencidos, de sus hijos e incluso de sus nietos, por lo cual no está ausente una parte de la memoria que llamamos olvido, ni la rabia, ni el odio, ni el llanto. Los vecinos de los protagonistas creados - mas no inventados - por Alfons son sus represores de antaño. A los perseguidos les es imposible evitar verlos todos los días, en la calle, en el bar, en la tienda, en el ayuntamiento, en la faena. Y si no a los represores, a sus descendientes que comparten las maldades de sus padres, la soberbia y el menosprecio. Si hiciéramos, de esta novela, una nube tipográfica en la cual las palabras más usadas destacaran por sus dimensiones, aparecerían dos de enorme tamaño por ser con mucho las más frecuentes: el miedo y el silencio. Sería de esperar que de la combinación de ambos emanara la incomunicación, el mutismo, el aislamiento. Pero en Aquel invierno pasa lo contrario: se piensa, habla, cuenta sin cesar de lo que pasó y sigue pasando. Es ahí donde el autor, o el narrador, toma partido: concede la voz a los vencidos, se la niega a los vencedores, en un acto de justicia literaria, histórica y política. Hay un tercer sector de la población al cual apenas se menciona: «la gente», así, sin más, que «seguía a lo suyo sin atreverse a intervenir». Entre los escritores, Alfons Cervera es de los pocos que saben tratar, y bien, a las mujeres en sus novelas. No destacan ni por su atracción erótica ni por cómo visten ni por sus ilusiones o ambiciones. Son tenaces, austeras, responsables. El autor las dota de una gran seriedad. Forman - junto con los niños, niñas - el centro de Aquel invierno: por ser las sobrevivientes y por lo tanto las que dan su testimonio de lo que ha pasado. Por tener más y mejor memoria que los hombres. Por ser incorruptibles y reacias a caer en la vanidad. Por lo que acabo de mencionar, es fácil de entender mi interés en que se publicara esta novela en alemán: por la originalidad de su estructura, por su empatía y por el interés que va a despertar en los países germanohablantes al tratar el tema de la memoria, y su lenta y dolorosa recuperación. Esa ha sido también para mí, como investigador y como escritor, el mayor foco de interés. En Alemania, y en menor medida también en Austria, la época de las dictaduras (el nazismo más el austrofascismo en Austria) se ha tratado insistiendo mucho en los victimarios, en la culpabilidad de los oportunistas, y mucho menos en los que sufrieron la represión o llegaron a combatirla. La lectura de Aquel invierno contribuye a corregir esa mirada. Es por eso que propuse a la editorial Bahoe Books, de Viena, publicar la novela de Alfons. Que la haya traducido yo mismo, no se debe sólo a que me lo pidió la editorial: fue mi deseo, primero por la cercanía entre la literatura de Alfons y la mía, segundo porque supe que iba a aprender, traduciéndola, con su novela cosas que me servirían para mi propia escritura, y tercero porque considero el trabajo de traducir como un acto de gratitud y, en este caso, también de amistad. Compartimos Alfons y yo los mismos objetivos y obsesiones literarias, hace muchos años que sigo su trayectoria. Así que sobraban los motivos para que haya traducido por fin un libro suyo. Como siempre, en el curso de la traducción me encontré con dificultades que no había previsto, especialmente en las secuencias reflexivas y en cuanto a la topografía, es decir en buscar para los lectores que desconocen la realidad del lugar y la de la vida rural, de producción agrícola, unos términos que les son familiares. En eso se hace imprescindible la ayuda del autor. A pesar de que el año pasado Alfons me había llevado a su pueblo, era necesario que me enviara unas fotos de los lugares, plazas y edificios presentes en su novela para aclararme mis dudas. Para resumir los problemas de la traducción en una frase: hay que cambiar, traduciéndolas, muchas frases precisamente para que sean iguales en el otro idioma. Hemos variado el título: se llama Los colores del miedo en vez de Aquel invierno, ya que éste no suena especialmente interesante en alemán. Un detalle curioso y simpático es el dibujo que hizo Alfons de Los Yesares y que hemos reproducido en el libro: como orientación de los lectores y para dar testimonio de la presencia del autor en su propio libro.

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