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César Orquín Serra. El anarquista que salvó a 300 españoles en Mauthausen

El libro saldrá a luz en los próximos días en la plataforma de Amazon, tanto en papel como en versión digital

César Orquín Serra. El anarquista que salvó a 300 españoles en Mauthausen

Se afronta en este relato, ¿por qué no decirlo ya en la primera frase? un reto mayúsculo, una osadía inédita. El valenciano César Orquín supuso (y probablemente en cierta medida sigue suponiendo), el republicano con un papel más sobresaliente en la historia de los campos de exterminio nazis, que tuvieron en Mauthausen el principal enclave de encuentro español, aquel espacio de aniquilación humana que redefinió la Historia de la Humanidad y tras el cual, según defendió Adorno, ya no podría existir creación literaria con pretensiones estilísticas bellas. Esta obra está lejos de contener una voluntad preciosista, aunque sí sugestiva y atractiva, al tiempo que supone un acto de justicia necesaria, un ejercicio democrático que ayuda a consolidar valores y anhelos y, también, una revisión histórica en toda regla para desmontar aseveraciones infundadas, a menudo como consecuencia de intenciones ideológicas. Pero no empecemos con mal regusto. Cuando se afirma que César Orquín es, quizá, el español con una historia más relevante en los campos del III Reich no se pretende ofender ni desprestigiar a nadie de los que sufrieron la barbarie. Que quede claro.

No pretender ofender ni desprestigiar a nadie no significa que este sea un libro inocente. No. No puede serlo. Porque la verdad, tan hondamente escondida durante tanto tiempo, no puede revelarse ahora mediante una obra candorosa y pueril. Pues alguien debió construir, a sabiendas, un relato en el que las falsedades primaron sobre las veracidades. Y, a partir del momento en que la narración infundada se impuso, hubo una serie de teóricos que, aún sin quererlo ni pretenderlo, dieron por bueno lo que era falso desde la primera letra hasta el último punto. Una historia que, de no haber sido por el personaje extraordinario que la encarnó, hubiera acabado probablemente de la peor forma posible.

El protagonista la finiquitó dignamente, que no es poco. Pero nunca vio antes de morir cómo se le reparaba el mucho daño que le habían hecho, porque murió hace tanto tiempo€ En buena parte pretendemos hacerlo ahora, con este estudio que cuenta con documentación (también fotografías) inédita procedente de archivos de Alemania, Austria, Rusia, Francia o Argentina. César Orquín llegó al campo de concentración de Mauthausen, a orillas del río Danubio, el viernes 13 de diciembre de 1940. Habían salido del stalag de Estrasburg dos días antes por ferrocarril. En el duro invierno austriaco. Era el cargamento número doce con deportados republicanos desde que comenzaron a llegar el 6 de agosto e iba con 846 prisioneros. Todos españoles. Fue el segundo convoy más numeroso de cuantos arribaron a Mauthausen con los exilia dos. En ese momento se encuentra el campo en plena construcción, tarea que, paradojas de la vida, realizaban básicamente los propios deportados republicanos. A César le fue asignado a la entrada en el campo el número de matrícula 5087. Su linaje le permitió aprender alemán, clave como enlace entre los crueles nazis y los sometidos prisioneros españoles. Vital para el buen funcionamiento de los campos. En pocos meses ya comandó un grupo de trabajo que salió de Mauthausen con treinta vigilantes de las SS y trescientos republicanos españoles. Su destino, Vöcklabruck. Están cerca de un año, no muere ni un prisionero. En el campo principal, la mortalidad se lanzaba por entonces más allá del 60 %. En mayo de 1942 reciben la orden de trasladarse a Ternberg para construir una central eléctrica en el curso del río Enns. Están hasta septiembre de 1944.

Allí sí se registran entre doce y catorce muertos. Principalmente por accidentes de trabajo. Aún sale después a Reld-Zipf. Tampoco allí muere nadie, a pesar de que hasta su llegada allí perecían alrededor del 14 % de los que allí trabajaban. Una gesta como la que llevó a cabo el protagonista de esta biografía merece su espacio en la Historia. Sin mancha. Sin matices. Porque a la hora de la verdad, no hay documento alguno, testimonio gráfico, una declaración contrastada, ni nada, ni nadie, que pruebe la ignominia que se le atribuyó. Lo cual resulta doblemente doloroso. César no envió a nadie a la muerte. Antes bien, gracias a él se salvaron centenares de republicanos españoles. La mentira no puede durar eternamente. La niebla comienza a escampar. Los nazis aseguraban que la única forma de escapar de Mauthausen era por la chimenea una vez muertos en forma de humo. El anarquista César Orquín los derrotó. Unos cuatrocientos compatriotas salieron por la puerta. Bien vivos.

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