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Diglosia... que algo queda

El codirector de la revista «Historia social» sostiene que pueden convivir dos lenguas sin que exista una hegemonía dominante de una sobre otra, y pueden ser utilizadas alternativamente sin conflictos destacados

que algo queda

He tenido ocasión de revisar el texto que en su día iba a publicar en la Institución Alfons el Magnànim, adscrita a la Diputación de Valencia, y que ahora saldrá en la Biblioteca de Historia Social, colección de libros perteneciente a la Fundación Historia Social que también edita la revista Historia Social que codirijo con José Antonio Piqueras. Fue fundada por ambos en 1988 y acaba de salir el número 98 y después de 32 años cumpliendo reglamentariamente con tres ejemplares anuales llegará al número 100, lo que no deja de ser un milagro de edición. Surgió cuando dirigía el Centro de la UNED Alzira-València «Francisco Tomás y Valiente» y durante un tiempo estuvo vinculada a él. Después, creamos la Fundación que nos ha permitido tener completa libertad y autonomía, aunque todavía mantiene una cantidad anual del Centro y un espacio compartido para su administración. Por su Consejo de Redacción han pasado historiadores como Pérez Ledesma, Santos Juliá (ya fallecidos), y Álvarez Junco. Hoy continúan Ricardo García Cárcel, Pere Gabriel, Mary Nash, Julián Casanova, Núñez Seixas, Ángela Cenarro y Teresa Ortega; Amparo Sánchez, secretaria y Doris García administrativa. Algún día tendremos que contar su trayectoria, los debates historiográficos, los temas abordados, los colaboradores, los autores, las crisis acontecidas, como en cualquier organización, y el impacto en los medios académicos españoles, europeos y latinoamericanos. Ha servido para dar cabida a las tendencias de la historia social española y de otros países, porque ha traducido artículos no conocidos en castellano de historiadores destacados u originales aportados por ellos.

Pues bien, después del consejo de algunos amigos, he reformado parte del contenido del fallido libro en la Alfons el Magnànim, ampliando algunos apartados, eliminando otros, matizando algunos enfoques y un nuevo un título: «Nosotros, los socialistas valencianos. Un ensayo socio histórico sobre el acceso a la modernidad (1977-1995)». Como señaló Ferran Belda, si se hubiera publicado tal como lo presenté al principio, sin eliminar la Introducción, habría sido, tal vez, un libro más, desapercibido como tantos otros. La torpeza o inteligencia del director de AEM para darle una dimensión mayor me ha permitido la relectura y la rescritura durante este tiempo, y presumiblemente estará en las librerías en noviembre.

Una las partes abordadas con mayor énfasis ha sido la de la normalización lingüística y su repercusión en la Comunitat Valenciana, con la aprobación de la Llei d’Ús i Ensenyament del Valencià. He leído varios libros y artículos sobre el concepto de diglosia que introdujo Lluis Aracil a finales de los años 60 del siglo pasado para los casos catalán, balear y valenciano. Licenciado en Derecho, vivió en EE. UU. y contactó con el sociolingüista C. Fergusson quien estudiaba la relación del quechua y el castellano en Perú. Fue el profesor J. Fishman quien dedicó varios trabajos a la caracterización del concepto (The sociology of linguae (1972), Newbury House Publisher Rowley ( Mass) (tradución española, (1982), La sociología del lenguaje, Cátedra, Madrid) que ha provocado una serie de debates sobre el significado y las clases de diglosia que se dan en distintas sociedades. La interpretación que predominó en el área catalano-valenciana-balear fue una diglosia descompensada a favor de una lengua dominante, el castellano, y la otra subordinada, teoría que aplicó Rafael Ninyoles (Conflicte Llingüístic Valencià, 2017) al caso valenciano. Hoy, en cambio, se analizan diversos tipos en relación con el bilingüismo. Como ya señaló Blas Arroyo (1999, La diglosia y otros conceptos alternativos en la descripción del bilingüismo social en comunidades hispánicas) existen variedades de diglosia que presentan características diferentes: diglosia sin bilingüismo como en Canadá o Bélgica; bilingüismo sin diglosia como ocurre con los emigrantes italianos o hispanos en EE.UU; diglosia con bilingüismo como en el caso valenciano, o ni diglosia ni bilingüismo, sino intercambio lingüístico como en Martinica o Guadalupe con un mestizaje de lenguas como el creole. No está claro que no puedan convivir dos lenguas sin que exista una hegemonía dominante de una sobre otra, y pueden ser utilizadas alternativamente sin conflictos destacados. El principio de «solo existen individuos bilingües, pero no pueblos bilingües» puede quedar obsoleto en un proceso dinámico de integración mundial. Es factible que haya gente que hable las dos, con insistencia social más en una que otra, y otros que hablen solo una, pero entienda la otra, junto a un sistema educativo que permita acoplarlas como elementos fundamentales. Hay estudiosos que señalan que en todas las sociedades existe, de alguna manera, algún tipo de diglosia, de alta o baja intensidad, porque en caso contrario serían sociedades aisladas. La política del franquismo de considerar el castellano, o español, como la única lengua dominante ha suscitado reacciones a la contra, e incluso la imposición de una diglosia diferente, como la que puede deducirse del libro de Pau Vidal El bilingüismo mata referido a Cataluña. Todavía está por estudiarse la reacción de Lluís Aracil contra la política lingüística de la Generalitat Catalana, habiendo sido él uno de sus impulsores y su regreso a la Comunitat para realizar seminarios en Morella, Cullera y Barcelona y entrar en contacto con gente de Unió Valenciana. Eliseu Climent trató de recuperarlo y propuso un homenaje por su contribución a la lingüística, pero él se negó a participar. Como señaló Joan F. Mira: «Lluís Aracil és, simplement, un personatge dotat dels atributs del geni. Deu ser l’únic geni viu que he conegut en persona» (Contrastant.net, 2007).

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