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Thomas Müntzer, paladín de la igualdad

Año 1524: los campesinos se sublevan en el sur de Alemania. En medio del caos destaca un joven teólogo que lucha junto a los insurgentes

Thomas Müntzer

Leo La guerra de los pobres de Éric Vuillard en plena segunda ola de la pandemia desatada por la covid-19. Obra breve y desgarradora. En línea con La batalla de Occidente (2012) y con la deslumbrante El orden del día (2017). Vuillard, en menos de cien páginas afiladas y brillantes, descarga sus baterías narrativas sobre la peripecia humana y moral del predicador y «revolucionario teológico» (como lo califica la Larousse) que fue Thomas Müntzer, máximo paladín en el siglo XVI de la defensa de los pobres y la igualdad social.

Müntzer fue en efecto un agitador moral y un reformador religioso. Dejó oír su voz, llevando a cabo su más que airada protesta en defensa de «la igualdad entre los hombres», contra el poder soberano y los ominosos privilegios de la nobleza y el clero distinguido: primero el de la iglesia católica y más tarde el de la luterana que, al principio, apoyó. Vivió una existencia dura y novelesca. A los once años  corría el año 1500, tan solo ocho años después del descubrimiento de América cuando tuvo que afrontar el ahorcamiento de su padre por razones más que confusas. «Había caído al vacío como un saco de grano». Fue creciendo con la rabia acumulada de quién se sabe carne de turbia injusticia. A los quince años organizó una liga secreta contra el obispo de Magdeburgo y el Papa de Roma…

Thomas Müntzer creció y atemperó sus apetencias, estudió, observó y asimiló los padecimientos del pueblo más pobre y humillado, el de los campesinos, el de su miseria, el de su titánica lucha por sobrevivir. Creció en formación, accedió a estudios superiores y fue a su vez, eclesiástico y predicador, educado por los padres agustinos. En cuanto es ordenado y tiene púlpito, denuncia desde allí y con lecturas en público de los textos sagrados del Antiguo Testamento y de los Evangelios, la alianza del trono y el altar que mantiene la desigualdad social, cercenando las libertades de los más pobres. «No podéis servir a Dios y a las riquezas» recuerda a prebostes y cardenales.

Le siguen esos pobres que «no son el pueblo de Dios» que asiste a sermones y cumple preceptos y rituales sin hacerse preguntas morales; sus fieles son los campesinos que «revientan de hambre» pero escuchan en «sus cochambrosas granjas», las palabras de sus discípulos que les hablan de la capacidad de cada uno de ellos para relacionarse con Dios, «sin mediación de los curas, sin pagar los diezmos…»; así como los anabaptistas… Y amar a los pobres es amar a la pobreza, «es amar al hombre» y todo ello deviene en doctrina… Son palabras y hechos muy similares —no tarda Éric Vuillard en relacionarlo— con las que usaron John Wyclif, dando inicio a la Reforma entre los ingleses y, cuya senda siguieron, doscientos años antes, primero el campesino John Ball y luego el también campesino John Tyler al frente de multitudes miserables que cruzaron el Támesis, asaltaron la Torre de Londres y decapitaron al arzobispo de Canterbury…, hasta que el Rey y sus capitanes acabaron con la rebelión y Ball fue ahorcado y descuartizado. Lo volvería a intentar Jack Cade en 1450 pero su revuelta acabó también sangrientamente reprimida.

El corazón de la pobreza volvió a mostrarse insurgente en tierras de Bohemia tras la palabra de Jan Hus que tradujo los textos sagrados al checo. La Reforma prendió en Praga tras quemar los estudiantes algunas bulas e iglesias. El Papa llamó a una Cruzada y Hus se opuso alegando que nada se lograría «ni mediante el dinero ni mediante el poder de los príncipes». Y Juan Hus fue quemado en publico por hereje, concitando el consenso de tres papas en aquellos momentos políticamente enfrentados: los de Roma, Pisa y Avignon, al reconocer que Hus negaba la transubstanciación de la carne de Cristo en la hostia consagrada ¡Uf! ¡Cuánto molestan la pobreza y las palabras subversivas!

Thomas Müntzer, fue un líder producto de toda aquella violencia. En 1521visitó Praga y fundo el grupo «Hermanos bohemios» siguiendo la tradición de quienes se habían levantado con las armas en la mano para rechazar el Purgatorio, negar la existencia de los pecados mortales y repudiar la monarquía… Müntzer escribió su Manifiesto de Praga en alemán y mandó traducirlo al checo…

Bien documentado, Vuillard construye una narración cruda y trágica en torno a las miseria y grandeza de Thomas Müntzer para explicarnos aquella rebelión campesina y de creencias que se extendió por el sur de Alemania, incluidas Alsacia y Suiza en los años 1524 y1525. Heredero de esta tradición insurgente, no aceptará pactos ni componendas con príncipes y prebostes de las iglesias. Su discurso y acciones lo demuestran. Cita a Juan, a Lucas, a Los Salmos. Dice: «Traed a mis enemigos i decapitadlos delante de mi». Habla en sus sermones de la «ira de Dios» y de la «ira de Cristo», por que «los poderosos no ceden nunca nada, ni el pan ni la libertad». Y se pasa, mezclando toda las iras con la de Nabucodonosor y con la espada de los pobres. Dice: > Sabe que después ya no hay vuelta atrás ni negociación posible…

Esta edición exhibe como portada una aguada negra a pincel de Goya, titulada: No harás nada con clamor. Un campesino pobre alza los brazos en señal de rendición. Tras el pie derecho yace su herramienta de trabajo, una azada, arma inútil para tan desigual combate.

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