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Mil maneras de levantar polvareda: Paco Inclán y Torres Blandina

Mil maneras de levantar polvareda: Paco Inclán y Torres Blandina

Además de Manuel Baixauli y Joan Benessiu, y el caso especial de Ferran Torrent, el universo narrativo en catalán podría funcionar prescindiendo del resto de meritorios valencianos. En castellano, muerto Rafael Chirbes y de hace mucho domiciliado en Madrid Manuel Vicent, puede que sea peor. A fin de cuentas no todo el mundo tiene la suerte de Javier Castillo que con una primera novela, El día que se perdió la cordura (alguien le señalará, como a Paco Umbral, que el título correcto es El día en que se perdió la cordura), triunfa en Amazon y en las imprentas. Pongamos que hablo de dos jóvenes narradores valencianos: Paco Inclán, que tiene tres libros de narrativa, y de Alberto Torres Blandina, que tiene siete sin contar poemas y obras juveniles y eso que es dos años más joven que Paco. Bueno la literatura es el intento de anular o suspender las cronologías. Erase una vez…

Venus y Marte

A juzgar por sus última obras Paco Inclán prefiere el registro de la comedia y Torres Blandina el del drama. Inclán es más alocado, sorprendente, anárquico y zurdo en Dadas las circunstancias, mientras que Alberto Torres en Jávea tiene una envidiable capacidad para las estructuras complejas, para la ambición narrativa y el método, el suyo. Jávea es la metáfora del chalet y la piscina, del triunfo social, un triunfo dinamitado por su autor como manda la tradición y puede que Dios mismo. Los dos incorporan el valenciano a su escritura con la naturalidad que resplandece el barceloní en los libros de Juan Marsé.

Inclán publicó Dadas las circunstancias en el alba del coronavirus y Torres Blandina Jávea en la resaca o prórroga de la oleada vírica. Y no voy a seguir con el juego de las contraposiciones sino esto se va a quedar en la famosa Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, tratado de psicología astronáutica

Crónica del beduino

Aunque una buena parte de los autores de menos de 50 años son culos inquietos, pocos lo son tanto como Paco Inclán, un verdadero beduino arreando a las cabras de la imaginación de un extremo al otro del desierto. Confieso que he reído: me lo pasé estupendamente con Dadas las circunstancias, un libro que se ocupa de asuntos tan urgentes como el caso del enano de Praga, el apretón en la biblioteca de la calle del Hospital (mi preferido, con su reivindicación de Arnau de Vilanova), la suerte del esperanto y otras lenguas artificiales y el último hablante del erromintxela una especie de pidgin del caló y el euskera. Si todo esto les parece raro aguarden al más largo de los relatos dedicado a las hazañas del narrador en La Habana, ciudad más prodigiosa de lo normal si te encuentras a gente que va a otra cosa y, sin embargo, acaba haciendo crujir los somieres. De hecho el motivo oficial es encontrar la causa de la muerte de un poeta menor y desgraciado que palmó de risa. En serio.

Por otra parte y desde La orgía de Praga de Philip Roth ya sabemos que lo que quieren los escritores checos (que no son, precisamente, cubanos) es verse traducidos al inglés y follar con la editora, si los hados son favorables.

Tanto Paco Inclán como Torres Blandina son de esa generación mileurista (luego aún pagarían peor) de nacidos en la segunda mitad de los setenta que tuvo que andar de becas toda una vida o un buen trecho de ella y acogerse a retiros creativos patrocinados por las instituciones, cosas así.

El pueblo, el chalet o el apartamento

Pocos autores han retratado con tanta lucidez como Torres Blandina el sentimiento carencial de la clase baja o media baja, que en España puede considerarse casi menesterosa a causa de la debilidad de las estructuras asistenciales. Eso no es un drama, pero sirve al drama de Jávea que en un inacabable flash back –¿cómo se pudo hacer novela antes del cine?– presenta un buen trozo de la vida de su autor, de sus compañeros y asociados en la memoria, a partir de un comida huertana de arròs amb fesols i naps que acaba con el intento de conseguir una bolita de jaco en un polígono industrial. Gente ilustrada, intelectuales.

La novela es el género con mayores tragaderas. En una obra de teatro te patean si una observación sociológica dura más de un minuto. En Jávea hay disquisiciones a mi juicio excesivas, pero aún así se salva por la brillantez con que maneja anécdotas más bien inocuas convertidas en substancia narrativa de gran calidad, por la reivindicación de la propia familia, por su sinceridad y por su homenaje a las suicidas vacilantes de casa. En Jávea hay mucha excavación arqueológica de los personajes, de la familia del autor y del autor mismo. Sin paños calientes, con arrojo, sin caer en la autoflagelación. Sagunt, al cabo, no es Escandinavia.

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