Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Nostalgia del futuro

Después de haber pasado una guerra civil, España se ha convertido en 2072 en una potencia científica mundial.

Nostalgia del futuro

Toda novela que trata el espinoso problema del futuro termina antes o después abordando el presente y el pasado, al igual que en aquel poema de Eliot que proponía un universo rígido. Por decirlo de otra forma: como si las piscinas que pintó David Hockney fueran una única piscina en la que nos estuviéramos zambullendo constantemente. La tetera de Russell, a la que podría definirse como una distopía de apariencia amable, no es una excepción. Editada estupendamente por Reino de Cordelia, la novela de Pablo Sebastiá Tirado escapa de las servidumbres de la ciencia ficción -si bien no esconde sus deudas con autores como Arthur C. Clarke o Stanislaw Lem- para situarse, como todo buen pulp, en una tierra de nadie, con rasgos formales de novela negra y también de espionaje, incluso de enredo amoroso, sin olvidar su sentido de ficción futurista. Su autor sabe mirar hacia el futuro sin perder de vista al presente, pero también al pasado. Al fin de cuentas, su interés es lo humano.

En la España de 2072, un país que lidera el mundo tanto científica como tecnológicamente y que acoge a los inmigrantes que huyen de una Centroeuropa dominada por el fanatismo calvinista, una joven investigadora, Hipatia, se propone, contratada por una de esas empresas que ya gozan de más poder que los gobiernos, transmitir una señal de una parte del universo a otra en tiempo cero. Hipatia se topa entonces con la llegada de una enigmática señal que parece responder a la suya. A partir de ese instante arranca una nueva investigación: desentrañar quién o qué ha enviado esa señal y qué quiere contar en ella, una tarea nada sencilla para una Hipatia que mientras tanto, inmersa involuntariamente en varias conspiraciones, se enamora de un inmigrante germano llamado Adolf.

La trama proyecta un país con un pasado traumático en forma de reciente guerra civil, una tecnificación que la población asume aun a costa de ver limitadas sus libertades y la amenaza constante del terrorismo religioso. El acierto de la novela se halla en que, sin perder en momento alguno el hilo de esa prospección del futuro -muy parecido en lo esencial al presente-, interpela al lector con preguntas que, entre la ciencia y la metafísica, al estilo de un Duns Scoto que conociese el diagrama de Minkowski y supiera programar en Python, atañen a dudas eternas, quizá irresolubles. Gracias a un estilo tan sobrio como medido, la facilidad de Sebastiá para describir conceptos científicos y tecnológicos se combina con una meritoria capacidad para indagar en las motivaciones de sus personajes, por lo general focalizando la narración a través de Hipatia, que a lo largo de la novela vive, además, un proceso de aprendizaje en el que la candidez y la arrogancia son inseparables.

Como ya ocurría con la anterior novela de Sebastiá, Reikiavik, es el lector quien, dada la ausencia del siempre sospechoso y cargante moralismo, debe dar con las respuestas, si es que las hay, a cuestiones relacionadas con el transhumanismo. Porque La tetera de Russell, cuyo título recoge la analogía del pensador inglés sobre la existencia de Dios, no solo es una novela entretenida y amena, con sorpresa final incluida, sino que se erige en una invitación para reflexionar sobre todo aquello que, elusivo e inaprensible, jamás se agota, pues, como pasa cuando tratamos de alcanzar una y otra vez, brazada tras brazada, el horizonte azul de las piscinas, «el tiempo pasado y el tiempo futuro, lo que pudo haber sido y lo que fue, tienden a un solo fin, presente siempre».

Compartir el artículo

stats