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Los pasos del inigualable caminante

«Primeras voluntades» concentra la poesía completa de José María Micó.

Los pasos del inigualable caminante

Reunir una obra -y más aún, si es la de uno mismo- no es tarea fácil. El autor debe ponerse en la piel del otro que ya no es, pero que sí ha sido y del que casi ni se acuerda aunque en otro tiempo fuera él. De ahí que unas veces se opte por hacer una selección de todos los libros publicados, pues -como en la pintura- se suelen producir también correcciones y «arrepentimientos», y otras se limite a la reunión de todos ellos sin introducir ningún cambio. Pero José María Micó no ha seguido ninguna de estas convenciones y ha dispuesto sus libros de una manera orgánicamente original: los ha agrupado bajo una serie de etiquetas o lémata, que no se atienen al orden de sus títulos sino a unas convincentes claves que los articulan manteniendo dentro de cada una de ellas la cronología que les corresponde. Tanto la introducción como el apéndice lo aclaran: lo que ha hecho es dar a sus textos una nueva forma de cohesión. El excelente filólogo y cantautor que es, el reconocido estudioso y el traductor se aúnan aquí en un ejercicio de intrínseca y endógena hermenéutica, de la que él y su obra salen muy bien parados. Desde la Ringkompositio, la composición anular que el primer poema y el último del libro forman, hasta la variedad formal que tanto lo enriquece (verso libre, sonetos con predominio de la rima en -iento, albadas, tangos, milongas, poemas en prosa, epístolas, romances, poesía gnómica a manera de haikus pero sin serlo, uso de tópicos y expresiones propias de la epigrafía funeraria) y la escritura en varias lenguas (español, catalán, italiano) le confieren un plus inigualable. Pero lo significativo aquí no son las acertadas soluciones dadas sino el valor poético de las composiciones, de muchas de las cuales se indica además su fuente. No faltan pastiches y parodias, ni guiños al lector para hacerlo partícipe de sus complicidades. Homo viator, deja constancia de su triste - o no tan triste- condición de caminante. Lo que hace que abunden los poemas derivados del paso por ciudades, sobre todo italianas: Florencia, Verona, Pompeya, Venecia, Ferrara…, que lo convierten -dice- en parte del paisaje y de las bibliotecas visitadas, a las que rinde sentido recuerdo y homenaje. Grave y ligero a un mismo tiempo, metafísico y lúdico, tierno y burlón, Micó es también culturalista y elegíaco con predominio del ojo o del tacto, con ecfrasis de Leonardo y Brueghel y sin renuncia al tratamiento histórico o moral: Perquè el paisatge de la nostra sang/ i la nostra barbarie / és encara el mateix: / la mar que crema i el sol que ennuega. Micó escribe en y desde la opaca ilusión de las palabras, en las que encuentra un sentido a las cosas y un catálogo de la realidad. Dueño de un pulso firme, sintetiza cuanto la mirada abarca y lee en la superficie de las personas y de los objetos cuanto en ellos hay de profundidad. Se le deben poemas como «Muchacha vieja», «Ver a Marta nadar», «Nombres de Atocha», «Cementerio alemán», «Georgina Hübner de Jiménez», «Diego del Gastor», «Adiós», «Silbo sin aire», «Biografía», «Tango amargo» o «Fin de este mundo» y tantos otros que no pueden faltar en ninguna antología.

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