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EL CAMINANTE

No confundáis a Carles Santos

Ilustración: T. Gorria

La confusión y la falta de criterio imperan en la gestión de algunas de las más importantes instituciones culturales valencianas, especialmente en lo que a la música se refiere. Probablemente no hay mala intención en ello, pero sí falta de conocimientos y formación, combinada con grandes dosis de atrevimiento. Y, por supuesto, una negligencia culpable en quienes nombran y mantienen a los responsables pese a públicas ejecutorias entre el despropósito y el estropicio. Todo esto se comenta habitualmente en privado en el sector con una especie de dolorosa resignación.

Por eso resulta muy estimulante que alguien haya alzado la voz para denunciar lo inadecuado de poner el nombre de Carles Santos a unos premios que otorga la Generalitat a los grupos valencianos «de todos los estilos». Dolors Cid, esposa que fue del pianista, compositor, escenógrafo y polifacético artista de Vinaròs, ha pedido que se retire el nombre de Santos a esos premios en unas declaraciones que publicaba este periódico el pasado martes. «Me duele mucho que tenga que llevar su nombre un acto como este, que no le representa y con el que de ninguna forma él se sentiría en sintonía», decía Dolors Cid. Y añadía que los organizadores no conocen a Carles Santos ni su obra y que el compositor «tenía especial aversión» a los cantautores, al folklore y a otros géneros que figuran en el programa de los premios.

Con independencia de las aversiones de Santos, a mi juicio no se trata de rechazar ningún estilo o forma musical, sino de no mezclar entre sí cosas que deben tener consideración y tratamiento diferentes. Carles Santos, que murió en 2017, fue un músico de impresionante carrera y conocimientos, formado en Francia y Alemania, que a los 10 años de edad daba conciertos de piano. Creador genial, muy influido por Joan Miró y Joan Brossa, con rasgos surrealistas y de provocación, montó grandes obras músico-escénicas, como Tramuntana Tremens, que tuve la fortuna de ver en el Teatro Principal de Valencia en 1990. Y también fue un impresionante pianista. Recuerdo especialmente el memorable concierto en el Teatre Micalet en 2003, cuando presentó su obra Mos de gos y mostró de qué es capaz un músico genial sentado durante una hora a un piano de gran cola.

Todos los tipos de música tienen sus características, su público y la adecuada manera de valorarlos; pero no todo es igual, ni requiere la misma formación o estudio. Por eso es simplemente una cuestión de cultura y sentido común que los responsables culturales no desprecien estos dos conceptos básicos como guía de sus actuaciones. No es lo mismo Carles Santos que un cantautor o que un grupo de rock o de folk. Como tampoco un auditorio como el Palau de la Música, ahora en triste pausa indefinida tras el hundimiento, está pensado para «todo tipo de música». Sus dos salas cerradas fueron diseñadas por José María García de Paredes con la ayuda de muy especializados estudios acústicos para albergar música sin amplificación. La música amplificada no se oye bien y puede causar perjuicios a las salas. Además, dispone de una infinidad de locales mucho más adecuados para ser presentada y disfrutada.

Dolors Cid tiene toda la razón, y me uno a su petición de retirar el nombre de Santos a esos premios. El del compositor de Vinaròs debería ser utilizado para galardones que honren su obra y su memoria. Sería un primer paso para deshacer la niebla pegajosa de la confusión.

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