Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crónicas de la incultura

Vacuna cultural

Vacuna cultural

¡Al fin la vacuna! Llevamos una semana desde que se inició la campaña de vacunación contra el covid-19 y parece que haya pasado un siglo. La gente empieza a hacer proyectos. Que si planear las vacaciones estivales, pues estamos sin color y en bajísima forma física. Que si cambiar de piso, porque esta covachuela en la que hemos pasado el confinamiento era angustiosa. Que si buscar trabajo con una mínima posibilidad de encontrarlo, ya que ahora la economía no tiene más remedio que repuntar. Que si ver a Fulanito y a Menganita y a la peña del club y a los amigos de la infancia y, sobre todo, a mis hijos, a mis nietos, a mis padres, no se imagina lo que estamos pasando. Volvemos a tener ilusiones, desmintiendo la idea de que los humanos somos seres históricos. Este supuesto aparece en muchos filósofos como Dilthey o Hegel y entre nosotros singularmente en Ortega y Gasset para quien «el hombre no tiene naturaleza, lo que tiene es historia». Es verdad, somos nuestros recuerdos, hasta el punto de que una persona abismada en la pérdida de la memoria ya no es persona. Así y todo, aunque el pasado es reconocible y el futuro resulta imprevisible, en este punto me voy a declarar marxista. Fue Karl Marx quien con mayor empeño cifró la condición humana en la capacidad de planear el futuro con el convencimiento de que sería mejor que el presente. Esto quiere decir que el pensamiento progresista casi es la antítesis de lo progre. Los progres fosilizan el pasado y no suelen ser muy diferentes, en el fondo, de los reaccionarios. Los mitos religiosos, los mitos nacionales, los mitos sociales sustentan un monstruoso engaño contra el que es preciso vacunarse. Mientras creamos en el pasado e intentemos recuperarlo estaremos incapacitados para proyectar el futuro.

Sospecho que esta pandemia, que ojalá haya entrado en vías de contención, para cuando de verdad sea un mero recuerdo, se habrá llevado por delante algo más que esos dos millones de muertos que lloramos en todo el mundo. El año pasado todavía creíamos que podía sostenerse un modelo económico basado en el empleo precario: ahora sabemos que no es así y que cuando la gente tiene que dejar de trabajar contra su voluntad, el sistema se derrumba estrepitosamente. El año pasado todavía creíamos que la globalización era un asunto económico: ahora sabemos que no es así, que global significa todos importan, a todos nos afecta y, consiguientemente, todos tenemos que arrimar el hombro. El año pasado todavía creíamos que la naturaleza estaba a nuestro servicio, que la habíamos domado y podríamos continuar explotándola indefinidamente: ahora sabemos que se ha rebelado y que nos mandará muchas otras epidemias todavía más mortíferas para acabar con estos prometeos que se alzaron contra los dioses.

Puede que la nueva vacuna nos traiga inmunidad biológica de grupo: lo que no tengo tan claro es que hayamos adquirido una inmunidad ideológica correlativa, más bien al contrario. Podría suceder perfectamente que el compacto grupo animal se disolviese en minúsculos grupúsculos sociales ferozmente enfrentados. La razón de la eficacia de las nuevas vacunas estriba en que no combaten directamente al invasor, sino que cambian el sistema defensivo del organismo invadido. Trasladado al sistema cultural, sería como si, en vez de combatir la xenofobia y el clasismo, cambiáramos las convicciones sociales que los legitiman. Por desgracia, nos faltan vacunas culturales, vacunas que no nos proporcionarán ni Pfizer ni Moderna. Esas vacunas solo pueden venir de la escuela y de los libros. Pero no de la escuela que se ha burocratizado y machacado a sus mejores cabezas ni de los libros que lanzan editoriales filibusteras sin otro ánimo que coger la bolsa y salir corriendo. Apañados estamos. Estas falsas vacunas culturales me recuerdan a los remedios de la madre Celestina que tan populares se volvieron durante la pandemia, desde el atracón de las cloroquinas hasta la inyección de lejía en vena.

Compartir el artículo

stats