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Poeta doctus

«Jàfer ha descobert que els laberints —com els deserts— revelen llur centre sols als que hi entren, car són laboratoris d’entrada i eixida; però com explicar-ho sense perdre-s’hi?

Dogma de fe en la poesia, desert enjardinat».

De «Orquídia, jardí desert?».

Nota de Lluís Roda

Poeta doctus

Como recuerda Lluís Roda en su sintético epílogo, Salvador Jáfer formó parte , junto con Joan Navarro y Josep Bonet, de la renovación lírica de la segunda mitad de los sesenta del pasado siglo y, sobre todo, del intento de modernización temática y lingüística entronizada en la poesía catalana de los años setenta por Pere Gimferrer. Esta voluntad de modernización ha persistido como un rasgo distintivo en la escritura poética de Jàfer, que no sólo nunca renunció a ella sino que la profundizó y amplió llevándola a un altísimo nivel de creación, constituyendo con ella un sólido universo singular y propio. La exactitud de la palabra, el valor del sonido, su casi masticable sensualidad, la sugerencia de sus imágenes (ocell de ploma intacta, sendra esquilladitsa), la perfección de su sintaxis y la intensidad y belleza de su metáforas demuestran el gran poeta que ha sido y es. Desde su primer libro he seguido su curso sin sufrir nunca la menor decepción: en él todo es ascenso. Y tanto en el uso del verso libre como en el de la rima (como en «Obscur» o en «Tres joiels energètics») o en el del poema en prosa, del que se ha servido tanto que ha hecho un uso rítmico y sabio, suprimiendo -como el Aleixandre surrealista- las fronteras de los géneros y utilizando la escritura automática como un cauce para decir su modo de verdad. O, buscándolo, como Foix, en la cerrada forma de los sonetos. O, entre Horacio y Leopardi, encontrando su expresión más apropiada en un poema como «L’oració a la vall».

Poeta doctus e investigador de las posibilidades del lenguaje a la vez, como testimonian sus versiones de otros poetas, algunas de las cuales se recogen aquí, Jàfer ha ensayado multitud de máscaras para poder articular la que más le costaba asumir y a la que ha tardado años y poemas en llegar: la que del oscuro envolvente con que la ocultó en su juventud ha pasado a ser el más claro emblema de su madurez. Esta antología suya supone – y no pocas veces lo es – una reescritura de sus textos también, que se presentan aquí de un modo nuevo, al introducir cambios en su forma o su disposición, ahora más asentada que en su inicial versión o más acorde con los actuales principios de su autor, porque para él «La poesia és un sistema de vida» y «Cada gota de temps que es destila en l’espai perfora les fondàries del pensament boirós». Lo que explica los variados rostros de su poética a lo largo de su evolución y desarrollo temporal.

La metapoesía -que informa gran parte de los mecanismos de su obra- incluye tanto la frase gnómica («L’amor és foc. L’Instant és fum») y las aliteraciones muy logradas, como la mitología, que sirve de clave de cifra en los Argonautas de «Cant de combat», o el platonismo que informa «Diàlegs amb l’Absent», en el que tematiza el sentimiento de la heterogénea realidad del ser y el problema de la identidad. Ausiàs March, Jordi de Sant-Jordi, Garcilaso, Rimbaud, Pessoa, Pound, Wallace Stevens, Seferis, el Cavalcanti que más interesó a Eliot, Borges… son puntos del mapa mental de este poeta, que se siente la ausencia como realidad, la melancolía como autoextrañeza y el yo como continua ficción.

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