La siembra de la alegría de la primera infancia

El poeta de Càrcer, Raúl Carbonell, ha construido una novela costumbrista sonbre un texto de 1967

La siembra de la alegría  de la primera infancia

La siembra de la alegría de la primera infancia / Ximo Albinyana

Ximo Albinyana

En la mejor de las tradiciones se atreve Raúl Carbonell con este ‘Las Flores Verdes’ que, si bien es un libro del 67 del siglo pasado ha sido tamizado por la sintaxis actual del autor. Esta imbricación de un texto de juventud con otro de un escritor con oficio ya consolidado, nos da una obra sorprendente. El autor habla en primera persona a su sobrino (al que por otro lado le dedica el libro), una segunda persona que más bien es la excusa para la reflexión. Es como ese silencio, por otra parte presente en toda la obra, necesario para ordenar los pensamientos y lanzarlos hacia el futuro.

Visto exclusivamente como obra de un autor de 17 años llega a ser perturbadora. Es necesario para entenderla y gozarla totalmente, tener en cuenta que la obra, es la original, pero que ha sido pulida con la piedra pómez de la maestría que el tiempo transcurrido ha logrado. Si además conoces al autor y su obra, ya en su madurez, percibes que el resto de su obra, la que ha escrito a partir de este libro, ha sido coherente, los lugares que se anuncian después serán vividos y escritos con la intensidad de las diversas etapas del vivir, saboreados según el paladar que hemos aleccionado a lo largo del tiempo con nuestros deseos y esperanzas.

Este centauro literario bien podría ser escuchado en el ágora de Càrcer. Creo que no habrá ningún personaje grande o pequeño (del año 1967 y anteriores) que no tenga su homenaje, ni hay ningún rincón del valle de Càrcer al que Raúl no muestre un amor y una admiración indisimulable. Me consta que el amor y el respeto en este caso del autor a su pueblo y su valle, es mutuo y por lo visto, al menos en este caso, viene de largo.

En la novela se hace referencia a Juan Ramón Jiménez y de Rabindranath Tagore de los que sin duda bebe, también a Blasco Ibáñez del que en mi opinión puede sentirse más cercano, no solo por ser autores valencianos, que aman a su patria, sino porque Las Flores Verdes es una novela costumbrista al mejor estilo. Y aunque puede que el autor en aquel momento temporal no conociera a Fernando Pessoa, me he encontrado con pensamientos, figuras simbólicas muy del estilo del portugués. En mi opinión ningún autor que se precie, sufre una gran influencia de ningún otro, ni pasado ni contemporáneo, sin embargo beberá y le influirá, siendo el resultado final la suma del todo: su propia obra. Este es el caso; una obra original, bella, en algunos puntos magnifica y brillante, con frases que merecen un marco. Encontrarán ustedes, queridos lectores, 75 cuadros. Cada uno tiene vida propia y a la vez está conectado con el anterior o con alguno que leerá más tarde, cada cuadro nos pinta un paisaje con sus personajes al que el autor les da la vida, pero que corresponderá al lector colorearlo según su propia experiencia. Raúl Carbonell Sala, dramaturgo, novelista y poeta nos regala una obra que vale la pena leer sin duda.

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