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El realismo doméstico de Jesús Carrasco

«En parte somos de donde pasamos la infancia, pero lo más determinante es la familia»

El realismo doméstico de Jesús Carrasco

En Intemperie el niño huía y en Llévame a casa vuelve el hijo. En medio de ambas novelas Jesús Carrasco publicó La tierra que pisamos, una historia sobre la forma de relacionarnos con la tierra. Con solo tres novelas Carrasco es una de las voces emergentes. «Cada novela tiene su vida propia, pero hay vínculos entre ellas, porque en las tres hay un personaje que está perdido y desea vivir serenamente», comenta el escritor que con Llévame a casa (Seix Barral) despacha con brillantez la profundidad de la narración sencilla. El paradigma de la novela familiar -o doméstica- que refleja los conflictos generacionales sin pasar demasiadas cuentas, sino desde una óptica de consenso pedagógico.

El protagonista, Juan, regresa a su pueblo natal por la muerte de su padre, aunque con intención de volver a Edimburgo donde escapó de la familia. Sin embargo una inesperada noticia cambia los planes que le obligan a penetrar en el universo de su madre y su hermana. Todo con un detallismo extremo. «En parte somos de donde pasamos la infancia, pero sobre todo somos de nuestra familia, mucho más que del lugar del que nacemos», porque insiste que «lo determinante es la familia».

Algo de autobiográfico hay en la historia porque Jesús Carrasco (Olivenza, Badajoz, 1972) también se marchó a Edimburgo. «Cuando te cambian el escenario puedes sentirte más aislado, porque la parte que está más cerca de ti desaparece. A mi me ha pasado, y por eso he visto con más atención mi país».

Llévame a casa la escribió casi en un mes, diciembre de 2019, antes del confinamiento, pero se lee con los ojos pandémicos, porque hay páginas ahora próximas. «La pandemia ha puesto de manifiesto muchos aspectos de la realidad que tienen que ver con lo doméstico, con lo que pasa en casa con la familia y los ancianos. Nos ha agudizado el sentido de la realidad».

Doméstico mágico

«Es función obligatoria de todos los hijos volar de los padres, una ruptura que siempre produce dolor, pero hasta cierto punto, porque llega un momento que te vuelves a encontrar con tus padres en una edad más adulta y entonces vas comprendiendo muchas decisiones que tomaron».

Carrasco se dio cuenta viviendo en Escocia de la misión «importantísima» que cumple la familia en nuestra cultura como colchón de bienestar social, porque «el sistema de cobertura del estado del bienestar nunca va a dar lo mismo que da la familia», expone. En la novela se dice que «no solamente tu hijo te va a permitir volver al lugar que naciste», una defensa de que una parte de la dependencia debe ser asumida por el estado y otra por la familia. Reitera que «la familia es capital, como hemos visto en España durante la crisis de 2008, sin ir más lejos. Incluso en esta misma crisis, donde vuelve a ejercer de colchón de protección social, el más extendido y sólido que hay».

La novela muestra el ejercicio de adaptación cívica y social de las dos generaciones retratadas, algo que emociona a Carrasco. «El otro día iba por la calle en Sevilla, vi a dos chicos cogidos de la mano, pensé que cuando era joven eso era impensable, y detrás venía un matrimonio de ancianos también cogidos de la mano. Me parece muy hermoso porque no es la España donde yo crecí. Es un símbolo de salud social».

«En términos generales somos una sociedad muy plástica y a pesar de todo lo que se dice, tenemos una gran cuota de tolerancia», sostiene, y pone el ejemplo de la ley antitabaco. «Se fumaba hasta en los autobuses urbanos, y de la noche a la mañana se acabó. De repente una actitud que estaba enraizada en la sociedad se consideró que era perniciosa, se acabó sin ningún altercado, ni trauma social». Pero avisa que «hay posibilidad de retroceso». «A medida que la situación económica es más apretada y más precaria para mucha gente, existe la posibilidad que nos vayamos a los extremos, con ideas más de ruptura que de consenso. Por eso es importante salir de esta con un buen sistema de fortalecimiento de lo común, en el caso social o en el sistema educativo, porque son espacios donde las diferencias se amortiguan».

Escribir es sentir y sufrir, pero reconoce que este libro le salió fluido en menos de cuatro semanas, aunque dedicó un año a reescribir y corregir. «Es muy agradable escribir sin sufrir», reconoce. Igual que leer Llévame a casa, subido en ese imaginario Renault 4 o Renault 6 que fueron los vehículos familiares de muchos.

Confiesa fascinación por la poesía -«leída más en la juventud»-, pero hay un poeta en particular, contemporáneo y desconocido de la zona de Sevilla, que recomienda: «Juan Álvarez y su Por qué cortarse una oreja (Valparaíso), porque recupera esa poesía que había leído en Celaya, Machado y Miguel Hernández».

«Juan se vuelve hacia su madre y la ve alejarse en la tarde». Es la última frase de un libro deslumbrante y cercano.

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