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Clonen a César Aira

La primavera literaria celebra el bicentenario de Baudelaire y la concesión del Premio Formentor a César Aira. Una concurrencia que no puede ser casualidad, pues el escritor argentino tiene como divisa el último verso de Las flores del mal: «¡Al fondo de lo desconocido para encontrar lo nuevo!». Además, se cumplen sesenta años de la concesión en 1961 a Jorge Luis Borges del Premio Internacional de los Editores, que se otorgaba en paralelo al Formentor. Un premio que significó el lanzamiento internacional de Borges, el autor más rastreable en la prosa de Aira. Pero no acaban aquí las coincidencias, ya que hace justo diez años, tras más de cuarenta de permanecer en el limbo, el recuperado premio de 2011 recayó en Carlos Fuentes, otro escritor clave en la obra de Aira. Y así, unos años atrás, César, un personaje del propio Aira, camuflado como un inofensivo escritor, se infiltra en un encuentro literario con el objetivo de clonar al escritor mexicano y crear un ejército de intelectuales con los que dominar el mundo. Quien lea la divertidísima novela El congreso de literatura (Mondadori) tendrá ganas de clonar al mismísimo Aira por el sencillo procedimiento de leer más libros suyos.

César Aira (1949) ha publicado un centenar de libros y es un escritor maravilloso y raro, es decir un artista, no un escribidor. Él mismo reconoce que los artistas son gente bastante extravagante y sostiene que «no es el arte el que los hizo raros, sino que la rareza los llevó al arte», aunque admite que puede haber un efecto recíproco. Un artista que relativiza mucho la falta de estilo, que en su caso convirtió en estilo propio y que, como bien ha destacado el jurado del premio, recuerda la improvisación jazzística.

Y para seguir el juego de los aniversarios y las coincidencias literarias, puede recordarse Cumpleaños, texto escrito en el cincuenta aniversario de su nacimiento, en el que reflexiona sobre el tiempo y el oficio de escribir y que finaliza con una pirueta genial entorno a la figura de Évariste Galois, uno de los más grandes matemáticos de la historia. En 1832, Galois, con apenas veinte años, temiendo morir en el duelo que tenía a la mañana siguiente, como así iba a suceder, sintetizó en una noche una de las obras fundadoras de la matemática moderna. Aira explica que Galois, lo pudo hacer porque a diferencia de la literatura, las matemáticas tienen la notación adecuada. Y no es de extrañar que la figura de Galois fascine también al novelista de formación matemática Hervé Le Tellier.

Tal vez, cuando los astros vuelvan a orientar la geopolítica del Nobel hacia las letras de América Latina, en Estocolmo suene la voz de César Aira.

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