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El homenaje al amor más generoso

El homenaje al amor más generoso

Premio Primavera de novela 2021, ‘Los ingratos’ de Pedro Simón es una crónica costumbrista familiar y sentimental de la España rural de los años setenta. Las páginas del libro son todo un retrato de una sociedad que miraba al futuro y que, empecinada en él, se olvidó de dar las gracias a la generación que lo hizo posible.

¿La vida está llena de ingratos?

Sí, y es una ingratitud condenada a repetirse entre generaciones. Es un sentimiento que, sobre todo, tienes cuando vas a un velatorio o un cementerio y las palabras o los gestos ya no sirven de nada. Le tenía que haber dicho, le tenía que haber dado, nunca le dije... En esta sociedad del postureo parece que se esconde todo lo que tiene que ver con los sentimientos y a mí eso me da por culo porque, joder, somos calderas de combustión de ellos aunque no los mostramos porque parece que eso es un síntoma de debilidad. El problema es que, generalmente, se es ingrato con los mayores y eso es un pesar y una espina.

¿Tan difícil es dar las gracias o acompañar las frases de un por favor?

A la generación que nacimos en los setenta nos enseñaron muchas cosas, entre ellas, la palabra austeridad. Nos enseñaron que las cosas con menos son más y eso tiene que ver con la generosidad. Otras de las palabras que nos enseñaron fue perdón, por favor y gracias, algo que con el paso del tiempo se está perdiendo. Para mí, las gracias y la ingratitud tiene que ver con un pueblo al que no hemos regresado, con una gente mayor que nos hizo crecer y a la que no le hemos agradecido lo que hicieron y además tiene que ver con unos instantes a los que no vamos a volver. Todo esto me genera mucha desazón y por eso la novela se titula Los ingratos. Un amigo, el guionista de La Casa de Papel, me dijo algo muy bonito ‘Voy a regalar este libro como una forma de decir te quiero’ y me pareció bien tirado.

¿La generosidad de Emérita es la generosidad de todas y cada una de las cuidadoras que han llevado a generaciones posteriores a poder empoderarse?

Sin duda. Yo vengo de ese escenario. Me crié en un medio rural, soy hijo de una maestra y cuando llegamos a pueblo empezaron a pasar cosas. El libro cuenta esa historia unido a la de una cuidadora, Emérita, que tiene muchos estigmas, como el de ser mujer, sorda, que vive sospechosamente sola, que no tiene hijos... Una mujer que irrumpe en la vida de este niño con una generosidad desmedida. El viaje del ámbito rural al urbano lo hicimos gracias a esas mujeres o, no sé, enterrándolas porque ellas se inmolaban sabiendo que su sitio no estaba en la gran ciudad. A esa gente no le hemos dado las gracias.

¿Las huellas que muestra la novela son las que usted arrastra?

Sí, venimos de la generación de la culpa, muy condicionados por una educación católica que nos ha lastrado bastante. Eso pesa en la novela porque el niño arrastra la sensación de culpa por su relación con la mujer que le cuidó. En el relato también pesa la nostalgia, ese viaje de regreso que todos querríamos hacer. Yo he tratado de regresar a ese lugar en el que fui feliz, que es gozoso pero también doloroso.

¿La novela es una reivindicación?

Es un gilipollez eso de Cualquier tiempo pasado fue mejor, pero sí es una reivindicación de otro modo de vida, de una forma de educar, de una sociedad con menos complejos y complicaciones. Hoy estamos en otras cositas.

Con palabras mayúsculas es una historia de amor.

Amor y desamor, es soledad y compañía. Es una historia de amor que da de qué hablar y de sospechar. Por eso creo que hablar de sentimientos es algo sospechoso. Nos cuesta hablar porque se ve como algo cursi o ridículo cuando es un motor fundamental, como también lo es el odio.

¿Qué le dijo su familia al leer el libro?

Le dije que, aunque se pareciera mucho, o demasiado, tuvieran claro que esta no era su historia, que no era nuestra historia. Mis hermanos me dijeron que habían llorado bastante y se habían emocionado. Mi madre que es implacable me dijo que le había gustado mucho y eso dicho por mi madre es la hostia.

Aunque ese ya es un premio, ¿ganar el Primavera de Novela es un respaldo, un trampolín o una responsabilidad?

Una marcianada. Que elijan tu segunda novela entre más de 1500 como ganadora de un premio tan importante me llena de desconcierto y alegría a partes iguales. Lo de la responsabilidad no lo siento.

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