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EL CAMINANTE

Música y ausencias en Granada

El perfecto círculo de columnas dóricas que rodea el patio del Palacio de Carlos V acoge un público más numeroso que el del año pasado en una noche fresca de junio. Sigue habiendo restricciones y los asistentes utilizan mascarilla. La Orquesta Ciudad de Granada interpreta con brillantez el Divertimento con brio de Jörg Widmann y luego hace una impresionante versión del Divertimento Sz. 113 de Béla Bartók. En el podio, la esbelta figura de Klaus Mäkelä, director finlandés de 25 años. No hay pausa. Mäkelä y orquesta ofrecen una Séptima sinfonía de Beethoven, con meticulosa repetición de la exposición del primer movimiento, llena de fuego, profundidad, intensidad e infinidad de bellos detalles.

Mäkelä, director revelación, dio también muestras de su perfecta técnica y rica musicalidad en el concierto de tres días antes, cuando el onubense Javier Perianes hizo una magistral interpretación del Concierto de Grieg antes de recibir de manos de Alfonso Aijón la medalla del festival que dirige Antonio Moral.

El Cuarteto Bretón inicia el ciclo Crumb-Lorca Project, que incluye las obras del estadounidense Robert Crumb relacionadas con García Lorca. El cuarteto Black Angels presenta una rica variedad de sonoridades con los instrumentos amplificados electrónicamente. No falta una especie de armónica de cristal con copas de agua frotadas con arco, ni tampoco citas como el gregoriano Dies Irae o el Cuarteto ‘La Muerte y la Doncella’ de Schubert.

La Huerta de San Vicente, que fue casa de verano de la familia García Lorca, se puede visitar. Hay dibujos originales de Federico y carteles del grupo teatral La Barraca. De allí se fue en 1936 a casa de su amigo el poeta falangista Luis Rosales, tras el triunfo en Granada de la sublevación militar de 1936. Pero no pudo evitar con ello ser detenido y fusilado el 18 de agosto. Hubo miles de víctimas de la represión en Granada.

El turismo se va recuperando, pero no hay muchos visitantes en la Huerta de San Vicente. Menos aún en la casa-museo de Manuel de Falla, el Carmen de la Antequeruela Alta, en la subida a la Alhambra, donde vivió desde 1922 hasta marchar al exilio en 1939, del que nunca volvió. La casa está repleta de recuerdos personales y se puede ver la habitación en la que se reunía con Lorca y otros amigos. También hay una oscura y angosta estancia donde Falla, muy religioso, se recluía a rezar cuando había fusilamientos. La casa es modesta y tiene acceso a una bella terraza no muy grande, con una pequeña fuente y un busto del compositor, obra de Bernardo Olmedo. La vista de Granada es impresionante y la terraza vacía subraya el recuerdo del poeta asesinado y el compositor ausente.

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