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DIME QUE ME LEES

Lesbiana y musulmana

Es un libro muy valiente y magníficamente escrito. Pero también es la constatación de un fracaso. Se llama La hija pequeña. Lo ha firmado Fatima Daas, seudónimo escogido por una joven escritora. En castellano lo ha publicado Cabaret Voltaire. La protagonista también se llama Fatima Daas.

Todos los capítulos comienzan igual «Me llamo Fatima Daas…». Una especie de letanía, a la que siguen otros atributos que constituyen su compleja identidad de francesa, hija de padres argelinos. Vive en la periferia parisina y se siente orgullosa de ello, de ser una «banlieusarde», a la que le cuesta una hora y media de autobuses y metros llegar a la universidad. Es musulmana, creyente y practicante. Desde muy joven sabe que es lesbiana. En el instituto agrede a un chico al que llama «maricón de mierda». Es partidaria del poliamor, pero la homosexualidad la vive como un pecado. Teme estar ensuciando su nombre, que es el de un personaje simbólico del islam. Ha pasado cuatro años en terapia. Pero no logra conciliar su fe y su condición sexual.

Fatima Daas no se llama Fatima Daas, un seudónimo al que recurre porque no ha acabado de salir del armario. No se ve capaz de decirle a su madre que es lesbiana. En una mezquita consulta con una feligresa el caso de «una amiga lesbiana», que le dice que Alá es misericordioso, pero que no debe convertir el haram en halal, en lícito lo ilícito. También consulta el caso de «su amiga» con un imam. El clérigo le recomienda que se case, que rece y que haga abluciones.

En Sexo y mentiras, también publicado por Cabaret Voltaire, la escritora francesa Leila Slimani, hija de padres magrebíes, mantuvo una serie de entrevistas sobre la vida sexual en Marruecos. La investigadora Asma Lamrabet relata cómo a la pregunta de ¿qué es la religión para vosotras?, formulada a sus alumnas por unas profesoras musulmanas de Estados Unidos, la mayoría contestó que el miedo. Lamrabet constata que la misoginia es inherente a toda la humanidad y que todas las religiones coinciden en el tema de la sexualidad.

Fatima Daas, como tantas personas religiosas, se tiene por una pecadora porque asocia la vida sexual a la noción de impureza. Algo que, decía Nietzsche, es «el auténtico pecado contra el espíritu sano de la vida». Desgraciadamente, Fatima Daas no se llama Fatima Daas. Más que un seudónimo, Fatima Daas es un nombre de guerra de quien vive una parte de su vida en la clandestinidad. Y, como señala el politólogo Omar Saghi, la clandestinidad sexual va de la mano de la clandestinidad política. También, en muchas esferas de nuestras sociedades democráticas. Una razón más para embalar el Arco de Triunfo.

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