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Un IVAM para Julia

Un IVAM para Julia

He pasado unos días en Zurich y he vuelto a su impresionante museo de arte contemporáneo, la Kunsthaus, ahora ampliada con un nuevo edificio. Es obra de David Chipperfield y se ha inaugurado hace un mes frente al antiguo edificio de estilo sezession de Karl Moser. El tranvía que cogí al lado de casa de Julia nos dejó en la misma Heimplatz. El viaje fue un tanto taciturno por la inevitable evocación de los tranvías perdidos de mi infancia. Luego, a la melancolía le sucede el disgusto por su liquidación. Después, uno intenta consolarse pensando tontamente que no fue sólo una burricie valenciana.

En un lateral de la fachada del edificio antiguo, que es un poco neogriego, se alza el sobrecogedor bronce de Rodin La puerta del infierno. Al otro lado de la plaza, el edificio de Chipperfield contrasta con el de Moser por la sencilla elegancia de sus líneas y la austeridad de los materiales exteriores. Entre ambos, cien años de historia de la arquitectura unidos por el respeto a la escala de Heimplatz y un subterráneo que atraviesa la plaza.

Julia no tenía muchas ganas de venir, prefería quedarse a jugar con sus amigas. Nos dan unas audioguías y nos explican que para usar la infantil, hay que pulsar el número que aparece junto a un pingüino en algunas de las cartelas. El primer pingüino está junto a Le couple (Les Misérables), un cuadro de Picasso, nada fácil para sus ocho años, que mira con atención. Ante mi sorpresa, me dice que le ha gustado y que sigamos con la visita. El siguiente es un cuadro más amable, un óleo de André Derain que se llama Barcos en el puerto de Collioure. Julia se ha olvidado por completo de sus amigas y sólo quiere buscar el siguiente pingüino: una siesta pintada por Matisse también en Collioure, un retrato de Modigliani… Está encantada y por el pasadizo llegamos al edificio de Chipperfield con sus paredes de mármol, sus molduras de bronce y sus amplias salas. Mi sorpresa es mayúscula cuando la veo mirar atentamente el cuadro de Mark Rothko, Sin título (blanco, negros, grises sobre granate), 1963, una obra que, sinceramente, a mí me deja muy frío. La niña lo mira de arriba abajo y se sienta en el suelo. Está entusiasmada y me lo cuenta a su manera. Estoy a punto de pedirle su audioguía, pero no entiendo el alemán.

De regreso a València, pienso en el IVAM, que se inauguró cuando la madre de Julia tenía su edad. Han pasado más de treinta años y sigue sin tener audioguías, ni infantiles ni para adultos. Lo están estudiando, me dicen. Vaya usted a saber cuándo uno podrá ir con Julia al IVAM.

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