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Almudena Grandes en el Valle de Arán

Un repaso con tintes literarios y admiración personal sobre la comprometida escritora que falleció hace justo una semana en Madrid.

La escritora Almudena Grandes, recientemente fallecida.

Sesenta y un años son muy pocos años para morirse cuando se tiene el talento y la capacidad de trabajo de la escritora madrileña Almudena Grandes que nos acaba de dejar, víctima del cáncer. Siento mucho su muerte. Me siento huérfano de sus historias plenas de alegría y de resistencia. Soy lector y deudor de su literatura. En particular de la parte de su obra que podríamos calificar como de novela histórica o «de la memoria» (esta segunda vertiente ya no la tengo tan clara), de sus narraciones que tratan de la guerra civil -que la historia como disciplina fija entre 1936 y 1939- pero que para la novelista y para muchos de sus lectores, entre los que me cuento, se trata de aquella «guerra interminable» cuyos dolores y sombras parecen resistirse a dejarnos. Y Almudena Grandes se había propuesto contarnos algunos de los «episodios» de la misma, los que, tal vez, a ella más le impresionaban, siempre desde el lado y la óptica de los perdedores y de las mujeres, doblemente perdedoras.

Era y es inevitable pensar en ‘Los episodios nacionales’ de Pérez Galdós. La escritora siempre mostró su admiración por don Benito y peroró acerca de su importancia literaria. Se ha dicho y escrito de ella que era una mujer galdosiana. Y, sin embargo, me resisto a hacer comparaciones porqué llevar las cosas literarias a cauces que se asemejen a las explicaciones racionales resulta casi siempre extremadamente inútil. Admiremos a Galdós amaestrando las turbulencias de su siglo XIX y a la Grandes en su siglo XX con sus décadas infernales de guerras europeas, cuando no mundiales y sobre todo con esa guerra de España y su terrible posguerra.

No era el dato ni la referencia documental lo que yo buscaba y encontraba en novelas como, por ejemplo, ‘Inés y la alegría’ (2010), ‘El lector de Julio Verne’ (2012) o ‘Los pacientes del doctor García’ (2017). Por cierto. ¡Qué maravilla de títulos! ¡Que asombroso y trabajado contenido! Lo encontrado, casi siempre superaba el inicial propósito, era como… encontrar un tesoro, el de la pulsión dramática que entreteje la autora para penetrar la vida de sus personajes, el de la atmósfera psicológica que recrea en el contexto humano y social de aquellas batallas…

«Almudena Grandes [escribí en ‘La España del maquis’ (Punto de Vista, 2016) a propósito de la frustrada ‘invasión’ del Valle de Arán en octubre de 1944 y de los amoríos entre Jesús Monzón y Carmen de Pedro dirigentes del PCE en Francia] interpreta así la convivencia de esta extraña pareja: “Carmen cree que los dos forman un equipo en el que él manda y ella solo se ocupa en ponerse guapa sin preocuparse de nada…” [o, más adelante cuando Monzón (desde Madrid) decide poner en marcha la operación guerrillera sin contar con Ibárruri ‘La Pasionaria’]: “Ríete de mi ahora, Dolores, ríete ahora, anda y ya veremos quién se ríe el último…”. Ambos fragmentos están extraídos de los comienzos de ‘Inés y la alegría’ que es, sin duda, para el que esta columna suscribe, de entre sus «episodios…» publicados, mi novela favorita.

También es, por mi parte, el momento de lamentarme. El de hacer memoria y evocar el recuerdo. Me pesa el no haber podido concluir la conversación que la escritora y yo dejamos pendiente a mediados de 2018, no mucho antes del comienzo del siniestro episodio pandémico que seguimos viviendo. Fue la última vez que la vi, presencialmente y sin mascarilla, y degusté de su conversación, de su voz segura y profunda. Diez minutos deliciosos en los que tras la alegría del reencuentro hablamos de libros y algunas cosas más. Fue en su última visita a L’Eliana para recoger el premio a la mejor escritora y participar en el acto central como protagonista en la II Setmana de les Lletres que organiza anualmente el ayuntamiento de la localidad. La tarde era primaveral. Le regalé mi libro y quedamos para continuar después del acto. No pudo ser y ahora lo lamento mucho.

Almudena Grandes es uno de los mejores ejemplos que conozco de como se practica con éxito la fuga de géneros en literatura. No es fácil como partir de una playa o de una cala, embargadas de erotismo, momento iniciático que refleja ‘Las edades de Lulú’ (1989, premio Sonrisa Vertical) para, tras un periodo de transición, recalar en el proceloso mar de una literatura recia, en los abrigos rocosos de los puertos en guerra, entre exiliados, maquis o presos políticos que esperan la muerte o el traslado que, en algunos casos, vienen a ser lo mismo… Si fuera música se trataría de encontrar la tecla apropiada. Tratándose de escritura de encontrar las palabras adecuadas. Nada que no pueda hacerse con tesón y sabiduría y de ambas cualidades la señora Grandes andaba sobrada.

Luego estaba la autora que escribe columnas de prensa en un periódico importante. Que se sitúa frente el mudo desde la templanza y que con pocas palabras debe gustar y entretener, criticar, esclarecer, difundir, e incomodar, ¿por qué no?, al señorito de turno que manda en sociedad. Eso o, renunciar y darse por vencida.

Almudena Grandes ¡Descansa en paz! Puedo suponer que sabías poco o nada de componendas políticas, aunque si mucho de entretelas humanas… Hasta siempre.

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