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Instalación pictórica o escape room de Pablo Bellot en Rambleta

La muestra ‘Actos de Comunicación’ recapacita sobre la incapacidad de comunicación contemporánea, que a pesar de estar inmerso en la era de la información, paradójicamente es incapaz de comunicar.

Un aspecto de la exposición de Pablo Bellot. pd

A menudo la abstracción pictórica actual nace de una imagen figurativa o de una palabra escrita que resuena en la mente del artista. Negar un mensaje cubriendo con pintura las letras que podríamos unir para descifrarlo es un acto de subversión. ¿Por qué retar al público de tal manera? ¿Cuál es el sentido de semejante proceder?

La exposición de Pablo Bellot (Sant Vicent del Raspeig, 1976) ‘Negro sobre Blanco. Acto de comunicación n41’ contiene la respuesta, si sabemos escuchar, mirar y cuestionar. Su proyecto ha sido el ganador de la VIII Beca de Producción e Investigación Artística de Rambleta 2021. Por lo tanto, se exhibe hasta el 5 de febrero en la Sala de Exposiciones Rambleta, cuarta plata del edificio principal sito en el Bulevar Sur de València.

Su instalación específica supera las dificultades de la complejidad de la sala, en armonía con sus columnas y con estética un tanto industrial. Esa relación entre espacio y cuerpo, comunicación e incomunicación, motivos de reflexión en nuestra nueva normalidad, planea sobre el excelente proyecto expositivo.

No es una «escape room», no obstante, si pasamos suficiente tiempo entre sus muros, la sala rezuma misterio con la obra del artista interpelando al visitante. De acuerdo, no tiene nada que ver con uno de esos salones donde los jugadores deben solucionar enigmas y rompecabezas para ir desenlazando una historia y conseguir escapar antes de que finalice el tiempo disponible. ¿O sí? Porque las pinturas son, en parte, rompecabezas y los secretos inscritos en ellas solo se descubren con altos niveles de concentración.

Así, se intensifica el diálogo entre el propio espacio expositivo y las obras. Un aspecto a tener en cuenta porque la convocatoria que hace posible la producción de la muestra valora que el proyecto se ajuste a la sala, que tenga sentido en ese contexto expositivo y no fuera una mera continuación de trabajos ya realizados o en marcha por el autor para otros espacios.

Al recorrer una exposición a veces, no todas, se produce un diálogo íntimo con la obra de arte en estrecha sintonía de forma directa, vital, como si estuviéramos a solas frente al trabajo del artista. Así se siente el público ante el trabajo de Bellot, sin convencionalismos. Por eso ocurren momentos de desasosiego durante la visita pero, aunque uno pueda marcharse cuando desee, no abandonará la sala hasta lograr interpretar los mensajes ocultos. Y, como pasa con los juegos de huida, el enganche divierte.

En cierta medida eso es fruto de una planificación previa y un montaje expositivo que tiene muy en cuenta el discurso que se quiere comunicar, pensado al milímetro por el artista, que plantea en una sala de manera no permanente un reflejo o retazo de un proyecto como si tratase de traducir al espacio los conceptos.

Son asuntos y conceptos, serios aunque con ironía, sobre los que lleva tiempo investigando; denunciando el consumismo, los residuos que generamos, la situación del medioambiente, la dependencia de la tecnología y otros muchos problemas que trae consigo el capitalismo neoliberal.

Las piezas sugieren un lugar de reflexión para preguntarse desde qué óptica observamos el mundo y qué perspectiva hace que nos proyectemos en él de un modo concreto, siempre subjetivo. A veces, más limitado, constreñido y desesperanzador de lo que realmente podría ser si tuviésemos la valentía de ampliar horizontes.

Esto tiene mucho que ver con cómo nos comunicamos con el mundo y, en ese mundo, están «los otros». Para muchas personas el teléfono móvil es lo primero que miran al despertar. Sí, ese dispositivo con obsolescencia programada que ya es casi un desechable de temporada a temporada. ¿Cómo condicionan nuestra visión del mundo esas intermitentes visiones de oscuridad, luz e información? Una pantalla en negro que se activa con nuestro tacto es la falsa ventana al mundo, con pequeños huecos que rasgan algo de realidad filtrada como a través de una mirilla. Esos espacios capciosos, están representados en la obra de Bellot por zonas pintadas aparentemente en blanco sobre negro, aunque sea justo al revés y ellas suponen la fragmentación de nuestra mirada.

La exposición invita a un acto contemplativo de fenómenos sutiles que se escapan al ojo fijo por su velocidad y transparencia, intangibles pero repletos de posibilidades. A la vez que resuena la experiencia estética, subyace el germen de un pensamiento crítico y transmite los males de nuestro tiempo como fallos del sistema que en realidad estaban destinados a suceder. Por ello cuestiona el funcionamiento del capitalismo como red de entidades interconectadas entre sí ante las que el creador no se esconde, adopta un posicionamiento político.

Estos últimos años ha estado trabajando sobre todo aquello que genera incapacidad de comunicación y la imposibilidad de comunicación del individuo contemporáneo en la serie Actos de Comunicación, a la que pertenecen varias de sus piezas más conocidas y premiadas. De hecho, todo lo que vemos en esta exposición es parte de dicha serie, una evolución o continuación, pero adaptada a las circunstancias y completamente actualizada.

Plantea cuestiones acerca de la obra de arte ante el mercado, la comunicación con el público y los coleccionistas o la función como cualidad artística, haciendo uso de los recursos comunicativos pictóricos para poner de relevancia las paradojas del presente.

Pero Pablo Bellot no es Banksy. No ha querido proceder a un acto supremo de rebelión frente a la mercantilización del arte destruyendo su propia obra o jugando con la especulación en torno a la misma. El alicantino no tiene doblez, lejos de las ambigüedades del ya producto británico, sus obras muestran su visión crítica sobre el sistema económico, el consumismo y la globalización. Les une la denuncia social y el toque urbano, hasta cierto sentido del humor, tal vez. Sin embargo, la rectitud de Bellot es un soplo de aire fresco porque su honestidad no es fácil de encontrar en un ámbito tan viciado y, en el fondo, nos transmite la esperanza de escapar a las dinámicas nocivas desde dentro.

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