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Liliana Blum y la literatura que hace justicia a las mujeres

La escritora mexicana publica ‘Cara de liebre’, una ácida novela que cuestiona los cánones de belleza y que invierte los papeles con una mujer que secuestra, tortura y mata a sus conquistas.

Liliana Blum | ERNESTO VALDERRAMA BLUM

Labios rojos, perfume en los pechos. Maquillaje para cubrir su cicatriz. «En el espejo detrás del barman no luzco monstruosa. La cicatriz es invisible desde aquí y mi cuerpo exuberante se ve casi perfecto», piensa Irlanda. Está en un antro. Necesita un hombre. Escoge a su víctima: Nick, el cantante del grupo que toca, poco agraciado físicamente, pero con ojos azules. Cuando Irlanda sale de caza, los vellos de su piel se erizan y sus pezones se endurecen, aunque no suele percibirlo. Sabe que saldrá con Nick hacia su casa. Que tendrán sexo. Que ella le acabará torturando. Que posiblemente lo secuestre. Que tal vez le acabe matando. «Solo quiero alguien a quien hablar y que me escuche, una persona con quien pasar la noche calentita y acurrucada», le dirá Irlanda días después a su víctima, maniatada y amordazada a su lado.

La novela ‘Cara de liebre’ de la mexicana Liliana Blum, recién publicada en España por Seix Barral, es la historia de la venganza de una mujer a quien la sociedad estigmatizó por tener una cicatriz en la cara. Blum teje una narración trufada de humor macabro y de una comicidad ácida que corroe los cimientos de lo políticamente correcto. Desde niña, Irlanda solo aspiró a ser aceptada por sus compañeros. Harta de ser vejada, tras una vida de bullying, decide dar la vuelta a la situación. Secuestra a hombres y los transforma en maniatados «novios dóciles». Con algunos, convive unos días incluso después de haberlos matado. Necrofilia pura. La editorial describe ‘Cara de Liebre’ como «una combinación magistral del humor negro de Almodóvar en ‘Átame’ y la violencia cotidiana de ‘Misery’, de Stephen King». Liliana Blum confiesa en videoconferencia, que su novela está en parte inspirada en episodios de su vida: «De niña, sufrí mucha violencia física y psicológica por ser pelirroja. Golpes, patadas. Ni se me ocurría decirles a mis papás. La maldad humana viene desde muy tierna edad. No nos gusta pensar que hay niños malos, pero sí los hay, y se convierten en adultos malos».

Inversión de roles

Cuando Liliana envió el manuscrito de ‘Cara de liebre’ a su editorial, llegó a pensar que no lo publicarían. La escritora confiesa que apostó por la inversión de roles, aunque sabía que era arriesgado. «Era jugar un poco. En México un hombre puede ir a un antro a medianoche, emborracharse, irse con una mujer que no conoce, y su máximo temor es que le roben la cartera. Si una mujer en México hace eso, va a terminar muerta. En la literatura podemos tener lo que la realidad y la justicia no nos dan. Es justicia poética, aunque un poco retorcida». Al final de ‘Cara de liebre’, la propia Irlanda argumenta, al lado de un Nick amordazado, que la inversión de papeles es compleja: «Dolorosa para algunos. A él le cuesta aprender. Es un cabeza dura».

La novela de Liliana Blum es un mordaz huracán contra los cánones de belleza. Al final del libro, Nick es descrito como una criatura más deforme que Irlanda, «pero con una seguridad y autoestima por los cielos». La escritora critica duramente la cosificación del cuerpo femenino: «Es imposible desligarnos de nuestros cuerpos y de esas cosas imposibles que se nos exigen a las mujeres: delgadez, juventud, belleza. A las mujeres no se les permite ser otra cosa que su cuerpo. A partir de los cuarenta nos volvemos invisibles. Cuando Hillary Clinton estaba compitiendo contra Trump, yo escuchaba los comentarios... ‘mira qué gorda se puso’, ‘mira qué vieja’. Un hombre puede ser poderoso, tener dinero, y su cuerpo pasa a segundo plano. Con la mujer nunca. Es una queja que yo tengo desde siempre, y mis protagonistas lo viven y se quejan también».

Liebres entre zorros

‘Cara de liebre’ impugna, a su vez, el papel reservado para las mujeres en el mundo («liebres en un mundo de zorros» en la novela): «Las mujeres no nos debemos enojar, no nos debemos poner agresivas, mucho menos secuestrar o matar. Se nos ha inculcado, y detesto eso, que no podemos estar solas, que necesitamos un hombre al lado», afirma la escritora. Tal vez por eso, el cuerpo es descrito en la novela con visceralidad: brutal, hipersensible, fuente de dolor. «El cuerpo como mero conglomerado de tendones y cartílagos». Pedazos de carne. Vísceras. Pero no solo en negativo: también celebrado por una especie de derecho al placer femenino. «Si el cuerpo nos va a atar en todos los ámbitos, también deberíamos tener el derecho de disfrutarlo», matiza la escritora.

Casi al final de ‘Cara de liebre’, la protagonista Irlanda siente un ataque de soledad. Está a punto salir de nuevo de caza. «Sería tan lindo caminar de la mano de alguien que no muerda o insulte», se dice a sí misma. «Mis protagonistas quieren alguien que las quiera», asegura Blum. Ocurre en su novela ‘Pandora’ (2015), en la que una mujer obesa a la que nunca han amado se entrega a un ginecólogo que la tortura. También en el ‘El monstruo pentápodo’ (2016), en la que una mujer se hace cómplice de un pedófilo porque tiene miedo a que la dejen. ¿A qué se debe esta obsesión recurrente? «Mi obsesión es por qué las mujeres hacen las cosas que hacen para no estar solas. Una vez leí un libro sobre un psicópata, Dennis Nilsen, ‘Killing for company’ (Matando por compañía), sentí mucha... –se para antes de pronunciar la siguiente palabra, dudando– empatía... por él. No lo estoy excusando. Nilsen hacía lo que Irlanda, quería estar acompañado. No se sabía relacionar con los otros, nada más que con cadáveres».

Convivir con los monstruos

La parte final de la entrevista está poblada de monstruos. Aparece el concepto de monstruosidad. «Cuando es demasiado evidente, se invisibiliza al monstruo», afirma Liliana Blum. Se cuelan frases de Cara de liebre. «Monstruos humanos: pederastas, asesinos políticos. Monstruos mitológicos: minotauros, calamares gigantes. Monstruos religiosos: demonios, obispos». La novela medita: «Irlanda, fuera de esa cicatriz, está en apariencia normal, por eso es más fácil atacarla. El malo es menos malo si ataca a alguien no tan monstruoso». Más frases del libro: «Nadie quiere ser la persona que tire de la silla de ruedas de un inválido y lo patee, demasiado fácil». Y más monstruos: «Monstruos psiquiátricos: esquizofrenia, senilidad. Monstruos para niños: el que vive debajo de la cama, la hada de los dientes». ¿El ser humano ha aprendido a convivir con lo monstruoso?

Sin respuesta para la pregunta, la conversación desemboca en cierto desencuentro literario entre las editoriales españolas y América Latina. A pesar de la dilatada carrera de Liliana Blum, antes de ‘Cara de liebre’ apenas había publicado en España el conjunto de relatos ‘Tristeza de los críticos’ (Páginas de Espuma, 2019). Blum apunta que en España se publica a un pequeño grupo de autores latinoamericanos conocidos, pero que la mayoría de los autores españoles sí se distribuyen en América Latina. Liliana cuestiona también las etiquetas que cuelgan sobre la literatura latinoamericana. «Lo que podría ser fantástico o extraño en Europa, acá es cotidiano. La violencia y el realismo latinoamericano no se entienden, y por eso la necesidad de ponerle etiquetas. Hace falta un poco comprensión de los contextos».

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