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Crónicas de la incultura

Vidas paralelas

Vidas paralelas

En el siglo II d. J. C. Plutarco redacta sus Vidas paralelas (Βίοι Παράλληλοι), una serie de cotejos entre un personaje griego y otro romano, que, en opinión del biógrafo, compartían actitudes morales y cuya vida dio frutos parecidos. No se trata de relatar lo que pasó. Los acontecimientos dependen de las circunstancias y, en este sentido, cualquier ser humano se parece más a otro contemporáneo que a alguien del pasado que vivió en coordenadas temporales distintas. Como dice Plutarco en el prólogo a su Vida de Alejandro: «No escribimos historias, sino vidas … Por eso, igual que los pintores aspiran a captar la semejanza con el modelo en la cara y en la expresión de los ojos, donde se manifiesta el carácter, y no se preocupan en realidad de las demás partes, así también se nos debe permitir a nosotros que penetremos más bien en las señales del alma».

No están los tiempos para clásicos. En plena tontuna de las redes sociales y de los tweets virales (¿no será el coronavirus quien los ha vuelto turulatos?) ya comprendo que arrancarme con Plutarco parece una audacia inconcebible. Echaré mano del libro de un catedrático de la Universidad de Vigo, Fernando Romo, titulado Marco Tulio Cicerón: una voz olvidada, que viene a ser una selección y traducción de textos ciceronianos elegidos en varias claves, entre otras la política. Entre lo mucho que hay de aprovechable en este libro, quiero la cerrada defensa de la legalidad por el cónsul Cicerón y su denuncia de los cinco tipos de indeseables que siguen a Catilina en su intento de golpe de estado. Se trata de: los que con dinero ajeno han reunido grandes posesiones de las que no pueden prescindir; los presionados por las deudas, que quieren meter la mano en el cajón para saldarlas; los que viven lujosamente y lanzan a infelices para que los defiendan con la esperanza de vivir igual; los que fracasaron en sus negocios y necesitan de un recurso excepcional para recuperarse; los criminales sin remedio. Me pregunto qué diría Cicerón puesto en el brete de hablar de algunos elementos de la clase política española que estos días están dando que hablar. Lo más probable es que volviera a reconocer las cinco categorías, solo que vertiendo el vino en odres nuevos: neocapitalistas, corruptos, populistas, aventureros, golpistas.

Los clásicos dan para mucho. Hace un tiempo se reeditó el Oráculo manual de Gracián como recetario de modernos ejecutivos. No estaría de más distribuir ahora esta obra de Fernando Romo entre nuestros políticos a ver si se enteran de algo. El problema es que los herederos de Catilina ya han logrado desterrar a los clásicos –y hasta la literatura– del curriculo escolar. No tenemos remedio.

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