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La España vieja y vaciada

La obra de Tito es uno de los mejores retratos de esa España que salió del franquismo con la memoria escondida y reprimida, con el miedo al recuerdo metido en los huesos.

La España vieja y vaciada

Hace cuarenta años, en las páginas de la revista Comix Internacional, un cómic hablaba ya de los ancianos, de su vida cotidiana en un pequeño pueblo de eso que se llamaría décadas después «la España vaciada». Tito, el nombre artístico con el que firmaba esta obra el toledano Tiburcio de la Llave, se avanzó a su tiempo porque conocía muy bien de lo que hablaba, de sus recuerdos en Valdeverdeja, el pueblo rodeado por el Tajo donde pasó su infancia antes de que su familia tuviera que marchar a buscar trabajo en Francia, siguiendo el camino de muchos de sus vecinos. En las páginas de la mítica revista (A Suivre) las historias de Soledad se codeaban con las historietas de Sokal, Tardi, Cabanes o Muñoz y Sampayo mostrando a Carmen y Sara, unas mujeres vestidas de negro tejiendo sentadas en la puerta de su casa de paredes encaladas, que mostraban el paso del tiempo con la misma profundidad en las paredes y en sus caras. Tito daba voz a las gentes que nunca antes habían aparecido en los cómics, comenzando una serie que le llevaría durante seis álbumes a narrar no solo las historias del día a día, sino cómo el pasado se extendía para cubrir el presente como un moho invisible que lo corrompe todo sin apenas percibirlo. Con la misma maestría de ese dibujo exquisitamente detallista y puntilloso, Tito va construyendo una memoria de los silencios, de los recuerdos olvidados por obligación en esa España que todavía se despertaba a la democracia a través de los testimonios de las hijas, madres, abuelas y esposas que nunca dijeron nada. Historias que todavía eran prohibidas, de las que nadie hablaba pero que estaban presentes en cada conversación, como una losa arrastrada que deja una marca indeleble de su paso pero todos intentan ocultar. Cada álbum de Soledad es una mirada a un episodio de esa España profunda que se desangró perdiendo a los jóvenes, que se quebró durante la guerra civil con mentiras y odios que nunca se olvidaron, dejando una huella visible en el presente, dejando una memoria herida que nunca llegó a curar y cuya gangrena llegó a todos los resquicios de la sociedad. La España vaciada, la soledad de los mayores, los pueblos desmembrados… Todo se va hilando en Soledad alrededor de esa sensación de desamparo que deja a todos los habitantes de este relato que llamamos sociedad aislados y encerrados en sus pasados, en sus deudas y resentimientos, en verdades construidas sobre ficciones que resultaban cómodas de creer aunque fueran mentiras. Posiblemente, la obra de Tito es uno de los mejores retratos de esa España que salió del franquismo con la memoria escondida y reprimida, con la ilusión de una libertad a la que todavía se temía en la intimidad, con el miedo al recuerdo metido en los huesos.

La España vieja y vaciada

Tras años sin ser reedita o recopilada, por fin la editorial Cascaborra resuelve uno de los grandes debes de la historieta española publicando la serie Soledad en seis álbumes que se inician este mes con La última alegría (traducción de Lorenzo F. Díaz). Todo un acontecimiento en el noveno arte español que reivindica a un autor casi desconocido en nuestro país y que fue uno de los primeros que mostró un retrato de nuestro país que se alejaba del tópico y del estereotipo, de la pandereta, el flamenco y los toros que se vendían para hablar de una España vieja y vaciada que hoy, por fin, reconocemos como parte de nuestra historia y de nuestra realidad. No se la pierdan.

La España vieja y vaciada

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