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El caminante

Silencio y compromiso

Silencio y compromiso

Nadie mejor que un músico sabe que los silencios también son música. «El silencio entre las notas es tan importante como las notas mismas», dijo Mozart. Vivimos días teñidos por el horror de las terribles imágenes de la injustificada guerra de agresión que lleva a cabo Putin en Ucrania. La solidaridad que ha generado ha sido masiva, y entre los artistas y personalidades públicas ha habido numerosos pronunciamientos de condena. Por eso llama la atención que una figura tan destacada de la música como el director de orquesta ruso Valery Gergiev haya optado por el silencio tras ser invitado a pronunciarse, como la célebre soprano Anna Netrebko.

En Rusia, pese a la fuerte represión del régimen de Putin, ha habido dimisiones en el mundo de la cultura como protesta por la invasión de Ucrania, entre ellas la de Tugan Sokhiev como director del Bloshoi de Moscú y la de Vasily Petrenko al frente de la Orquesta Estatal de Rusia. Algunos músicos rusos también la han condenado, como el violinista y director Vladímir Spivakov, el titular de la Filarmónica Checa, Semyon Bychkov, y el responsable de la Filarmónica de Berlín, Kirill Petrenko. Otros, rusos o no, como Daniel Barenboim en Berlín, han celebrado conciertos por la paz, como el que se celebra mañana en València impulsado por la Fundación Eutherpe con el concurso de instrumentistas y cantantes ucranianos y rusos.

En medio del clamor contra la invasión de Ucrania, Anna Netrebko ha expresado su oposición a la guerra, pero ha evitado pronunciarse contra Putin, lo que le ha valido la cancelación de sus compromisos con la Metropolitan Opera House de Nueva York, la Ópera de Zúrich y el Gran Teatre del Liceu de Barcelona. Gergiev, que en su día se manifestó favorable a la anexión de Crimea, ha optado por el más absoluto silencio y ha sido despedido como titular de la Orquesta Filarmónica de Múnich, al tiempo que le han cancelado los programas previstos con otras orquestas y las funciones de La dama de picas, de Chaikovski, que estaba dirigiendo en La Scala de Milán.

La enorme talla artística de Gergiev y Netrebko está fuera de toda duda. Pero los grandes músicos, como las grandes figuras públicas, que gozan de fama y reconocimiento gracias a las multitudes que los aclaman, tienen para con ellas un deber de ejemplaridad ética. Es difícil asimilar que alguien que interpreta Chaikovski o Donizetti con extrema sensibilidad sea incapaz de rebelarse contra el atropello de derechos elementales y el asesinato indiscriminado de civiles que está suponiendo la invasión de Ucrania.

Todo esto me trae a la memoria largas conversaciones políticas que viví en los lejanos años del final de la dictadura franquista. Recuerdo especialmente la pasión con que un amigo defendía la necesidad del compromiso político citando los versos de Gabriel Celaya que popularizó Paco Ibáñez: «Maldigo la poesía concebida como un lujo / cultural por los neutrales / que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. / Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse».

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