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Dime que me lees

Mi último Simenon

El tiempo de espera en los hospitales siempre se hace largo, muy largo. Para los acompañantes, es un tiempo obsesivo. La periodista Luz Sánchez-Mellado contaba la semana pasada que la enfermedad y muerte de su padre le había llevado a tomar Lexatin, un antidepresivo bastante conocido. Yo me dopo con George Simenon. Me tomo un Maigret o dos y si la cosa se alarga mucho, los que hagan falta. Simenon es un potente analgésico. Sus libros están tan bien escritos que sus letras fluyen fácilmente por tus neuronas y aunque sea mínimamente, logran desconectarlas del foco obsesivo y te permiten respirar

En esta ocasión, he aliviado la espera con el primer Maigret que he cogido al azar de la estantería antes de irme al hospital. Se llama Maigret hésite. Casualmente, Maigret duda es el primer título de la nueva colección de «maigrets» que han publicado Anagrama y Acantilado en un nuevo intento de editar en castellano la obra completa de Simenon. Es como si el azar o el destino me hubieran impuesto un orden de relectura y no puedo evitar recordar que Simenon llamó a sus otras novelas, las no protagonizadas por el famoso comisario, «novelas del destino», «romans de la destinée», que en francés es femenino.

Al igual que Maigret y monsieur Charles, también Maigret duda es un retrato de la alta burguesía del París de finales de los años sesenta y principios de los setenta, donde, como dice, «la moral va por barrios». Es un retrato misericordioso, con el tema de la responsabilidad humana como trasfondo. El narrador recuerda que antes de entrar en la policía, el joven Maigret cursó un par de años de la carrera de medicina, que se vio obligado a abandonar por las circunstancias familiares. Tal vez si hubiera seguido, dice, se habría especializado en psiquiatría. No hubo lugar, pero el lector sabe que lo que de verdad importa al comisario son los misterios del alma humana. «Solo soy un funcionario, cuyo oficio es buscar la verdad por los medios a su disposición» dirá con humildad.

A lo largo de los años, he leído mucho a Simenon. Sé que no he leído todo Simenon, porque soy consciente de que hay un libro suyo que no he leído y que, de momento, no he querido leer. Se llama Carta a mi madre. Es un libro que siempre me ha dado apuro leer, que siempre me ha causado un temor reverencial. Lo escribió a partir de los ocho días que pasó junto a su madre nonagenaria mientras agonizaba en un hospital. Esta vez, me temo que no voy a postergar mucho esa lectura y que pronto voy a leer la Carta a mi madre, mi último Simenon.

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