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Autarquía

La última obra de Esteban Hernández es una cruda historia de autogestión a partir de la crisis política y económica de 2008.

Autarquía

Esteban Hernández es uno de esos autores de cómic que hay que seguir, haga lo que haga. Formado en las trincheras del fanzinismo con sus publicaciones Usted y Míster, Hernández consiguió pronto relevancia al ganar el premio FNAC/Sins Entido de novela gráfica en 2009 con ¡Pintor! Pocas carreras lograban ser más coherentes que la suya, con obras como Suéter (PlanetaDeAgostini) o El duelo (Edicions de Ponent), pero el salto de una editorial a otra evidenciaba que había un problema con este dibujante. Sus obras adquirieron rápidamente el calificativo de «difíciles» o, peor, de «intelectuales», tremendo anatema que produce tanta alergia en los editores que el complicado mercado respondió relegándolo de nuevo a la autoedición de sus obras. Desde la gestión personal, siguió con sus fanzines y publicó novelas gráficas y recopilatorios de sus historietas como Ustedes, Nada o Hernán Esteve (Libros del Autoengaño) que confirmaban el terrible delito de Esteban Hernández: sus obras hacen pensar. ¡Tremenda osadía! Eso de usar el cerebro parece en estos días una temeridad que ataca directamente las bases de la cultura de fagocitación rápida y deglución cómoda en 280 caracteres o, mejor, ya resumida, autocontenido y digerida en un vídeo de 10 segundos. Algo no funciona en una sociedad cuando pensar se erige en un problema del que hay que huir, es evidente, pero debemos agradecerle a Hernández que, como enuncia el título de una sus últimas obras, ha aceptado ese supuesto fracaso como una espoleta para seguir creando, convencido de que alguien le escuchará. Y, mientras trabaja con otros guionistas como Raúle, Damíán Campanario y Fernando Llor en obras como la citada El fracaso como una de las Bellas Artes (Valnera Ediciones) o Plot Point (Nuevo Nueve), demostrando que es un dibujantón como la copa de un pino, de estilo personalísimo y reconocible, mantiene intacta su producción personal e intransferible. Esas obras donde se atreve a entrar tanto en los temas clásicos de la filosofía con actitud desafiante y buscan respuestas a sus muchas preguntas, como en mirar la realidad que le rodea a través de esas dudas que le sugiere al filosofía. Autarca, su última obra publicada por Spaceman Project es perfecto resumen de todo lo dicho anteriormente: una cruda disección de la actualidad que vivimos desde el prisma de un existencialismo rabioso pero también descreído, que obliga a cuestionar todo aquello que nos parece establecido. Lo hace a través de Exequiel, un joven con la vida resuelta gracias a su herencia que vive la crisis, los desahucios, la corrupción política, las asambleas en la calle y los cambios políticos desde esa visión crítica que obliga a no repetir la consigna y reflexionarla, reclamando esa autarquía no económica, sino de pensamiento que no acepta la imposición, que busca la independencia ideológica desde la investigación y la deducción. Las referencias a Bukowski, Unamuno, Gramsci o Sartre no son simples poses, sino conscientes estanques de ideas que usar como herramientas, no como idolatrías sencillas. Y Hernández, de nuevo, reta al lector, le pide abiertamente que lea y no se quede en el simple ejercicio lector, que reflexione, que piense, que le replique y le rebata para crear un diálogo. Que le grite a la viñeta, tanto para decirle «¡Gran idea!» como «¡No estoy de acuerdo!», pero que vaya más allá de la imagen que muestra su dibujo.

El delito no es que Esteban Hernández nos haga pensar. El delito es huir de sus obras, necesarias y obligadas para mantener vivo el pensamiento crítico, la base sobre la que se debe construir toda sociedad.

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