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Mitos de verano

El verano tiene sus propios mitos. El Tour de Francia es, junto al primer trago de cerveza, por decirlo con Philippe Delerm, uno de los pequeños placeres del verano. Sé que algunos amigos, sumergidos en la vorágine nostálgica que nos invade, replicarán con añoranza: «era». No estoy de acuerdo. El Tour, que coronó el pasado domingo a Jonas Vingegaard, sigue ofreciendo esa representación mítica de la que habló Roland Barthes hace ya casi setenta años en Mitologías, un conjunto de pequeños ensayos recientemente reeditado por Siglo XXI y Clave intelectual.

No es casualidad que las crónicas ciclistas sean, junto a las taurinas (mito a destripar aparte), las más literariamente libres de los periódicos. Algunas, como las de Carlos Arribas en El País, rozan el metaperiodismo. En política hace tiempo que los mitos cayeron, lo cual sólo es malo como síntoma de la mediocridad latente. Los mitos necesitan altura literaria y el ciclismo, encumbrando los grandes puertos de montaña, o prolongando las largas escapadas por llanuras interminables, se presta a ello.

Esta edición del Tour ha tenido dos grandes momentos épicos en sendos instantes del hermoso duelo entre Jonas Vingegaard y Tadej Pogacar. En uno, Pogacar, el imbatible ciclista de los dos tours anteriores, sufre un bajón en la ascensión al col du Granon. El héroe es humano. El otro fue en el descenso del puerto de Spandelles, cuando Pogacar cae de la bicicleta y Vingegaard, que rodaba a la par, ralentiza la marcha para esperarle y darle la mano. Son dos representaciones de gran significado simbólico en estos tiempos que corren. Y han sido retransmitidas en vivo y en directo. Pura mitología.

Hay otros muchos hermosos mitos de verano, el primero y más importante, el amor y la iniciación al sexo. El tema da para mucho más que un artículo. Pero para no salir del ensayo de Barthes, pongo el foco en otros dos bien distintos. Uno es La Guide Bleue, en el que, más allá de desvelar el franquismo latente en la famosa guía francesa sobre España, denuncia el mito de la prosperidad del país y anticipa el fenómeno del turismo como espectáculo. Barthes, profundo conocedor de la representación fotográfica, parece adivinar el postureo de Instagram.

El otro, El escritor en vacaciones, es un texto pergeñado a partir de una fotografía de André Gide, aparecida en una serie de Le Figaro, en la que el autor de Los sótanos del Vaticano aparece leyendo a Bossuet mientras bajaba por el río Congo. Un tema, el de la maravillosa singularidad del escritor, que, ahora sí, concedo a mis nostálgicos amigos, es impensable en el «periodicosmos» actual. La noción de mito, explica Barthes, da cuenta de las falsas evidencias. En fin, felices vacaciones.

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