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El caminante

Orquestas rentables

La orquesta ADDA Simfònica, que dirige Josep Vicent, abrió la semana pasada su cuarta temporada en el auditorio de Alicante que le da nombre. En el programa, Le chasseur maudit de César Franck, el Concierto para viola de William Walton y las Danzas sinfónicas de Rajmáninov. El solista fue el murciano Joaquín Riquelme, miembro de la Filarmónica de Berlín desde 2009 y uno de los dos españoles que forman parte de ella. El otro es el madrileño Luis Esnaola, integrado desde 2016 en los primeros violines. Riquelme correspondió a los cálidos aplausos con la Allemande de la Primera suite de Bach para violonchelo en la transcripción para viola. Después del descanso, se sentó en un atril de las violas y tocó como un miembro más de la orquesta, en un gesto de humildad propio de los verdaderamente grandes.

El público celebró con entusiastas ovaciones el concierto y Josep Vicent todavía ofreció dos bises, el primero de los cuales fue una muy sentida interpretación del Largo de la Sinfonía del Nuevo Mundo, de Antonín Dvorák, en un innovador gesto de avanzar en los fragmentos fuera de programa obras que serán interpretadas en fechas posteriores. La orquesta, integrada en su mayoría por jóvenes profesores, toca no solo con calidad sino también con entusiasmo.

La programación del auditorio de Alicante no se limita a los conciertos de su nueva orquesta, que en junio ofrecerá tres representaciones de La bohème de Puccini con escenografía de Emilio Sagi; también hay música de cámara y una importante participación de orquestas internacionales. Esta temporada están anunciadas la Filarmónica de la Scala con Riccardo Chailly, la del Concertgebouw de Ámsterdam con Daniel Harding y la Mahler Chamber con Mitsuko Uchida, entre otras. En cambio, la presencia de orquestas extranjeras en la programación del Palau de la Música de València es prácticamente nula, pues desde hace más de tres años están cerradas sus dos salas de conciertos tras la caída de los techos.

Es de celebrar el trabajo de Josep Vicent, y no solo por los resultados artísticos, que están a la vista, sino por haber conseguido de los responsables políticos la financiación para crear una nueva orquesta que comparte temporada con las primeras de Europa. Por haberlos convencido de que la verdadera rentabilidad de una orquesta y de una programación sinfónica es la artística: ofrecer música de calidad al público.

La Orquesta de València vaga por salas prestadas cuando vive el mejor momento de su historia en capacidad técnica y artística. El pasado 16 de septiembre ofreció un homenaje a Enrique García Asensio, quien desde 1992 era principal director invitado y que a sus 85 años está en plena forma. Fue titular de la orquesta entre 1964 y 1966. En esos años trajo a su maestro Sergiu Celibidache a dirigirla y llegó a leer en el Teatro Principal un manifiesto pidiendo al público apoyo contra la pretensión del ayuntamiento presidido por Adolfo Rincón de Arellano de amortizar las plazas de profesores porque la orquesta no era «rentable».

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