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Complicidades

Almudena y Luis

Almudena Grandes. JOSÉ LUIS ROCA

Algunos libros pertenecen por su naturaleza a la categoría de indeseados. Libros que a sus autores les hubiera gustado no escribir jamás, y a sus lectores no tener que leer nunca. Resulta obvio: se imponen al escritor, pero el escritor hubiera dado cualquier cosa para que no se le hubieran impuesto. Creo que todas la elegías participan de esta condición.

Un año y tres meses (Tusquets Editores, 2022), de Luis García Montero, es una larga elegía compuesta al hilo de la enfermedad y la muerte de su mujer, la novelista Almudena Grandes. La tradición elegíaca de la poesía española es extraordinaria, como sabemos (desde algunas jarchas concretas y el planto del Arcipreste de Hita por Trotaconventos, hasta el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, pasando por las Coplas de Manrique), y este libro se suma desde hoy a esa tradición indispensable (junto a una de las cumbres de la poesía catalana contemporánea, Joana, de Joan Margarit, un maestro muy querido a los poetas de nuestra generación).

De la mano del poeta asistimos a los cuidados que procura a la enferma, a los paseos convalecientes, a las dolorosas precisiones de los tratamientos, a las desoladas reflexiones de una conciencia que trata de explicarse lo inexplicable, que trata de aceptar lo que no podrá aceptar nunca.

El carácter de la poesía elegíaca resulta paradójico, como tantas cosas importantes de nuestra vida: es un lamento que nos infunde esperanza, es un acopio de dolor que nos traslada una extraña alegría, es una renuncia al mundo que nos mueve a amarlo. Todo eso se produce gracias al carácter medicinal de la mejor literatura, de ahí que este espléndido poemario sea un alivio para el autor y una cura para los lectores tanto de Luis como de Almudena.

Pero para que se produzca ese efecto terapéutico se debe llegar a la emoción estética, como consiguen estos poemas de Un año y tres meses, gracias a una suma de características que parecen opuestas, pero que en el fondo son complementarias: la intensidad de la emoción y la contención emocional. Sin la primera no hay nunca verdadera poesía, pero sin la segunda se crea la falsedad literaria del patetismo. El gran acierto del poemario ha sido el de cantar desde la naturalidad pudorosa, desde la emoción administrada con la sabiduría literaria que huye del énfasis.

A los amigos y lectores de Almudena nada podrá resarcirnos del hecho de que no esté con nosotros, pero este libro de Luis nos brinda el consuelo de encontrarlos reunidos para siempre en la alta literatura.

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