La historia de Rusia

Orlando Figes firma un excelente trabajo histórico que resulta muy esclarecedor para comprender de dónde vienen los mitos y las tradiciones rusas que han consagrado sus regímenes autocráticos y sus ideas expansionistas.

Orlando Figes 
(Londres, 1959). pd

Orlando Figes (Londres, 1959). pd / Francisco Millet Alcoba

Francisco Millet Alcoba

En la línea de rigor analítico e investigador de otros grandes historiadores como Hugh Thomas o Antony Beevor, Orlando Figes ya se ha postulado como un historiador que viene consagrando su trabajo en el descubrimiento de la historia de Rusia de la que es autor de numerosos libros, sobre su cultura, sus regímenes esclavistas o la represión en tiempos de Stalin.

Su penúltimo trabajo sobre este país, La Revolución rusa: La tragedia de un pueblo, marca un hito en la historiografía sobre el acontecimiento político más determinante del siglo XX: la toma del poder por el bolchevismo en Rusia, retratando a Lenin como el genio político y organizativo que fue, pero sin olvidar su carencia absoluta de escrúpulos políticos.

Llegamos así a su último trabajo La historia de Rusia, que como el anterior viene editado para España por Taurus.

Este nuevo libro de Figes, no podría ser más oportuno e informativo. Con la guerra provocada por la invasión rusa de Ucrania, en su décimo mes y sin un final a la vista, es importante poder comprender los orígenes y las motivaciones de la invasión de Rusia que, como entiende Figes, tiene sus raíces en la propia historia rusa , en las «las ideas, mitos e ideologías que han marcado la historia del país» a lo largo de los siglos anteriores.

Figes, profesor de historia en la Universidad de Londres, rastrea aquí los orígenes autocráticos de Rusia y los encuentra en el período mongol, en el siglo XV, y en su dominio despótico y absoluto, basado en que el estado era dueño y señor de todas las tierras. Los grandes señores feudales rusos, una vez llegados al poder tras deshacerse de los mongoles, no dudaron, sin embargo, en mantener ese yugo que los mongoles habían impuesto, por lo mucho que les favorecía, incluida la base de la servidumbre, que les permitía el esclavismo de millones de siervos. El zar Iván IV el Terrible acrecentó este despotismo y se proclamó líder secular y religioso del cristianismo oriental.

En la llamada «época de los disturbios» entre 1588 y 1613, Rusia fue casi destrozada por invasiones extranjeras y guerras civiles y «pretendientes» al trono ruso. Finalmente, en 1613, los Romanov tomaron el poder e instituyeron un gobierno autocrático de «derecho divino» que aposentó aún más a Rusia como un estado patrimonial, el protector de los pueblos eslavos y la sede del cristianismo oriental, todas una serie de ideas y mitos que reforzaron los diseños expansionistas de Rusia.

Después, tal como relata Orlando Figes, desde finales del siglo XVII a principios del XIX, tanto Pedro el Grande (1672-1725), como Catalina la Grande (1762-1796) y Alejandro I (1801-1825) buscaron de diversas maneras de occidentalizar y modernizar el gran atraso de Rusia. Pero, aunque ilustrados, no estaban dispuestos a dejar sus privilegios, y Rusia siguió siendo patrimonial, autocrática y expansionista. Cuando Alejandro II liberó a los siervos, se habían formado para entonces grupos revolucionarios que planteaban un desafío directo al gobierno de los Romanov. Uno de esos grupos asesinó a Alejandro II, lo que devino en una represión brutal por parte de sus sucesores, y a su vez alimentó más actividad revolucionaria.

Esa actividad revolucionaria llevó primero a la revolución de 1905 que casi derrocó al gobierno, y finalmente a la revolución de febrero de 1917, que puso fin al gobierno de los Romanov. El Gobierno Provisional duró hasta que los bolcheviques tomaron el poder en octubre de ese mismo año. A eso siguió una brutal guerra civil que ganaron los bolcheviques y comenzó la era del gobierno comunista soviético.

Figes muestra que el gobierno «revolucionario» soviético continuó con los aspectos patrimoniales, autocráticos y expansionistas de la Rusia imperial. La ideología comunista reemplazó algunas ideas grandiosas, pero la historia, la tradición y la geografía rusas aún influyeron en el comportamiento soviético.

Por supuesto, el despotismo soviético, especialmente bajo Stalin, superó todo lo que se hizo durante el período imperial ruso. Stalin, y hasta cierto punto Lenin antes que él, hicieron la guerra a su propio pueblo, pero durante la Segunda Guerra Mundial, cuando estaba en juego la supervivencia misma del régimen, Stalin apeló con éxito al nacionalismo, la historia y las tradiciones rusas, incluida la religión.

Bellamente escrita y basada en un trabajo de erudición, La historia de Rusia es una obra importante y definitiva de Orlando Figes; arrolladora, llena de suspense y magistral. Una disección verdaderamente incisiva e importante del turbulento pasado de Rusia, tanto real como mítico, pero también proporcionando un contexto crucial para comprender el presente.

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