Miquel Navarro: Tiempo de plenitud y de inocencia

El presidente de la San Carlos reflexiona sobre arte y ciudad con motivo de la inauguración de la exposición de Miquel Navarro en el CAC de Málaga.

Miquel Navarro:

Miquel Navarro: / Manuel Muñoz Ibáñez

Manuel Muñoz Ibáñez

Es al final de Ciudadano Kane, cuando el espectador descubre cual era el significado de «Rosebud»: su última palabra, que no era otra, que el nombre de aquel trineo infantil que manifestaba la pervivencia de un universo distinto y añorado, convertido ahora, en un reencontrado no-retorno que –cual referente propio- permanecía semioculto en la memoria. Un artefacto simbólico que necesitaba evocar, porque, tal vez, sin él, el protagonista percibía que el alma se licuaba y su sentido se desvanecía, y esto era algo que –como por extensión, nos ocurre a buena parte de los mortales- procuramos evitar.

Miquel Navarro:

Miquel Navarro: / Manuel Muñoz Ibáñez

Claro está que, sobre aquel (cualquier) origen, se sobreponen todas las experiencias del decurso de una vida. La oportunidad que la creación artística nos ofrece en ese ámbito, es seductora, porque aflora un subconsciente que podemos disfrutar compartiendo -cómo no, con el autor-, tanto el preludio, como la secuencia que prosigue, eso sí, a través de un proceso en el que se nos muestra desnudo por medio de sus destrezas y de sus referentes. En este ámbito atrayente, existen propuestas en las que no es difícil descubrir que la obra se nos revela a través de un procedimiento inevitablemente complejo como tránsito de la creación, y cuya huella permanece asociada a su valor significante: tal podríamos intuir en la escultura de Rodin o en la pintura de Kandinsky, por circunscribirnos al ámbito moderno. No obstante, sabemos que no siempre fue así, y que la poesis puede aparecer desde una inexplicable facilidad para provocar la emoción, como ocurre en los readymade de Duchamp o los collages de Kurt Schwitters; lo que, en modo alguno significa que su simplicidad aparente no proceda de una complejidad intelectual de semejante horizonte.

Miquel Navarro:

Miquel Navarro: / Manuel Muñoz Ibáñez

Al acercarnos a la escultura de Miquel Navarro, no es difícil sorprendernos ante su componente metafórico del entorno o del cuerpo por medio de una sencillez morfológica dispuesta a través de un lenguaje de convenciones propias, que permiten identificar su obra sin excesiva dificultad. Y, cuando aludo al «entorno», lo hago en referencia a un lugar profundamente intervenido: la ciudad. En ambas circunstancias, como sistemas o significantes que afloran desde el interior del creador, que se nos muestra sincero, no solo en la composición –sea o no una instalación-, sino, por extensión, hasta en la pulcritud minuciosa de la disposición estructural y en el detalle, de tal suerte que, su interés por los puntos panorámicos múltiples –al modo clásico-, deriva en su invitación al desplazamiento para llegar a acceder a la totalidad de la información, mientras en los espacios construidos, sus propios componentes alteran en cada ocasión su significado: así, una sucesión de formas volumétricas iguales y regulares, serán elementos icónicos de sugeridos almacenes o, en cambio, vagones de un ferrocarril imaginario, dependiendo de la disposición en la que se ubiquen: facilidad creadora, que permite la evolución conceptual de cada una de sus piezas, mientras se mantiene la concepción global: imaginería antropológica en la que un aparente arcaísmo de los materiales se convierte en emoción.

Miquel Navarro:

Miquel Navarro: / Manuel Muñoz Ibáñez

Miquel Navarro está exponiendo en el CAC Málaga, la ciudad culturalmente más emergente de España, coincidiendo con importantes muestras simultáneas en otros distintos lugares: el arte belga en los albores de la modernidad: «Del impresionismo a Magritte» (Museo Carmen Thyssen), una extensa y preciosa colección (70 pinturas) procedentes del Musée d’Ixelles de Bruselas; con un Museo Picasso, sucesivamente lleno en pleno diciembre, y con otra muestra destacada: «Lucio Fontana, recto verso» en el Centre Pompidou de la ciudad, en las que las obras del maestro se alternan con las de figuras tan relevantes como el futurista Giacomo Balla, Yves Klein y Piero Manzoni.

El Centro de Arte Contemporáneo de Málaga (CAC) es un museo de titularidad municipal y de gestión privada que tiene, entre otras, la particularidad de que sus muestras adquieren una gran proyección en los circuitos internacionales; una cuestión relacional muy importante para que sus responsables opten a mantener la prórroga o la sucesión de los contratos de gestión, que conocen y agradecen los creadores, disponiéndolos a la participación, encantados y, por supuesto, sin reticencias ni reparos. Desde su inauguración (febrero, 2003) ha programado más de 130 exposiciones incluyendo a artistas de gran renombre internacional: Gerhard Richter, Tony Cragg, Louise Bourgeois, Anish Kapoor, Julián Schnabel y un largísimo etc., pero, asimismo, españoles muy significados: Luis Gordillo, Jaume Plensa o José María Yturralde (2015).

Tuve la oportunidad de asistir a la inauguración de la exposición de Miquel, titulada «Dominio y sueño», comisariada por Fernando Francés (el mismo autor que lo fue de la propia de Yturralde en 2015), en la que incorpora pinturas y piezas escultóricas aisladas, si bien destacan sus cuatro imponentes «ciudade» y una preciosa instalación de los marjales de la Albufera, ocupando las amplísimas salas de un ámbito perfectamente equipado. La sorpresa general fue muy evidente, incluso para mí, que las había conocido, siempre distintas, sugestivas y admiradas.

No ha sido infrecuente en España ideologizar el arte como fundamento teórico de su sustentación, e incluso su originalidad ha sido trasladada a ese ámbito, como espacio que reclama una siempre inalcanzada libertad; probablemente como una prolongación de la «Teoría de la Vanguardia» y, en nuestro caso, como herencia extendida de la crítica social frente a la dictadura, que en la Comunitat Valenciana tuvo uno de sus lugares de mayor nivel creativo, aquello que Aguilera Cerni vino en llamar «Crónica de la Realidad». No obstante, otros artistas propios optaron por una iniciativa poética, lírica e investigadora, distinta a esas corrientes al uso, con independencia de su posicionamiento privado: recordemos a Eusebio Sempere, Manuel Hernández Mompó, Joaquín Michavila, Andrés Cillero, Soledad Sevilla, o a José María Yturralde, entre otros muchos. Pues bien, a mi juicio, Miquel Navarro se halla en ese espacio intimista y simbólico en el que el sexo es un generador de placer y de energía, entretanto la ciudad recreada (más allá de los cromos que de niños coleccionamos fascinados),también es el elemento alegórico de una ciudad vivida: aquella que compartía cuando tomaba el tranvía para discurrir por sus periferias artesanas e industriales, con chimeneas de ladrillo, hasta llegar al corazón de sus calles transitadas, en las que siempre fue bien acogido.

Conozco a Miquel Navarro desde hace muchos años y siempre me ha sorprendido por su grandeza y su asociada sencillez, una mixtura sumamente favorable que lo ha convertido en uno de los grandes referentes del arte español contemporáneo: plenitud e inocencia, como siempre.

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