El caminante

La fuerza política de la literatura

La fuerza  política de  la literatura

La fuerza política de la literatura / Manuel Muñoz

Manuel Muñoz

Manuel Muñoz

La reciente muerte de Nicolás Redondo, el pasado día 3, ha generado importantes reseñas en todos los medios de comunicación, como es lógico en una figura de su talla. Redondo había sido destacado activista de la resistencia contra el franquismo, por lo que fue detenido en varias ocasiones y sufrió destierro. También dirigió la Unión General de Trabajadores entre 1976 y 1994, formó parte de la dirección del PSOE y fue diputado en el Congreso durante diez años. Un personaje capital de lo que se dio en llamar la Transición.

Entre los panegíricos y reseñas que su desaparición ha generado se ha recordado su ruptura con Felipe González a raíz de la huelga general que su sindicato y CC OO convocaron el 14 de diciembre de 1988 con una incidencia masiva, como protesta por la política laboral que impulsó el Gobierno socialista. Redondo también había votado contra los Presupuestos Generales del Estado de ese año y renunciado al escaño que ocupaba.

Sin embargo, he echado de menos que se destacara una frase que dijo entonces y que hizo fortuna por su contundencia: «Felipe González tiene la sensibilidad social de una almeja». Con ello unió la fuerza de la literatura al desgarro de la ruptura política. En la frase había, en cierto modo, poesía, y yo diría que hasta dos figuras literarias: hipérbole y metáfora. Lo dijo José Hierro: «La poesía es un arma cargada de futuro».

Esa ruptura marcó también el principio del fin de un tópico que se asociaba a los sindicatos CC OO y UGT, su función de lo que se dio en llamar, con otra metáfora, esta de carácter mecánico, «correa de transmisión» de los partidos comunista y socialista respectivamente. Se allanaba el camino hacia la unidad de acción que ha marcado la actividad de ambas centrales hasta la fecha.

En el congreso del PSOE en Suresnes el año 1974, Nicolás Redondo renunció a presentar su candidatura a secretario general en favor de Felipe González. En la memoria del expresidente del Gobierno debe de pesar hoy más la insultante comparación con la almeja que el recuerdo de aquel gesto, en el inicio de su brillante carrera política. Lo digo porque no asistió al entierro de Nicolás Redondo el pasado día 5 en Madrid.

Sí estuvo el exvicepresidente del Gobierno en los primeros años de mandato socialista, Alfonso Guerra. Sin embargo, no parece que la relación entre este González sea muy buena, ya que no acudió a una cena en un restaurante navarro de Madrid en la que el expresidente reunió a una cuarentena de miembros de los Gobiernos que presidió con motivo de los cuarenta años del triunfo electoral del PSOE en 1982.

Guerra fue vicepresidente durante algo más de ocho años y se vio obligado a dimitir por el caso de su hermano, Juan, que llegó a ser condenado por fraude fiscal. De Alfonso Guerra recuerdo otra famosa metáfora que hizo fortuna: «En el Gobierno, yo estoy de oyente». La fuerza política de la literatura.

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