Crónicas de la incultura

Moscas

Ángel López García-Molins

Las diez plagas de Egipto fueron catástrofes ecológicas con las que Yavé se proponía forzar la voluntad del Faraón para que permitiese a los judíos salir del país del Nilo. Siempre me ha llamado la atención que entre este acervo de plagas letales –desde la conversión del agua en sangre hasta la muerte de los primogénitos egipcios– la cuarta, la de las moscas, simplemente produjese molestias. También es notable que las moscas fuesen veneradas por los egipcios porque las consideraban símbolo de vida al observar que se posaban sobre la materia putrefacta y aparentemente crecían nuevas moscas. En otras palabras que lo de las moscas en el Éxodo parece bastante inocuo y hasta simpático.

Somos una cultura moderna que se encomienda a la ciencia para la extinción de los insectos con ungüentos, pulverizadores y demás parafernalia química. Sin embargo, no hemos logrado librarnos de las moscas que vuelven una y otra vez. Seguramente ello se debe a que hoy día las moscas se han mimetizado en una nueva especie peor que las de toda la vida. Curiosamente nos la ha traído esa misma ciencia de la que alardeamos. Vean, vean cómo se publicita una conocida marca del ramo: «La relación entre el patín y la ciudad moderna es ideal; no tienes más que subirte a uno de ellos y probar a dar una vuelta: verás cómo su fluidez y seguridad son incomparables con las de cualquier otro medio de transporte. Ahora bien, las ventajas del patinete van mucho más allá. La principal, que a menudo pasa desapercibida aunque es enormemente importante, es el respeto por el medio ambiente». Encantador, ¿verdad? Lástima que, como todos sabemos, esos insectos vayan por donde les da la gana, no respeten nada ni a nadie, y se hayan convertido en el enemigo público número uno de los peatones. Según una noticia aparecida en Levante-EMV, el 12 % de los accidentes graves que se producen en València son imputables a esa gente con casco y vestida de negro que tanto se parecen a las moscas por las molestias que ocasionan. Habrá que desarrollar una nueva cultura antipatinete. Pero no serán nuestros responsables municipales quienes lo hagan. Que se sepa, nuestra ciudad es la ciudad verde y la ciudad del diseño, además de la ciudad pacificada, pero todavía está por ver que un guardia multa a un patinete que va en contradirección o sorteando gente por las aceras.. Bzzz…, ¡cuidado que viene otro descerebrado y casi se carga a una pobre señora! Aquí seguimos esperando un Moisés que ponga orden en tanto disparate. Bueno, lo dejaremos para después de Fallas. También sería que cuando tantos contravienen las normas cívicas más elementales fuéramos a tomarla con los pobres patinistas.

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