La línea entre fantasía y realidad

‘Barbarella’, de Jean Claude Forest (Dolmen); ‘Cornelius’, de Marc Torices (Apa Apa Cómics); y ‘El museo’, de Jorge Carrión y Sagar (Norma), tres requiebros que hacen que uno dude si está en uno u otro lado, o atrapado en el plácido duermevela entra ambos.

La línea entre fantasía y realidad

La línea entre fantasía y realidad / Álvaro Pons

Álvaro Pons

Se dice que la línea que separa fantasía de realidad es finísima, como una frontera que a duras penas contiene cada uno de estos dos reinos condenados a vivir separados. Es de suponer que la manía que tenemos los seres humanos de encorsetar y limitar hace fácil pensar en el símil de la barrera infranqueable, pero lo cierto es que toda línea puede ser vista como una separación o como una unión: quizás esa línea lo que hace no es dividir, sino lanzar un puente entre la fantasía y la realidad, que las hace consustanciales hasta el punto de que no pueden vivir una sin otra. Miren ustedes lo que pasó allá por los años 60, cuando en medio de la revolución social que hervía en las calles de París, los cómics decidieron buscar en el exotismo y el erotismo del espacio una forma de entender las ansias de libertad que pedía el mundo real.

La línea entre fantasía y realidad

La línea entre fantasía y realidad / Álvaro Pons

Barbarella, de Jean Claude Forest, rompió en 1962 con todos los moldes y cánones de la aventura galáctica para reclamar que el cómic no solo era adulto por celebrar la sexualidad, sino por empoderar a la mujer y reclamar igualdades que no debían pertenecer solo al ámbito de lo fantástico. Una obra maestra que abrió el camino del cómic europeo adulto pero que estaba inexplicablemente inédita en nuestro país y que por fin, 60 años después de su creación, es editada en castellano por Dolmen Editorial (con traducción de Lorenzo Díaz) siguiendo escrupulosamente la edición original de Eric Losfeld. Esa línea entre fantasía y realidad puede ser larga y sinuosa, con requiebros que hacen que uno dude si está en uno u otro lado, o atrapado en el plácido duermevela entra ambos. Esa es la sensación que se tiene leyendo Cornelius, de Marc Torices (Apa Apa Cómics): sabíamos de las aventuras de este particular can, humano a veces, perro otras, por los fanzines y redes donde su autor daba rienda suelta a sus particulares vivencias, pero lo que no esperábamos es que llegara a nosotros en forma de voluminoso libro de 400 páginas para reclamar su propio reino entre fantasía y realidad. Lo que hace Torices es monumental no solo por el tamaño, sino por la ambición de crear un mundo privado donde las reglas de la vida vienen marcadas por los formatos que el cómic y las publicaciones hicieron fundamentales en la cultura popular, haciendo que sus personajes muten continuamente entre la inspiración ajena y la personal, entre lo real y lo imaginado. Construye un relato de suspense de apariencia canónica a partir del secuestro de la joven Alspacka, pero pronto resultará en un catálogo de las miserias y estupideces humanas, lo que realmente nos categoriza como especie, hermanándonos con el resto de animalidad en la costumbre de pisar mierdas con reiteración. Torices, que es un genio, salta de Ware a Hergé o Schrauwen con la misma facilidad que llega a las portadas del Pulgarcito o las aucas, en un despliegue de talento gráfico brutal que deja boquiabierto.

La línea entre fantasía y realidad

La línea entre fantasía y realidad / Álvaro Pons

Y en ese camino llegamos a la otra punta de la línea, a una realidad que sirve para mirar atrás: El museo, de Jorge Carrión y Sagar (Norma Editorial) es un ensayo gráfico que conecta con Gótico para reflexionar desde el espacio del Museo Nacional de Arte de Cataluña sobre el arte y la creación, sobre ese trayecto que ha llevado a la humanidad desde la fantasía a la realidad. Arte y espacio dialogan para encontrar relaciones que desbordan el discurso tradicional para entrar directamente a comprender aquello que somos a través de la mirada que nos devuelven las pinturas en las paredes, desde el momento en que nos damos cuenta que lo artístico es no solo el cuadro, sino la esencia que envuelve la sala y a los que están en ella, conectando la creación con el acto de vivir. Fantasía y realidad. ¿En qué lado eligen estar?

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