Goethe

La biografía de un escritor que puso su extraordinario talento y su pasión vital al servicio de convertir su propia vida en una obra inmortal.

Goethe

Goethe / Jaime Siles

Jaime Siles

Jaime Siles

Ortega y Gasset pedía «un Goethe desde dentro» y Caballero Bonald tituló uno de sus libros Vivir para contarlo. Como respondiendo a ambos la germanista Helena Cortes, autora de importantes estudios sobre Hölderlin y otros autores del romanticismo alemán, Premio Nacional de Traducción y académica numeraria de la Academia de la Lengua y la Literaturas Alemanas, ha escrito una sólida y muy bien documentada biografía de este clásico que construyó su vida y su obra como para que ambas – como él le mismo le escribe el 20 de septiembre de 1780 al suizo Lavater- permanecieran y quedaran dentro de la «literatura universal», concepto éste -el de Weltliteratur- acuñado por él.

Desde el prólogo , en el que explica el modo realista en que la crítica de la segunda mitad del Siglo XX (Sigrid Damm y Rüdiger Safranski) ha ido analizando la figura y personalidad de Goethe, Helena Cortés traza un completísimo recorrido que pone ante los ojos del lector la infancia y juventud en Fráncfort, sus estudios universitarios en Lepzig Estrasburgo, su regreso a su ciudad natal y sus prácticas en la Cámara de Justicia del Reich en Wetzlar, la gestación del Werther, cuyo personaje recoge tantos elementos de Karl Wilhelm Jerusalem -entre otros, su modo de vestir, que generará una de las modas de la época-; sus amoríos y los ecos que en él mismo y en su escritura dejará su amplio catálogo de amantes de distintas sociales procedencias; su condición de consejero áulico en la corte del Duque de Weimar; su amistad con Schiller, que tiene más talento dramático que él; el influjo de Wieland y de Herder; su decisivo papel en el impulso intelectual dado por iniciativa suya a la Universidad de Jena con la incorporación a ella de Fichte, Schelling, Hegel y Friess; sus relaciones , no siempre cordiales, con el primer círculo romántico; sus dos viajes a Italia, tan determinantes en el desarrollo de su evolución, como se advierte en sus Elegías romanas; las tensiones entre clasicismo y romanticismo; su winckelmannismo y su interés por la Antigüedad Clásica; el contexto político de su tiempo y la difícil y ambigua posición de Goethe dentro de él; su admiración por Napoleón y su incomprensión y rechazo del nacionalismo; su «odio a las revoluciones violentas»; su papel en la «Campaña en Francia», la magnificación de la batalla de Valmy y «El sitio de Maguncia»; su anteponer la injusticia al desorden; su interés por la ciencia; sus últimos amores, sus colecciones etc.

Todo ello, completado con una bien trenzada cronología y una serie de guías de lectura que iluminan los rasgos distintivos de su poesía, la composición de Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister y de Las penas del joven Werther, con la descripción de su estructura, su estilo y sus muy diversas claves y fuentes; los aspectos formales y la recepción de El Diván de Oriente y Occidente; un análisis de su Torcuato Tasso y el debate entre idealismo y realismo que lo define, así como su desafío por parte del artista a toda norma y convención social; un detallado estudio e itinerario de sus dos viajes a Italia y del libro en que esa experiencia se objetivó; la singularidad de su tragedia Egmont, a medio camino entre el Sturm und Drang y el clasicismo y que refleja las tensiones políticas de la época; la contraposición entre ley natural y ley moral en su novela Las afinidades electivas y la inclusión de ésta en la serie de las grandes novelas de adúlteras del Siglo XIX como Madame Bovary o Ana Karenina; las peculiaridades del lenguaje de Ifigenia en Táuride y su inadaptación a la escena, así como la ausencia de conflicto e n sentido griego y su propuesta de reconciliación; y el ornitorrinco literario que es su Fausto.

Helena Cortés ha configurado con el máximo rigor un detalladísimo mapa del vasto y rico territorio de este autor sobre el que -como sucede siempre con los grandes clásicos, y nadie puede dudar de que Goethe lo es- nunca se ha dicho la última palabra. Pero estas de aquí nos procuran una imagen suya tan precisa como total.

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