Negro
Marc Antoine Mathieu es uno de los autores más excitantes, experimentales y arriesgados del cómic francófono

Deep Me / LEVANTE-EMV
Álvaro Pons y Noelia Ibarra
En 1854, Gustave Doré creó la Historia de la Santa Rusia, una obra en la que la ilustración se mezclaba con historieta para narrar la evolución del imperio zarista. En ella, el artista iniciaba su relato con una viñeta totalmente en negro para simbolizar las tinieblas de la antigüedad. Su presencia era intimidante y creaba una extraña sensación de vacío en la secuencia de imágenes de la página. Sin trazos, sin dibujos, la masa de tinta atraía hipnóticamente la mirada invitando a sumergirse en la nada.
Casi dos siglos después, Marc-Antoine Mathieu, uno de los experimentadores más osados del cómic moderno, crea Deep Me (Salamandra Graphic, traducción de Irene Oliva), una obra que sorprende desde sus primeras páginas con una retícula de viñetas completamente en negro.
Podría ser la boutade definitiva de alguien capaz de seguir la trayectoria de un fotón de luz durante tres segundos, de crear universos oníricos en los que las páginas se convierten en objetos troquelados que forman espirales o buscar el origen del hombre en los formatos en los que escribió su legado.
Sin embargo, las viñetas van rompiendo su tenebroso silencio cromático con las palabras de Adán, al que acompañamos en el descubrimiento angustioso de su soledad. Algunas sensaciones e imágenes difusas que apenas logran romper la asfixiante oscuridad, la ausencia de color y de imágenes omnipresente en las viñetas deja de ser un capricho y comienza a revelarse como una misteriosa cárcel en la que estamos también encerrados junto al desconocido protagonista.
Mathieu sabe que la masa de tinta negra no funcionaría en toda la página, porque lo que produce una perturbadora inquietud es la secuencia, es avanzar y seguir viendo esa nada sin luz, esa profunda ausencia de cualquier elemento al que agarrarnos, desesperanzadora.
Igual que Adán, nos sentimos incomunicados, excluidos del mundo exterior y en caída libre, como el protagonista de Johnny cogió su fusil, la magistral película de Dalton Trumbo que Mathieu introduce hábilmente en el relato como una referencia que parece darnos pistas sobre lo que está ocurriendo.
Apenas intuidos, vemos flashes de imágenes que nos recuerdan a un hospital, oímos conversaciones casi inaudibles que parecen diagnósticos médicos. Y sentimos cada vez más conexión con la desesperación de Adán, que ve cómo su cárcel es cada vez más y más sombría y profunda.
¿Será una persona en coma? ¿Será, como Johnny, un superviviente de un terrible desastre? ¿Quién es Adán? ¿Qué está pasando?
El francés no da concesiones: la atmósfera se volverá cada vez más y más opresiva hasta una revelación que es, quizás, todavía más turbadora.
No es un truco de prestidigitador a lo Shyamalan, escondido hábilmente para una sorpresa, sino una consecuencia lógica que explota abriendo mil líneas de debate en las que nos obliga a enfrentarnos ya no solo a la página en negro, sino a todo lo que entendemos como esencia del ser humano.
Con un dominio perfecto de la interrelación entre códigos gráficos y escritos, nos ha dirigido a un abismo todavía más siniestro, el de nuestro futuro.
En tiempos donde la reflexión del posthumanismo y el transhumanismo se configuran como necesarias ante el auge de una IA que parece competir peligrosamente con la noción de humanidad que tenemos, Mathieu plantea precisamente ir al centro del problema, a la atormentada noción de quiénes somos, de qué nos construye como personas: ¿nuestras sensaciones? ¿Nuestros sentimientos? ¿Nuestros recuerdos? ¿Podemos existir sin otros seres humanos? ¿Podemos ser sin alguien que nos diga quiénes somos? Las preguntas van nacen a cada paso de lectura, generando más y más incógnitas que el descubrimiento de lo que ocurre solo hace que multiplicar.
Deep Me, que se completará el año que viene con Deep it (aunque su lectura individual es completa), sorprende por su atrevimiento formal, pero son las reflexiones que lanza las que la convierten en una obra que rompe todos los esquemas y fascina.
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