entrevista
"Es urgente que despertemos"
Gabriela Cabezón Cámara (San Isidro, Argentina, 1968) es «un producto de la educación pública argentina». Lo dice con orgullo y entusiasmo mientras de fondo, en la casa en la que vive, en mitad del campo, alejada de la urbe y de todo lo que esta significa, representa, en el sistema socioeconómico, suenan los pájaros y los ladridos de un perro que parece bondadoso, por el tono. Es una jornada ajetreada, para ella. Si a finales de octubre fue galardonada con el Premio Sor Juana Inés de la Cruz de la Feria del Libro de Guadalajara (FIL) que hoy abre sus puertas en esa ciudad mexicana, el mismo día de nuestra conversación, un rato antes, le comunicaron que había ganado el Fundación Medifé Filba a la mejor obra de un autor argentino publicada el año anterior. Dos reconocimientos que le llegan por un libro extraordinario, Las niñas del naranjel (Random House. 2023), en el que novela la vida de Catalina de Erauso (1592-1650), también conocida como la Monja Alférez, que se sumó a la Conquista de América travestida como varón. Una historia que ella misma define como «un poco delirante», pero ¿cuándo no lo es la ficción? En un momento como el que vivimos, «distópico», en opinión de Cabezón Cámara, la literatura, ese mundo que ella descubrió gracias a su particular Biblioteca de Alejandría, la de su abuela, con Jack London, Julio Verne, Daniel Defoe o Mark Twain como faros alumbradores, es la mejor herramienta para luchar contra el «oscurantismo» que en su país, por ejemplo, pretende censurar su obra y la de otras autoras, como Dolores Reyes. La palabra, reino de la libertad.
Justo hoy ha sido reconocida con el Premio Fundación Medifé Filba, que reconoce la mejor obra de un autor argentino publicada el año anterior, y hace unos días le concedieron el Sor Juana Inés de la Cruz de la FIL. Así que, en primer lugar, felicitarle, pero acto seguido quiero también trasladarle mi apoyo por la campaña de censura que está sufriendo en su país junto a otras escritoras como Dolores Reyes. ¿Cómo lo está viviendo todo?
Mira, es parte de una era de oscurantismo que estamos padeciendo. Por supuesto, es horrible.
¿Ve algo de luz al final de ese oscuro túnel? Porque Milei acaba de llegar al poder, prácticamente.
Sí, en algún momento se va a acabar, en algún momento va a pasar y, mientras tanto, luchamos.
¿Y es la literatura una herramienta en esa lucha?
Por supuesto, la literatura es el reino de la libertad, el arte es el reino de la libertad, es el lugar donde poder dislocar la lengua, donde el imaginario colectivo emerge, es el lugar para imaginar otros mundos.
Hablando de dislocar el lenguaje, a usted le gusta sorprender al lector, retarlo, cambia el lenguaje, mezcla relatos. ¿Cómo se relaciona con la escritura, es un juego?
Sí, para mí es un juego, es una cuestión lúdica en la que se me va la vida. Yo creo fervientemente en el trabajo con la lengua. Todo lo que hay ahí está constantemente atravesándonos, estamos constituidos por esa lengua, sujetados por esa lengua y también podemos liberarnos a través de esa lengua. Trabajando con el lenguaje aparecen cosas que de ninguna otra manera aparecerían. La voz de un autor es como un río en el que hay algo propio y muchísimo de todos, y ahí aparecen cosas alucinantes.
Eso me lleva a preguntarle por el español como lengua de ida y vuelta, de España hacia allá y viceversa.
Sí, yo le llamaría más bien castellano y, más bien, castellano rioplatense, que es el que yo cultivo, por cuestiones políticas. Lo de rioplatense porque es así; lo de español, porque por ahí no, es castellano. A mí me gusta trabajar muchos registros de lenguas, el del Río de la Plata, pero también el que puede remedar al habla paraguaya o a cualquier otro lugar de habla hispana, y ahí te estoy otorgando lo de español, aunque no me guste. Me parece que en eso hay una creación conjunta enorme, hermosa y que habla de una potencia. Tratamos el subcontinente arrasado durante la colonia y arrasado ahora mismo por nuestros estados nacionales. Me parece importantísimo trabajar con nuestras lenguas, con nuestras culturas.
¿El lenguaje es política?
No hay nada más político, no hay nada más social.
En la novela premiada, Las niñas del naranjel, recupera a Catalina de Erauso, también conocida como la Monja Alférez. Iba a preguntarle qué le atrajo del personaje pero quizás habría que plantear cómo no sentir atracción hacia él.
Sí, es un personaje sumamente atractivo, extraordinario, y sumamente criminal. De una manera loca y criminal logró una proeza, que era vivir como quería en esa época, que todavía es una proeza hoy, imaginate hace cuatrocientos y pico de años.
Lo que quería, y consiguió, era vivir como un hombre.
Sí, en el siglo XVII y con el consentimiento del Rey y del Papa, una locura, ¡del Papa!
En el libro narra la colonización y la conquista de América. ¿Qué le aportó al modo en que usted entiende esa parte de la historia, le cambió en algo escribir el libro?
Lo tengo que pensar... No sé, tal vez es un ensayo de respuesta a cómo aquellos que descendemos de los que destruyeron podemos hacernos de una vez y para siempre de esta tierra, de qué manera podríamos dejar de ser criminales.
¿Se consideran criminales?
La destrucción que hizo la cultura blanca en estos territorios es infinita y la sigue siendo. Hay una práctica del crimen que no cesó nunca y en eso tienen mucho que ver nuestros estados nacionales, y una clase de gente es sacrificada por las políticas extractivistas, pero los indígenas primero que nadie.
¿Buscaba con su escritura poner el foco en unos hechos concretos y decir: fue esto lo que pasó?
Y depende. En este caso era un poco inevitable, igual es ficción y es un poco delirante, pero sí, no es lo principal que busco, pero está ahí.
La novela conecta hechos ocurridos varios siglos atrás con acontecimientos de la actualidad. ¿Por qué recurrir al pasado para mostrar algo del presente?
Porque no dejó de suceder, porque me divertía pensar esa época, crear un registro de lengua que fuera una parodia del castellano del Siglo de Oro, y porque es el original de esto, el principio, por así decirlo.
Creo que incluso estuvo en la selva gracias al fotógrafo Emilio White. ¿Cómo fue esa experiencia?
Fue maravillosa, fue increíble. En la selva tenés que estar todo el tiempo atento, tenés que mirar. Es un lugar de proliferación de la vida en donde ves el tejido de la vida, te das cuenta con más claridad de que somos carne de la carne de la Tierra y donde el ciclo de la vida, la vida y la muerte, tiene sentido, se entiende.
¿Volvió cambiada?
Sí, mucho más capaz de estar presente. La vida es el presente.
¿Ayuda la literatura a estar presente? No sólo la escritura, también la lectura.
Bueno, a mí me ayuda a vivir, así que de alguna manera eso me debe estar ayudando a estar presente.
En ese sentido, en la novela Antonio dice que tiene necesidad de escribir cartas. ¿Esa urgencia de escribir es también suya?
Sí, por supuesto, es mi manera de poder vivir. No tengo ninguna rutina de escritura, es un problema que tengo. En algún momento me pongo a escribir, pero es medio imprevisible. Eso me hace sufrir, pero parece que me funciona.
Como escritora, pero sobre todo como ciudadana del mundo y residente en Argentina, ¿tiene la sensación de estar viviendo en una especie de distopía?
Sí, es una distopía. Acá llegaron unos mosquitos que si te pican dos veces te morís. Hay un presidente que hace el gesto de masturbarse en reuniones formales con empresarios y que habla con su perro muerto. Hay una agrupación que se ha autodefinido como el brazo armado del Gobierno. Es todo una locura. Y los niveles de pobreza son estratosféricos y eso no lo hizo este Gobierno sólo, hay que ser justos, también.
Y pensar que hace 50 años en Argentina había un 4% de pobreza. ¿Qué pasó en ese medio siglo?
Una dictadura bestial que impuso una política neoliberal que nunca fue abandonada, hubo intentos pero no funcionaron.
Hay un riesgo evidente. ¿Puede el arte llegar a quedarse corto en este escenario?
Y no lo sé, no lo sé. Se tiene la impresión a veces de que la realidad supera a la ficción, pero no lo sé.
En Instagram se presenta primero como socioambientalista y luego como escritora. ¿Qué importancia tiene el activismo en su vida?
Una enorme. Igual puse primero socioambientalista porque que soy escritora lo sabe todo el mundo o mucha gente. Y lo de socioambientalista es algo que hay que explicar constantemente porque vivimos en negación. No te voy a explicar a vos, que sos española, viste lo que pasó en Valencia. Es un desastre, es enorme y va a ser cada vez peor, cada vez se emiten más gases de efecto invernadero y no estamos pudiendo pararlo y es tremendo. No va a haber democracia que aguante tantas catástrofes y tanta concentración de la riqueza a la vez. Se viene una era muy oscura si no logramos cambiar un poco lo que parece ser el cauce de la Historia en este momento.
¿Hay más negación que negacionismo en la sociedad?
Creo que hay más negación que negacionismo. Hay negacionismo de parte de los poderosos y hay negación en la gente común, porque es insoportable, es impensable que en tu ciudad de repente haya 300 muertos porque vino una tormenta.
La literatura se ocupa muy poco de los colapsos climáticos.
Hay un libro de Amitav Ghosh, The Great Derangement, que piensa este tema. Él dice que la novela tal como la conocemos cristalizó como forma en el siglo XIX, que fue el momento en que realmente se creía en un progreso infinito. Para ese momento histórico, lo previsible, lo ordenado, lo gobernable era el mundo, y eso en literatura se trasladó a los términos de verosimilitud. Él dice que antes la literatura se ocupaba de los hechos extraordinarios, incluso sobrenaturales, de los grandes héroes, las intervenciones divinas en la Tierra, y eso pasó a un segundo plano y empezó a dominar la literatura de la vida cotidiana. Eso es una punta para pensar.
¿La literatura debe... o no debe nada?
La literatura no debe nada. La literatura sólo con practicar esa libertad y ese juego ya está haciendo un montón, es un montón.
Hace tiempo leí una declaración suya que me gustó: «La escucha es el registro del otro como ser humano». ¿Puede profundizar?
A mí siempre me llama la atención cuando dicen: es la voz de los que no tienen voz. Todos tenemos voz. Lo que pasa es que hay un montón de larvas hijas de puta que no quieren escuchar. Sí que tienen voz, escuchá... Me enojo con este tema. Todos los grupos humanos tienen voz y tienen derecho a decir y tienen derecho a ser escuchados y debería importar lo mismo lo que dicen ellos que lo que dice un señor del centro del mundo.
No quiero acabar sin preguntarle por la biblioteca de su abuela.
Ah, la biblioteca de mi abuela... Mis padres eran obreros, mis abuelos, también. Yo vengo de una familia obrera, soy un producto de la educación pública argentina, y no tenían libros, pero mi abuela tenía unos 30 o 40 libritos de la colección Robin Hood, novela del siglo XIX tipo Jack London, Julio Verne, Daniel Defoe, Mark Twain. Esa biblioteca me salvó la vida, descubrí un mundo en el que yo podía vivir y en el que sigo viviendo. Me gustó eso y no me moví más, fue una pasión loca.
¿Deja la lectura de ser ingenua en algún momento de la vida?
Yo trabajo mucho para que la mía pueda serlo. Amo los libros que me hacen entrar como una nena, que me suspenden el juicio crítico y la mirada profesional. Me pasa con unos cuantos, por suerte, lo malo es que cada vez con menos, pero por ejemplo hace poco leí Justo antes del final, de Emiliano Monge, y me volví loca de amor. Los libros que me hacen sentir una nena, leyendo con ingenuidad, son los que más amo. Después ya los leo como una adulta y la artesana de este oficio que soy.
Y la última: ¿cree que el futuro puede ser otro o estamos ante el final del Imperio romano?
Estamos ante el final del Imperio Romano y el futuro puede ser otro y puede ser mejor, nos va a tocar un periodo medio oscuro por en medio. De nosotros depende, nos tenemos que despertar, es urgente.
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