La vida como una huida

‘Fuera de combate’, la novela póstuma de Raúl Núñez, que ha permanecido inédita durante tres décadas

‘Fuera de combate’, la novela póstuma de Raúl Núñez, que ha permanecido inédita durante tres décadas

‘Fuera de combate’, la novela póstuma de Raúl Núñez, que ha permanecido inédita durante tres décadas / Levante-EMV

Alfons Cervera

Alfons Cervera

Conocí a Raúl Núñez en 1985. En Barcelona, donde él vivía. Acababa de publicar Sinatra, una novela ambientada en el barrio chino, con personajes que parecían salidos de un mundo en que dominaban la sordidez, las vidas amontonadas en las barras de los bares, el cierre metálico de las puertas abiertas a la madrugada. O sea: una mierda de mundo. Muchos años atrás yo había leído People, una antología de sus poemas que se quedaría para siempre en mi cabeza. La poesía beat. Las andanzas de Jack Kerouac, Allen Ginsberg, William Burroughs, Neal Cassady y otros frikis como ellos rodando sin retorno por las carreteras de la desolación. Ahí, en aquellos poemas, ya estaba el escritor que había nacido en Buenos Aires en 1946, que viajó en los años sesenta por Europa y los sueños de libertad que enlazaban trenes cutres y canciones, que recaló en Barcelona y allí se quedó, no sé si como uno de los personajes casi extraterrestres que habitan todas sus novelas.

Antes de Sinatra había publicado Derrama whisky sobre tu amigo muerto. Y después La rubia del bar y A solas con Betty Boop. Poco a poco fue desapareciendo del mapa literario. Eso si es que alguna vez, a pesar de sus libros y de las películas que se hicieron adaptando Sinatra y La rubia del bar, ocupó algún sitio en el más oscuro rincón de la literatura escrita en castellano de los años ochenta y noventa del pasado siglo. La verdad es que a Raúl ver su nombre impreso en el mercado literario le importaba bien poco. O nada. Lo que era su vida: rodar con lentitud risueña por las calles de la noche, caer como un peso pesado en los cuartos donde dormía y levantarse casi a punto de que de nuevo hubiera anochecido por esas mismas calles, no importaba en qué ciudad: Amsterdam o Estocolmo, Madrid o Barcelona, a partir de finales de los ochenta ya en València, donde viviría hasta su muerte en la primavera de 1996. «Ya no haré grandes cosas, / hace un rato he comido un pan con mermelada / y he bebido algo de vino en la habitación sencilla», escribe en uno de los poemas de Juglarock (1971) y es como si esa hubiera sido su manera de estar en la vida fuera donde fuera. En València escribió en varios medios, sobre todo en la Cartelera Turia. Creo que fue esa misma revista la que pagó el entierro, éramos cuatro en esa despedida y si no me equivoco las cenizas seguirán en la urna que depositamos en las dependencias de la Turia: desde aquí, y en mi memoria más agradecida, un hurra para esa casa donde estuve más de treinta años, ahora ya no, y aún sigue siendo su gente -a pesar de la distancia- como si fuera mi propia familia.

Vivía Raúl en el barrio del Carmen y fueron los bares, sobre todo Cavallers de Neu, su residencia en la tierra. Una noche, cuando se estaba muriendo, le dijo a su amigo Juan Carlos que me hiciese cargo de lo que había en su casa. Su casa era una estantería metálica con un par de libros de Juan Marsé y Juan Carlos Onetti: sus ídolos. Lo adoraba Juan Marsé. Había unas cartas suyas, otra de su madre, una cama destartalada, una Olivetti en la que las teclas iban a su bola, un pequeño televisor que yo mismo le había llevado cuando, ya enfermo, no podía ir al Café Lisboa para ver los partidos del Barça. Le devolví las cartas a Marsé y le escribí a su madre una que nunca me contestó. Entre lo que dejaba había una carpeta azul de esas que se cierran con gomitas, dentro recortes de sus artículos de prensa y una novela inédita: Fuera de combate, escrita seguramente en los últimos meses y en cuyo pulso mecanográfico se notaba ya una cierta fragilidad.

Ahora Efe Eme ha publicado esa novela inédita. Cuando la leí por primera vez me pareció no demasiado buena, como si se dejara sentir en exceso aquella fragilidad, como si le faltara el aliento que mostraba en sus momentos mejores de escritura. Sin embargo, cuando varias veces volví a ella para revisar esta edición, fue otra muy distinta la sensación que me dejaban sus sucesivas lecturas.

Esa locura de situaciones, de personajes que parecían sacados de un mundo en que a cada esquina aparecían monstruos que ni siquiera tenían rasgos humanos, esa amistad y una manera de enamorarse en unas páginas que eran más de Raúl Núñez que nunca lo habían sido en las novelas anteriores. Lo que escribe Juan Puchades en el prólogo: «Aquí la gran protagonista es -como de costumbre- la vida descabezada de los que nada tienen y quieren huir de ella. Esa que él tan bien conocía y lograba imaginar y recrear en sus historias».

Han pasado muchos años y muchas cosas desde aquel día de 1985 en Barcelona. No sé si encontrarán ustedes muchos datos de Raúl en internet. Hasta hace poco, casi nada. Pero sé que hay mucha gente que lo ha seguido desde siempre porque hay vidas y escrituras que se quedan, con tintes de cabezona y admirable persistencia, en las vidas de quienes las leen. En Fuera de combate están una vida y la misma escritura que son las de un tipo que nunca se tomó en serio eso de que la literatura nos salva del abismo o de lo que sea.

A él le daba igual eso de la salvación y conocía de primera mano todos los abismos por los que desaparecer sin que ninguna escritura lo detuviera antes de la caída. Si no han leído sus novelas, es Fuera de combate una buena manera de empezar. En el ring espera Raúl Núñez, con un vaso de vino tinto y barato en la mano. Y con ese andar risueño y frágil que nunca lo abandonó por las calles y las noches de un mundo que para él nunca fue algo demasiado serio.

En todo caso, estaremos atentos a su próxima aparición editorial. ¿Será La rubia del bar? Ya les diré a ustedes cuando Efe Eme me chive la respuesta… 

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents