Reportaje

Literatura en el fango

Tres meses después de la dana, escritores, editoriales y librerías afectadas por la terrible riada de Valencia intentan pasar página a una catástrofe que ha destrozado vidas, bienes y la salud colectiva de miles de ciudadanos.

Estado de La Moixeranga, los primeros días, y uno de los almacenes con miles de libros echados a perder.

Estado de La Moixeranga, los primeros días, y uno de los almacenes con miles de libros echados a perder. / Postdata

Joan-Carles Martí

Joan-Carles Martí

Ferran Torrent tiene la lágrima difícil pese a ser escritor sensible. Su casa de Sedaví fue arrasada por la barrancada el 29 de octubre. Días antes había recibido el Premi de les Lletres Valencianes de manos de Carlos Mazón. No quiere devolverlo, porque sería demagógico, aunque no le faltan ganas, pero asegura, contundente, que hoy no lo aceptaría. Cuando lo recibió, días antes de la tragedia en Alicante, contó que a la única persona a la que le avanzó el premio fue a su hermana, que padece alzhéimer. Ella se emocionó, pero al minuto se le olvidó, poniendo a salvo el secreto. A él también se le quebró la voz en una entrevista en TV3 mes y medio después de la tragedia. Al sobrino de Torrent, el periodista Vicent Chilet, le sorprendió porque solo recordaba haber visto llorar a su tío en el funeral de la madre del escritor. En febrero publica la novela que entregó a la imprenta solo unos días antes.

Aquella trágica tarde, Torrent volvía de una paella en l’Albufera con amigos para celebrar el galardón. Recuerda que no llovía, aunque un fuerte viento aconsejaba volver a Sedaví tras la comida. Por la tarde, sobre las siete, estaba hablando con un amigo por teléfono cuando se dio cuenta de que empezaba a entrar agua por debajo de la puerta principal. La abrió y la tuvo que cerrar enseguida porque la calle se estaba convirtiendo en un río. Fue a la terraza interior y comprobó que el agua brotaba de la tierra. También el lavabo y el inodoro se convirtieron en una fuente. Con la primera planta ya anegada, decidió subir a la superior pertrechado de algunos alimentos, el ordenador con la nueva novela y la tableta. Desde el balcón habló con los vecinos de la calle, y nadie sabía nada, seguía sin llover y ninguno mencionó la posibilidad del desbordamiento del barranco a su paso por Catarroja y Paiporta. El resto, la magnitud del desastre, es conocido.

Carmen Amoraga estaba en plena promoción de su nuevo libro, La memoria infiel, cuando se inundó en cuestión de minutos su vivienda en Picanya junto al ya famoso barranco del Poyo, en una tarde-noche de auténtico terror. Pocos metros más abajo, en la vecina Paiporta, estaba Santiago Posteguillo en su piso de una sexta planta revisando la conferencia anunciada para días después en el Senado, que se hizo viral cuando narró la situación de desesperación que vivió los primeros días de la tragedia. Como contó el famoso escritor, tampoco llovía ni en Paiporta, ni en Picanya, ni en ninguna de las otras poblaciones afectadas de l’Horta Sud. Tampoco avisó nadie de que la torrentera bajaba como nunca se recuerda y que amenazaba con un tsunami, como así ocurrió.

La riada se llevó 224 vidas y aún hay 3 desaparecidos. Arrasó con viviendas, vehículos, negocios, escuelas, empresas, infraestructuras, y el barro se adueñó de todo el sur del área metropolitana de Valencia y comarcas próximas, quebrando la vida a más de millón y medio de ciudadanos. La factura de la dana supera los 25.000 millones de euros, según los primeros estudios económicos. El sector cultural suma más de 150 millones, con grandes pérdidas en las áreas editorial y audiovisual, en el teatro y la música. La Associació d’Editors del País Valencià (AEPV) calcula que al menos 34 editoriales se han visto perjudicadas, total o parcialmente. Todas han visto afectados sus fondos almacenados en instalaciones propias o centros logísticos devastados, o con libros preparados para salir de imprenta o en proceso de producción. En algunos casos, los depósitos en las distribuidoras suponían el 100% del stock de la editorial. Los primeros balances señalan más de 300.000 libros deshechos. Además, once librerías han sido arrasadas. Aquel fatídico martes, el repartidor que llevaba los 2.000 ejemplares de la primera edición del nuevo libro de Rafa Lahuerta Yúfera, La promesa dels divendres, hacia la plataforma logística del polígono de Riba-roja para su distribución decidió dar media vuelta ante el inicio de la inundación que acabaría afectando trágicamente a esa localidad. Después de dos semanas de obligado parón de la actividad del mundo editorial, la novela llegó a las librerías en medio de una gran expectación.

Amoraga, finalista del Premio Planeta en 2010 y Premio Nadal en 2014, decidió dar el primer paso hacía una cierta normalidad. Convocó a principios de diciembre a otros autores y vecinos en un acto en la librería Passarella para recuperar el establecimiento devastado en Picanya. Durante el acto, la librera, Guillermina Spiekermann, contó que el agua llegó hasta el techo, en un local que inspiró su nombre en la pasarela peatonal que había justo enfrente de la librería y que el tsunami de agua, barro y cañas se llevó por delante. Allá, en un espacio con las paredes vacías, sin estanterías ni libros y con el escaparate desaparecido, Amoraga presentó La memoria infiel. Ella adquirió docenas de ejemplares para recaudar fondos destinados a la reconstrucción de la librería, una iniciativa a la que se unieron más escritoras como Rosario Raro, Susana Fortes o Susana Gisbert.

Primer acto solidario

Días después, la propia Amoraga puso voz a la tragedia en la recuperada Nit de Santa Llúcia, donde el sector editorial valenciano se juntó en un acto de solidaridad, homenaje y reivindicación. «Porque ser locales también es una manera de ser universales», aclaró Manuel Gil, uno de los organizadores y director de la Fira del Llibre de València. Gil mencionó en su discurso a más de un centenar de autores, realizando un auténtico repaso a la historia de la literatura valenciana. Ese primer acto literario tras la dana se celebró en los jardines del Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad (MuVIM), el mismo lugar donde se celebró, durante años, el último mercadillo ambulante de València, el de Santa Llúcia. Un espacio elegido por el sector del libro valenciano para intentar renacer de la barrancada que arrasó con todo, también con esos artefactos de saber y entretenimiento saludable. La riada se llevó fondos editoriales, arrasó librerías, destruyó almacenes y colapsó la cadena de distribución del sector. Con esa necesaria solidaridad y el simbolismo de regeneración, las editoriales y librerías damnificadas se unieron para hacer un llamamiento solidario para regalar libros valencianos, en particular, y todos los otros en general.

«Vivo en Picanya, a cincuenta metros del barranco del Poyo. Yo también he tenido pérdidas con esta dana. Económicas y emocionales. Pérdidas de cosas que se pueden reponer, y de otras que no. Pero, ¿sabéis qué es lo que más he perdido? El miedo. Lo peor que nos podía pasar ya nos ha pasado», dijo ese día una emocionada Amoraga. Antes, recordó las palabras de uno de los personajes de La librería, la novela de Penelope Fitzgerald, cuando piensa abrir una: «Dicen por ahí que está usted a punto de abrir una librería. Eso significa que no le importa enfrentarse a cosas inverosímiles».

Ferran Torrent aseguró las primeras semanas, tras otra riada histórica, que no pensaba volver a escribir. Pasado una parte del disgusto, ya dice lo contrario, porque sostiene que la primera víctima de las catástrofes es la verdad. Él siempre ha hecho bandera de nacer, vivir y querer morir en Sedaví. Ahora está destruido, todavía faltan muchos meses para una cierta normalidad, mientras la Generalitat y el Gobierno siguen enredando para ganar la batalla del relato. Eso sí, faltan vecinos, han muerto. Su casa no es casa, ni Sedaví ya es Sedaví.

Que nadie espere una novela de Torrent sobre la dana, porque tanto él como el resto de escritores, editores, distribuidores y librerías y los miles de damnificados quieren pasar página lo antes posible, para un terapéutico renacer del fango, y si es posible con más libros.

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J. C. Martí

La ilustradora Cristina Durán, premio Nacional de Cómic 2019, ha puesto la imagen para renacer del fango. Ella perdió el estudio que comparte con su pareja, el guionista Miguel Ángel Giner Bou, en Benetússer. Una parte de su biblioteca de cómics y muchos trabajos de años de profesión se convirtieron en escombros. Esa intención de reconstrucción de la memoria es la portada del libro Renàixer del fang. Testimonis narratius de la tragèdia al País Valencià (Ara Llibres), una iniciativa solidaria para recaudar fondos para las librerías afectadas por la dana impulsada por el editor Joan Carles Girbés, natural de Carcaixent, localidad que padeció otra terrible riada en 1982 que ha marcado a varias generaciones.

Girbés ha ideado este volumen con dos objetivos: dejar constancia de una de las peores catástrofes naturales que ha sufrido el territorio valenciano y ayudar a las once librerías devastadas a volver a abrir sus puertas (las ventas irán para ellas). En el prólogo, el editor también alerta del momento crítico del sector editorial valenciano: «La solidaridad de cada lector y lectora que adquiera este libro no solo generará ingresos económicos para la reconstrucción de las once librerías, sino que es un gesto de estima que evidencia que su tarea prescriptiva y dinamizadora nos importa, que estamos a su lado y que, juntos, hacemos comunidad».

En el acto organizado por Carmen Amoraga en la librería Passarella en Picanya muchos escritores hablaron de cómo una librería vertebra una comunidad, animaron a regalar libros y a apoyar a las pequeñas librerías, porque los libros son revolucionarios, ya que nunca nos dejan, y también hicieron un llamamiento a la esperanza para empezar de nuevo. «Mucha gente pequeña puede hacer cosas muy grandes y salvar una librería es una de ellas», comentó Susana Fortes. Las letras y la literatura, por tanto, pueden ayudar a salvar a Librolandia y Somnis, en Paper de Benetússer; Bufanúvols, en Catarroja; La Moixeranga y Passarella, en Paiporta; L’Esplai de L’Alcùdia, Samaruc y La Casa de Paper, en Algemesí; Passarella Store de Picanya, Libro Ideas Bonaire de Aldaia y Lazarillo, en Albal.

«Por unas librerías activas y fuertes, porque puedan renacer del fango, porque podemos renacer del fango más fuertes y unidos, este libro que ya es de todos les rinde un reconocimiento y homenaje», concluye Girbés en el prólogo de Renàixer del fang.

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