Entrevista
"Musk es el fascista más real y peligroso del mundo"

Timothy Snyder, historiador. / José Luis Roca
Elena Pita
Es un norteamericano europeísta, actor no sólo teórico sino también presencial en los conflictos derivados del bloque del Este y la Guerra Fría, frecuente interlocutor de Volodímir Zelenski. De hecho, Timothy Snyder (Ohio, 1969, profesor de Historia en la Universidad de Yale, autor de una decena de ensayos) habla cinco idiomas europeos, y no precisamente español o francés, sino polaco, ucraniano, ruso y en este plan tan duro, como dura y objetiva es su visión del totalitarismo creciente en el panorama internacional. Curtido en mil batallas dialécticas y políticas, el historiador vino a presentar su último ensayo, Sobre la libertad (Galaxia Gutenberg), y llenó el auditorio del CCCB de Barcelona con sus lúcidas proclamas contra lo que él sin ambages considera el «fascismo» de rusos y americanos, con Trump, Putin y el siniestro «tecnofascista» Musk al frente. «Les llamo fascistas porque son fascistas. Para mí el fascismo es una forma de hacer política». Viene el profesor encendido, procedente del corazón de Europa, porque el cataclismo que intuyó al escribir este ensayo está siendo ampliamente superado por la realidad de la nueva era Trump. Una pena, por la realidad y por el libro, porque en el fondo es una disertación y un recorrido filosófico e histórico en torno al concepto de libertad que la ultraderecha ha vaciado de contenido: «La gente de derechas habla de libertad, una libertad que no quiere decir nada; y la gente de izquierdas, ya no».
Habiendo tenido una vocación tan temprana y decidida por la historia, ¿cómo es que termina por escribir filosofía?
Bueno, has de saber que obtuve mi cátedra en esta materia, aunque mi vocación y mi ejercicio versan sobre la historia de Europa, sí. Me encanta ser historiador, y mi próximo libro será sobre historia, pero hay cuestiones que sólo pueden responderse de la manera más directa, y esa es a través de la filosofía. Este libro surge de una pregunta que me hice tras escribir Sobre la tiranía, que era una recopilación de lecciones de la historia del siglo XX que trataba de enseñar al lector a reconocer las señales de peligro. Entonces me pregunté: ¿qué es lo que estamos defendiendo?; es decir, ¿qué es lo opuesto a la tiranía? Por supuesto que la libertad, pero ¿qué es exactamente la libertad? Quería dar una respuesta honesta, desde la base misma de la cuestión, y para ello me ha basado no sólo en hechos históricos, sino en pensadores a lo que recurro como historiador, porque el significado de libertad va más allá de lo descriptivo: se adentra en lo metafísico.
Sostiene que la historia es o imperialista o integracionista, y que hemos entrado en una nueva era imperial comandada por la tecnología al servicio del poder. ¿Sería el algoritmo el instrumento perfecto para esta nueva oligarquía?
Sin duda. El algoritmo hace posible la política emocional y también proporciona la dosis perfecta de miedo y placer al mismo tiempo; nos hace impulsivos y adictos a la emoción, lo que constituye la esencia del fascismo: la licencia de vivir a través del impulso y la emoción en oposición a la razón. La noción de que la tecnología nos salvará ya está en las bases del pensamiento bolchevique y la historia soviética de la década de los 70, y no me estoy refiriendo al marxismo; y se reproduce en Silicon Valley en el siglo XXI. Hoy la libertad de expresión se cifra en si el algoritmo de Musk llega a 100 o a 120 millones de personas, olvidando que para que esa libertad sea real ha de sustentarse en el discurso de una persona, un orador. ¿Y qué se necesita para crear un orador libre? Primero, alguien que tiene algo que decir, lo que requiere mucho trabajo positivo en educación, en periodismo, en derechos… precisamente las áreas más castigadas por este nuevo poder.
Propone en su libro gravar a las empresas propietarias de las redes sociales a fin de financiar el periodismo local y real. Pero a estas alturas de la película, ¿alguien cree en el periodismo? ¿Sigue siendo periodismo lo que estamos haciendo aquí?
Pregúntatelo a ti misma. Yo creo que deberíamos reconocer a los periodistas como los héroes de nuestro tiempo. En mi país existen grandes áreas en las que el periodismo local ha tenido que desertar porque, como bien sabe, las redes acabaron con sus ingresos por publicidad, luego robaron la atención de los lectores y, finalmente, se han llevado los hechos en sí: sólo los seres humanos crean hechos para otros seres humanos, la factualidad es un trabajo humano, e internet no genera nuevos conocimientos sino que esparce lo que el hombre ha hecho, a la vez que juega con sus convicciones. Si un reportero está en el último lugar atacado en Ucrania e informa sobre ello, inmediatamente esa historia es plagiada un millón de veces, cuando sólo había una persona haciendo ese reportaje. Hemos pasado de tener una cornucopia sobre la mesa con todo tipo de riquezas a tener apenas un poco de mantequilla; pero, eso sí, contamos con un cuchillo increíblemente eficiente que esparce esa mantequilla como una molécula de espesor sobre el pan de todos. Eso es lo que es internet. La mayoría de la gente cree que el mundo digital está creando hechos y contenidos para su uso personal, pero no, las máquinas no saben qué es de interés humano. La IA es muy buena imitando lo que queremos oír, es muy buena plagiando, pero en realidad no crea nada o, en todo caso, sólo simulacros. De modo que, por redundar en la pregunta: pagar la suscripción de un periódico sería el primer paso para rescatar al periodismo, que es esencial para la libertad y del que se está beneficiando gratuitamente la tecnología, que no remunera su trabajo.
Compara a los tecnócratas de Silicon Valley con los narcos americanos, ¿en qué basa tan terrible afirmación?
En el hecho de que ambos venden sustancias adictivas y ambos protegen a sus hijos de la tecnología y de las drogas, respectivamente. Los tecnócratas utilizan temporizadores en sus casas para desconectar el rúter y exigen por contrato a las niñeras de sus hijos que estos no vean pantallas, y en casa de los narcos nunca se consume la droga con la que se trafica.
Se refiere a la «naturaleza fascista» de Putin, Trump, Musk, Milei y unos cuantos más, metiendo en el mismo saco nazismo, comunismo y tecnocracia. ¿Es correcto utilizar este término que corresponde a una ideología y un período específicos de la historia?
Les llamo fascistas porque son fascistas. Para mí el fascismo es una forma de hacer política, y hay algunas diferencias entre los años 2000 y 1920, sí, como que ahora los líderes son mayores y a veces hasta son mujeres. Pero el término fascista alude muy bien a lo que está sucediendo, a lo que en esencia es Trump y a gran parte de los tecnócratas de Silicon Valley. Musk sería el portavoz ideal de este nuevo fascismo, porque aúna las características tradicionales: es racista y antisemita y le gusta hacer Sig Heils, el saludo nazi; y las nuevas: el poder del algoritmo e internet, obviamente una tecnología mucho más útil de lo que fue la radio en la época histórica del movimiento. Además, has de ser políticamente inocente o ignorante para pensar que la Alemania nazi y la URSS no tuvieron nada en común, porque estuvieron íntimamente conectadas, pese a que sea un tabú mencionarlo. Sin ir más lejos, en los años 20, la URSS permitió a los alemanes reconstruir su fuerza aérea en territorio soviético. Y más tarde, Stalin sin pretenderlo contribuyó muy seriamente a que Hitler llegara al poder, prohibiendo a los comunistas cooperar con los socialdemócratas, lo que hubiera impedido la catástrofe. Y hoy por hoy, Rusia es de lejos el país más fascista del mudo, y Musk el fascista más real, que trata de hacer estallar EEUU destrozando sus instituciones: sí, es un tecnofascista altamente peligroso, mucho más que todas las extremas derechas del mundo, más que los señores de la guerra de Afganistán, por supuesto, porque su pretensión es destruir el mundo, empezando por el Estado de Derecho y todo tipo de soberanía nacional: es la cabeza del frente oligárquico internacional.
La ultraderecha se apropió del concepto de libertad, despojándolo de toda etimología, lo que es altamente peligroso, insisto. ¿Es esto lo que usted denomina «libertad negativa o libertad de» frente a la «positiva libertad para»?
Sí, la libertad negativa sería aquella de «nosotros contra el mundo», pero el concepto de libertad ha de ser siempre afirmativo e implicar moralidad y virtud: la libertad no es una carencia o una lucha contra un enemigo, sino una presencia que implica pensar en qué quiero llegar a ser, qué derechos he de tener, cómo he de conseguir mi bienestar. En mi país, la gente de derechas habla de libertad y la gente de izquierdas, no. Pero la derecha no quiere decir nada cuando utiliza este término: ha degradado lo que a mi juicio es el concepto más importante de la filosofía política y de la vida. Ya no podemos recuperarlo, hemos de referirnos a la solidaridad y a la justicia. El mejor argumento a favor del estado del bienestar es que crea las condiciones para que la gente sea libre.
Esa libertad no puede ser una cuestión personal, sino colectiva, e implica un compromiso. ¿Tenemos que liberarnos de la prisión de nuestro propio individualismo para ser positivamente libres?
Algo así. Nadie puede convertirse en individuo por sí solo. Hace falta un trabajo colectivo. Y de ello se deduce que quienes somos libres tenemos la responsabilidad de crear las condiciones de libertad para los demás.
La consigna general de las mentes libres está siendo: permanezcamos quietos y callados los próximos cuatro años (no vaya a ser…) Pero la pregunta sería: ¿aguantarán el sistema democrático y el Estado de derecho cuatro años de dura oligarquía?
La democracia solo funciona si el pueblo defiende su derecho a gobernar, y esto supone anticiparse a las amenazas. Los europeos deberían aprender de lo ocurrido en Rusia, Hungría y EEUU e intentar adelantarse a los cambios estructurales, para prevenirlos. Y muy importante: apoyar el periodismo y evitar que las redes sociales se apoderen de la juventud. En definitiva: minimizar la desigualdad.
La propuesta de Trump para un alto el fuego en Ucrania, ¿no significaría una derrota de la libertad en Europa y en el mundo entero? Por otro lado, la política internacional está demandando enormes presupuestos en defensa, y lo hace en nombre de la libertad. ¿No es posible la libertad sin seguridad y viceversa?
Obviamente sería una derrota de la libertad. Si Trump logra que Putin acepte un alto el fuego, la única forma de que Moscú no se sienta tentado de reiniciar una nueva ofensiva bélica, lo que haría en cuanto la atención internacional se trasladara a otros escenarios del mapa internacional, sería que Europa intervenga rápidamente e integre de inmediato a Ucrania en la UE. Literalmente, que inunde e invierta masivamente recursos económicos en el país, incitando a sus ciudadanos a regresar y proporcionándole los medios para seguir defendiéndose de su vecino oriental, incluyendo la posibilidad de desplegar soldados en territorio ucraniano.
Mire, cuanto más ha trabajado usted, investigado y escrito contra el autoritarismo, más real se ha vuelto. ¿No es en cierta forma frustrante?
Más que frustración, yo diría que es un sentimiento de tristeza: pienso por ejemplo en tantas personas que sufrirán daños innecesarios en el futuro inmediato de EEUU. Pero no es exactamente frustración porque, mientras trabajo en estos temas, conozco a gente maravillosa y valiente, algo que agradezco mucho. Y me gusta pensar que mi trabajo a veces ha ayudado a prevenir daños y a estar preparado para ellos.
Profesor, sostiene usted que hemos llegado al más alto grado de estupidez en la historia de la humanidad. Dígame, ¿lo nota entre sus alumnos universitarios?
Es una situación que me preocupa mucho, claro, pero mis alumnos son gente talentosa y no son representativos de la mayoría. Como el resto de todos nosotros, leen menos que antes, sí. Pero algo que he observado es que aún son muy capaces de concentrarse cuando dejan de lado sus dispositivos digitales: creo que es esencial y que les debemos una regulación para mantenerlos fuera de las aulas y las escuelas.
Las predicciones que expone en este libro, anteriores a la reelección de Trump, eran catastróficas, pero la realidad está siendo aún peor. ¿Qué será lo próximo, qué futuro nos queda por delante?
No puedo estar seguro: depende mucho de las próximas semanas, o incluso días. Ahora mismo Musk está intentando hacerse con el gobierno desde dentro, controlando sus sistemas informáticos. Controlando los pagos del gobierno, por ejemplo, puede conseguir que las leyes carezcan de sentido y, por tanto, el Congreso carezca de sentido y nuestros votos carezcan de sentido. Habrá que resistirse a ello. Pero el futuro es un concepto crucial. Tenemos que ser capaces de imaginar buenos futuros. Esa es una de las razones por las que escribí el libro: tener un sentido de libertad positiva abre una perspectiva y nos da posibilidades de futuro.
Suscríbete para seguir leyendo
- Cuatro heridos, uno de gravedad, tras estallar un trueno de aviso en la cremà infantil de Zapadores
- Accidente en la cremà de Zapadores: 'La gente ha empezado a gritar, ¡me quemo, me quemo!
- Así es el restaurante donde ha comido el rey Felipe VI en Aldaia
- Falla Telefónica: 'había revuelo, miramos y estaba el rey apoyado en la valla
- La Ofrenda matinal obliga a las peluquerías a abrir a las 4:30 de la madrugada: 'Hay falleras que no podrán descansar
- Ya hay fecha para disparar las tres mascletaes suspendidas en Fallas
- Muere un menor de 17 años al ser arrollado su patinete en València
- Sanidad vincula el nuevo Arnau de Vilanova al funcionamiento de las macroáreas