Solo para fans de Julio Verne

Planeta publica el espectacular estuche para coleccionistas ‘Jules Verne. Un viaje extraordinario’, una edición especial que incluye una biografía ilustrada y una novela inédita del célebre escritor

EMILIO SOLER

La editorial Planeta nos acaba de sorprender gratamente con la publicación de un libro, excelente y maravillosamente ilustrado, que viene a colmar las ansias de profundizar en la figura excepcional de un autor mítico, Julio Verne (1828- 1905), el mismo que junto a Agatha Christie posee el récord de ser el más traducido en todo el orbe literario mundial. Verne, autor de una memorable frase por la que los tiempos le han venido dando la razón («Todo lo que está en el límite de lo posible debe ser y será logrado») fue un escritor, injustamente catalogado como autor infantil, que tenía la necesidad de recorrerse el mundo y viajar por los siete mares, cosa que nunca consiguió pero que, como señala Ariel Pérez, desde niño se sumergió en la agitación constante del muelle de Nantes, su ciudad natal, siendo testigo de las idas y venidas de los navíos que pasaban por la ciudad bretona y consiguiendo que, a los 10 años, pudiera navegar junto a su hermano Paul por el río Loira, trayecto en el que, por cierto, a punto estuvo de perecer ahogado.

Obligado a estudiar Derecho por su padre, con el que tanto peleó, bien pronto se aprestó a escribir unas historias de viajes y aventuras que han quedado en la retina y en la imaginación de los que, como yo, siempre desearon desembarcar, siquiera por culpa de un naufragio, en una isla misteriosa; recorrer África de este a oeste en globo; viajar desde Islandia a Sicilia a través del centro de la tierra; galopar más de 4.000 kilómetros por las estepas rusas, bien asesorado por su amigo Ivan Turgueniev, quien se solazaba en aquel París con su amante la cantante española Paulina García; o partir del cabo Cañaveral, cien años antes de que lo hicieran los norteamericanos de la NASA, para dar vueltas alrededor de la Luna y, más tarde, mostrarnos su cara oculta.

Las obras de Verne trascienden con mucho del encasillamiento como escritor precursor de la ciencia ficción del que siempre le han tildado ya que aquel, digamos, republicano utópico que ganó durante cuatro legislaturas su puesto de concejal en Amiens, ciudad en la que murió, estaba muy en contacto, como estudioso incansable, con los avances científicos que durante la segunda mitad del siglo XIX se estaban produciendo en el mundo.

A pesar de su acomodada situación social, su vida no fue sencilla, ya que estuvo sometido a innumerables contratiempos físicos como reumatismos varios, neuralgias diversas, parálisis faciales o manuales, una terrible diabetes que le dejó prácticamente ciego en sus últimos años o un disparo de un sobrino que le produjo una cojera vitalicia. Pero, a pesar de todo, ahí queda su ingente obra, siempre bien aconsejado por su editor, Pierre-Jules Hetzel.

Recuerdo que la primera novela que cayó en mis manos juveniles fue Dos años de vacaciones, en una edición medio libro y medio tebeo de la colección Historias de Bruguera, epopeya de un grupo de estudiantes que embarcan para realizar su viaje de fin de carrera y a los que la fatalidad les lleva a una isla desierta donde los adolescentes deben organizarse y convivir. La narración, no exenta de buenos y malos, transcurre con un canto a las dificultades para sobrevivir en un ambiente hostil aunque con final feliz. Verne nunca consiguió que lo nombrasen miembro de la Academie Française, pero, curiosamente, cien años después un tal William Golding escribió una novela mucho más cruel, El señor de las moscas, pero basada en Dos años de vacaciones, por la que consiguió el Premio Nobel de Literatura.

No nos extraña, pues, que en la magnífica biografía sobre el autor francés Julio Verne, ese desconocido, de Miguel Salabert, que compré y leí en una edición de Alianza hace más de cuarenta años, nuestro personaje se autodefiniera, arrastrando su frustración, como «soy el más desconocido de los hombres». Ya saben que Verne nunca pudo recorrer el mundo como siempre había deseado pero, trabajador incansable, dejó casi un centenar de novelas que conforman el mayor legado literario sobre las aventuras y desventuras de un siglo, el XIX, donde los avances científicos superaron la realidad y en el que los hombres emprendieron con ahínco el conocimiento del orbe en el que vivían. De entre su obra, siempre se han destacado, con razón, sus Viajes extraordinarios, unos viajes que, según cuentan, el propio León Tolstói leía a sus hijos por las noches y que, incluso, se atrevía a dibujar para su solaz los personajes que allí aparecían.

Este espectacular libro concluye con tres características que su autor recomienda a los lectores vernianos antiguos y actuales para que repensemos seriamente y tengamos muy en cuenta a la hora de enfrentarnos a sus textos: la habilidad de Julio Verne para despertar la imaginación de sus lectores; la libertad que impulsa a sus héroes por territorios desconocidos y la capacidad pedagógica para hacer entendibles los avances científicos que conocía e imaginaba. Lo que no es poco.

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